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Joan Noguera

El Mallorca y el aforo

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La semana pasada el Mallorca recibió la autorización municipal para el uso de unas gradas telescópicas que cubrirían la distancia entre la tribuna cubierta y el terreno de juego, y que hace años que el club dispone. En total, son 800 localidades más a añadir a las 23.000 del Iberostar Estadi, un estadio que pocas veces supera una asistencia de 12.000 aficionados.

Estas nuevas gradas supletorias solventarán en parte uno de los problemas principales de su estadio: la lejanía de los aficionados respecto al césped. Pero, más allá de una pequeña solución puntual, esta novedad debería servir para hacer una reflexión sobre las necesidades estructurales de un club con escasa masa social en un momento en el que se ha abierto la posibilidad a la construcción de un nuevo campo.

Desde que el equipo se trasladó del Lluís Sitjar a Son Moix no ha habido temporada en la que la afición se lamentase del cambio. La frialdad intrínseca de los mallorquinistas se vio acrecentada por un estadio muy abierto y con las gradas alejadas del campo por culpa de la pista de atletismo. Pero los últimos años la situación se ha agravado por la tendencia a la baja de la asistencia de público al campo.

Muy pocas veces se llega a la cifra de 10.000 aficionados en el estadio, lo que supone mucho menos de la mitad del aforo. Las gradas dan una imagen muy pobre, y en primera división solo comparable a la situación de Getafe y Almería, donde tampoco disfrutan de una gran afluencia. Las nuevas gradas de Son Moix pueden acercar al público a los jugadores, pero también harán el estadio más grande y más sensación de desolación producirá.

Desde el club se planteó hace unos meses la construcción de un nuevo estadio en el mismo lugar donde se levanta el abandonado Lluís Sitjar. Se presentó un primer proyecto que no contempló la asistencia media de aficionados y contaba con un aforo desmesurado. Es el momento en que el club debe plantearse una pregunta incómoda. ¿Prefiere un estadio pequeño que se llene o uno grande vacío? Lo que parece claro es que el número de socios no va a dispararse cuando el equipo lleva 17 años seguidos en primera y la temporada pasada luchaba por entrar en la Champions League.

El Mallorca y el aforo

Joan Noguera
Joan Noguera
viernes, 25 de febrero de 2011, 08:15 h (CET)
La semana pasada el Mallorca recibió la autorización municipal para el uso de unas gradas telescópicas que cubrirían la distancia entre la tribuna cubierta y el terreno de juego, y que hace años que el club dispone. En total, son 800 localidades más a añadir a las 23.000 del Iberostar Estadi, un estadio que pocas veces supera una asistencia de 12.000 aficionados.

Estas nuevas gradas supletorias solventarán en parte uno de los problemas principales de su estadio: la lejanía de los aficionados respecto al césped. Pero, más allá de una pequeña solución puntual, esta novedad debería servir para hacer una reflexión sobre las necesidades estructurales de un club con escasa masa social en un momento en el que se ha abierto la posibilidad a la construcción de un nuevo campo.

Desde que el equipo se trasladó del Lluís Sitjar a Son Moix no ha habido temporada en la que la afición se lamentase del cambio. La frialdad intrínseca de los mallorquinistas se vio acrecentada por un estadio muy abierto y con las gradas alejadas del campo por culpa de la pista de atletismo. Pero los últimos años la situación se ha agravado por la tendencia a la baja de la asistencia de público al campo.

Muy pocas veces se llega a la cifra de 10.000 aficionados en el estadio, lo que supone mucho menos de la mitad del aforo. Las gradas dan una imagen muy pobre, y en primera división solo comparable a la situación de Getafe y Almería, donde tampoco disfrutan de una gran afluencia. Las nuevas gradas de Son Moix pueden acercar al público a los jugadores, pero también harán el estadio más grande y más sensación de desolación producirá.

Desde el club se planteó hace unos meses la construcción de un nuevo estadio en el mismo lugar donde se levanta el abandonado Lluís Sitjar. Se presentó un primer proyecto que no contempló la asistencia media de aficionados y contaba con un aforo desmesurado. Es el momento en que el club debe plantearse una pregunta incómoda. ¿Prefiere un estadio pequeño que se llene o uno grande vacío? Lo que parece claro es que el número de socios no va a dispararse cuando el equipo lleva 17 años seguidos en primera y la temporada pasada luchaba por entrar en la Champions League.

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