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Andrés Ramos

Una Liga de uno, un tenis de más de dos y un balonmano de bronce

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Españoles, la Liga ha muerto. Colorín colorado. Game over. Sólo acabamos de comenzar febrero, quedan todavía 17 jornadas por delante, entre ellas un ‘Clásico’ en el Bernabéu, pero esa es la impresión de casi todo el mundo. Y es que los siete puntos en los que el Barcelona aventaja al Real Madrid parecen ya una diferencia insalvable.

Y más que por la pura distancia clasificatoria --todavía recuperable en circunstancias normales, habiendo 51 puntos en juego-- son las sensaciones que transmiten ambos equipos las que conducen a pensar que el cuento se ha acabado. Mientras uno, el Barça, se pasea por cada campo y ha convertido el golear y casi humillar al rival en un día más en la oficina, el otro, el Madrid, suda sangre para conseguir cada triunfo y, a veces, como en Almería o Pamplona, ve como ese caminar sobre el alambre le lleva a darse de bruces contra el suelo.

Y todo después de una jornada en la que se ha vuelto a ver a un Madrid sin gasolina y en la que ha quedado de nuevo patente que la cabra siempre termina tirando al monte. Porque Mourinho, pese a amagar al principio de curso, en un intento de agradar a la afición, con una apuesta por el toque en la elección de esquemas y jugadores, desde hace semanas es ya totalmente él, es decir, un técnico eminentemente defensivo. Sólo cuando toca arrebato se permite licencias ‘Mou’.

Y eso ha quedado demostrado en que en campos complicados ya no se fía de Marcelo y prefiere a Arbeloa, en que tras cada gol a favor sale disparado en busca de alguien que sea central o se apellide Diarrá y en que ante la baja de Xabi Alonso (al que más vale cuidar para que no vuelva a cogerse ni una gripe) no elige a Granero o Canales, sino que da la manija a la pareja Lass-Khedira, una sociedad que debería estar prohibida por ley. Es más, las televisiones deberían dar opción a la devolución del dinero que cuesta el partido al conocerse que juegan los dos juntos.

Mientras la Liga pasa a ser de uno, el tenis es cada vez de más de dos. Hasta hace poco tiempo podías comprar entradas de la final de cualquier torneo teniendo casi la certeza de que verías un Nadal-Federer, pero eso ya no siempre es así. De hecho, el año pasado sólo se vieron las caras en dos ocasiones (Masters 1000 de Madrid y Copa Masters de Londres), con un triunfo para cada uno.

Como ha ocurrido esta semana en el Abierto de Australia, a diferencia de lo que pasa en el fútbol, donde los dos ‘grandes’ ganan sin casi bajar del autobús, aquí sí hay lugar a la sorpresa. Y a poco que Nadal (aunque esta vez haya sido por lesión) o Federer se descuiden, por detrás hay un grupo que encabezan Djokovic, Murray, Soderling y Ferrer capaces de dar en cualquier momento la ‘campanada’. Sin duda, el espectáculo, el gran beneficiado.

El que no es de uno ni de dos, sino de bronce, es el balonmano español. Los chicos de Valero Rivera vuelven de Suecia con una más que meritoria tercera plaza, dejando atrás las decepciones de las últimas grandes citas. En un torneo en el que sólo ha caído con el ‘semi anfitrión’ Dinamarca y donde ni siquiera la campeona Francia ha podido batirla, la selección española regresa a casa con un bronce con sabor a oro, habiendo conseguido enganchar durante unos días a este deporte a buena parte del país y con las bases sentadas para lo que debe ser el gran objetivo: el Mundial 2013, que se disputará en España.

Una Liga de uno, un tenis de más de dos y un balonmano de bronce

Andrés Ramos
Andrés  Ramos
miércoles, 2 de febrero de 2011, 08:08 h (CET)
Españoles, la Liga ha muerto. Colorín colorado. Game over. Sólo acabamos de comenzar febrero, quedan todavía 17 jornadas por delante, entre ellas un ‘Clásico’ en el Bernabéu, pero esa es la impresión de casi todo el mundo. Y es que los siete puntos en los que el Barcelona aventaja al Real Madrid parecen ya una diferencia insalvable.

Y más que por la pura distancia clasificatoria --todavía recuperable en circunstancias normales, habiendo 51 puntos en juego-- son las sensaciones que transmiten ambos equipos las que conducen a pensar que el cuento se ha acabado. Mientras uno, el Barça, se pasea por cada campo y ha convertido el golear y casi humillar al rival en un día más en la oficina, el otro, el Madrid, suda sangre para conseguir cada triunfo y, a veces, como en Almería o Pamplona, ve como ese caminar sobre el alambre le lleva a darse de bruces contra el suelo.

Y todo después de una jornada en la que se ha vuelto a ver a un Madrid sin gasolina y en la que ha quedado de nuevo patente que la cabra siempre termina tirando al monte. Porque Mourinho, pese a amagar al principio de curso, en un intento de agradar a la afición, con una apuesta por el toque en la elección de esquemas y jugadores, desde hace semanas es ya totalmente él, es decir, un técnico eminentemente defensivo. Sólo cuando toca arrebato se permite licencias ‘Mou’.

Y eso ha quedado demostrado en que en campos complicados ya no se fía de Marcelo y prefiere a Arbeloa, en que tras cada gol a favor sale disparado en busca de alguien que sea central o se apellide Diarrá y en que ante la baja de Xabi Alonso (al que más vale cuidar para que no vuelva a cogerse ni una gripe) no elige a Granero o Canales, sino que da la manija a la pareja Lass-Khedira, una sociedad que debería estar prohibida por ley. Es más, las televisiones deberían dar opción a la devolución del dinero que cuesta el partido al conocerse que juegan los dos juntos.

Mientras la Liga pasa a ser de uno, el tenis es cada vez de más de dos. Hasta hace poco tiempo podías comprar entradas de la final de cualquier torneo teniendo casi la certeza de que verías un Nadal-Federer, pero eso ya no siempre es así. De hecho, el año pasado sólo se vieron las caras en dos ocasiones (Masters 1000 de Madrid y Copa Masters de Londres), con un triunfo para cada uno.

Como ha ocurrido esta semana en el Abierto de Australia, a diferencia de lo que pasa en el fútbol, donde los dos ‘grandes’ ganan sin casi bajar del autobús, aquí sí hay lugar a la sorpresa. Y a poco que Nadal (aunque esta vez haya sido por lesión) o Federer se descuiden, por detrás hay un grupo que encabezan Djokovic, Murray, Soderling y Ferrer capaces de dar en cualquier momento la ‘campanada’. Sin duda, el espectáculo, el gran beneficiado.

El que no es de uno ni de dos, sino de bronce, es el balonmano español. Los chicos de Valero Rivera vuelven de Suecia con una más que meritoria tercera plaza, dejando atrás las decepciones de las últimas grandes citas. En un torneo en el que sólo ha caído con el ‘semi anfitrión’ Dinamarca y donde ni siquiera la campeona Francia ha podido batirla, la selección española regresa a casa con un bronce con sabor a oro, habiendo conseguido enganchar durante unos días a este deporte a buena parte del país y con las bases sentadas para lo que debe ser el gran objetivo: el Mundial 2013, que se disputará en España.

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