Siglo XXI. Diario digital independiente, plural y abierto. Noticias y opinión
Viajes y Lugares Tienda Siglo XXI Grupo Siglo XXI
21º ANIVERSARIO
Fundado en noviembre de 2003
Etiquetas | El sueño de Urania
María García

Yo también quería un autógrafo de Federico

|

El reciente hallazgo por parte del hispanista Christopher Maurer me ha hecho olvidarme, por unas semanas, de la modernidad literaria pendular y volver sobre los pasos de aquella poesía que corría por delante de la deshumanización del arte.

La pureza de Juan Ramón, la honestidad de Machado o el romanticismo de Salinas eran el aliento inspirador que empujaba al hombre a ser casi tan crítico con la realidad como Valle-Inclán. Y por un instante he creído que regresaban a mí aquellos años en los que los poetas compartían generaciones, en los que el oficio de escribir era una seña de identidad y compromiso no con los demás, sino con uno mismo.

Sus huellas fieles y sus valores transparentes han sembrado una estela de letras imprimidas en el aire y ahora los nuevos creadores quieren parecerse a ellos, quieren innovar a costa de cualquier cosa, renunciando a lo que sea y su belleza interior de artistas no encuentra una verdadera vía de salida al mundo. Sin embargo, el miedo al fracaso es, sin duda, la peor amenaza de nuestro tiempo.

La genialidad porta en sí un atisbo de riesgo imprescindible a los ojos externos: uno puede ser un buen poeta, incluso aún siendo aburguesado, no obstante, sus lectores todavía están buscando “la diferencia”, que no lo que en el arte se entiende en estos momentos por originalidad. Ese sello personal que a todos nos hace únicos y que a un ser genial le supone ver reflejado su nombre en los libros de literatura. Muchas veces, el ser humano tiende a buscar fuera lo que tiene que salir de dentro.

De vuelta a la realidad, la diversidad estilística habitual: escritores sin conciencia de grupo, que materializan su arte nutriéndose tan sólo de fuentes de colegio o de universidad, “ratas de biblioteca” y vividores que renuncian a la riqueza de sus compañeros de profesión, quizás por nuestro ritmo de vida, por pereza o por miedo a no ser exclusivos o a que se les acuse de plagio… Es comprensible, pero no justificable. Nunca he entendido los motivos por los que unas páginas no pueden estar basadas en otras o ese intento, que se insinúa codicioso, de no citar a otro autor en una novela, por ejemplo. Después de todo, ¿a quién no le hubiese gustado contribuir en la obra de Baudelaire o de Rimabud o incluso continuarla?

El olvido de ser herederos de su lucha y el recuerdo de homenajes para mantenerlos vivos hoy no son más que un señuelo teñido de cultura de lo ellos fueron capaces y es, precisamente, su valentía, tan necesaria en nuestra historia, lo que me ha hecho reflexionar sobre las pérdidas sufridas desde aquellos días en que yo también quería un autógrafo de Federico.

Yo también quería un autógrafo de Federico

María García
María García
martes, 18 de enero de 2011, 07:38 h (CET)
El reciente hallazgo por parte del hispanista Christopher Maurer me ha hecho olvidarme, por unas semanas, de la modernidad literaria pendular y volver sobre los pasos de aquella poesía que corría por delante de la deshumanización del arte.

La pureza de Juan Ramón, la honestidad de Machado o el romanticismo de Salinas eran el aliento inspirador que empujaba al hombre a ser casi tan crítico con la realidad como Valle-Inclán. Y por un instante he creído que regresaban a mí aquellos años en los que los poetas compartían generaciones, en los que el oficio de escribir era una seña de identidad y compromiso no con los demás, sino con uno mismo.

Sus huellas fieles y sus valores transparentes han sembrado una estela de letras imprimidas en el aire y ahora los nuevos creadores quieren parecerse a ellos, quieren innovar a costa de cualquier cosa, renunciando a lo que sea y su belleza interior de artistas no encuentra una verdadera vía de salida al mundo. Sin embargo, el miedo al fracaso es, sin duda, la peor amenaza de nuestro tiempo.

La genialidad porta en sí un atisbo de riesgo imprescindible a los ojos externos: uno puede ser un buen poeta, incluso aún siendo aburguesado, no obstante, sus lectores todavía están buscando “la diferencia”, que no lo que en el arte se entiende en estos momentos por originalidad. Ese sello personal que a todos nos hace únicos y que a un ser genial le supone ver reflejado su nombre en los libros de literatura. Muchas veces, el ser humano tiende a buscar fuera lo que tiene que salir de dentro.

De vuelta a la realidad, la diversidad estilística habitual: escritores sin conciencia de grupo, que materializan su arte nutriéndose tan sólo de fuentes de colegio o de universidad, “ratas de biblioteca” y vividores que renuncian a la riqueza de sus compañeros de profesión, quizás por nuestro ritmo de vida, por pereza o por miedo a no ser exclusivos o a que se les acuse de plagio… Es comprensible, pero no justificable. Nunca he entendido los motivos por los que unas páginas no pueden estar basadas en otras o ese intento, que se insinúa codicioso, de no citar a otro autor en una novela, por ejemplo. Después de todo, ¿a quién no le hubiese gustado contribuir en la obra de Baudelaire o de Rimabud o incluso continuarla?

El olvido de ser herederos de su lucha y el recuerdo de homenajes para mantenerlos vivos hoy no son más que un señuelo teñido de cultura de lo ellos fueron capaces y es, precisamente, su valentía, tan necesaria en nuestra historia, lo que me ha hecho reflexionar sobre las pérdidas sufridas desde aquellos días en que yo también quería un autógrafo de Federico.

Noticias relacionadas

 
Quiénes somos  |   Sobre nosotros  |   Contacto  |   Aviso legal  |   Suscríbete a nuestra RSS Síguenos en Linkedin Síguenos en Facebook Síguenos en Twitter   |  
© Diario Siglo XXI. Periódico digital independiente, plural y abierto | Director: Guillermo Peris Peris
© Diario Siglo XXI. Periódico digital independiente, plural y abierto