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Beatriz García

Literatura, porno y una blanca Navidad

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Hay algo tremendamente perverso en que dos barbudos y un mulato entren en tu casa en plena noche con tres camellos y un saco cargado de muñecos. No sé a ustedes, pero a mí el Día de Reyes cada vez me recuerda más a una fiesta fetish. Tanta bola colgada y tanto terciopelo rojo vislumbran el advenimiento de una nueva forma de entender la Navidad. Así que mi columna de este martes va dedicada a aquellos no lectores que suelen regalar libros en Reyes y que creen que cualquier cosa con tapas duras vale, especialmente si se encuentra en los estantes del Opencor, es de la marca Falcones o tiene algún título parecido a “Vive el presente” u “Organiza tu tiempo”. ¡No lo hagan! No compren esos libros. Mejor regalen pornografía, que es mucho más original y didáctica, y después de las recomendaciones de mi particular catálogo navideño, sus amigos, hijos, padres lectores quedaran increíblemente complacidos o, como mínimo, la frase “no me lo esperaba”, recuperará la sinceridad de antaño.

Primer consejo para regalar literatura pornográfica: No todo vale. Me refiero a que cuando hablamos de pornografía nos referimos a una obra literaria – y, por dios, de calidad – cuyo contenido sea “sexualmente explícito”; no entra dentro de esta clasificación la autobiografía de ningún político, por muy sucio y degenerado que sea su contenido. Es sexo, sexo que a veces guarda una sátira política y social, como las duras – nunca lo bastante – obras del Marqués de Sade o Fanny Hill de John Cleland. Esta última contiene hasta 50 eufemismos para describir el pene, una obra especialmente recomendada para los amantes del Tabú y el Scrabble.

Piense en el receptor de su regalo. ¿Es una persona sociable? ¿Le gustan los deportes de equipo, las fiestas, los monólogos de Quique San Francisco…? Entonces, Las Afroditas de Andréa de Nerciat es su novela. Este ‘foie’ de la literatura pornográfica cuenta las aventuras de una particular logia masónica de adictos al sexo y sus saraos palaciegos. Su segunda parte, El diablo en el cuerpo, cuenta las aventuras calentonas de una especie de Tema y Luis napoleónicas, excelente ejemplo de la literatura libertina con un lenguaje mordaz y muy divertido. Además, Nerciat escribió Las Afroditas en prisión y trabajó como espía y bibliotecario, lo que lo convierte en un autor idóneo para edredones solitarios.

Asumámoslo, Verne nunca fue tan visionario, aunque muchos queramos en Cinco semanas en Globo o Cien mil leguas de viaje submarino, la promesa de un relato de aventuras en su sentido más festivo y me atrevería a decir que arriesgado. Para compensarlo, santa Bibliófila nos da muestra de una literatura de viajes con más rombos que el jersey de un moderno. Brújula de Oro para las Once mil vergas de Apollinaire, el relato de un viaje orgiástico en el Orient Express. El segundo puesto es para la obra con el título más largo del mundo: Raped on the Railway: A True Story of a Lady who was first ravished and then flagellated on the Scotch Express, una historia de sexo victoriano, escrita bajo seudónimo, en la que una mujer casada es violada por un extraño en un tren y luego flagelada por su cuñado – no se asusten, después hizo transbordo -. Y, finalmente, The Lustful Turk, or Lascivious Scenes from a Harem, una novela un poco anterior a la época victoriana en la que unos piratas moriscos secuestran a dos jovencitas y las obligan a formar parte de un Harén. Una obra coral y cosmopolita, que nos enseña las bondades del vino para conservar… órganos más o menos vitales.

¿Sabían que el autor de Bambi, Felix Salten, escribía también pornografía? De hecho, la protagonista de su novela, Josephine Mutzenbacher, recuerda su iniciación sexual a la tierna edad a la que ustedes y yo vimos por primera vez este clásico de Disney. Claro que si tenemos en cuenta que la Madame Bovary de Flaubert fue tachada de obra pornográfica en su época, tal vez será mejor que dejemos nuestros prejuicios de lado y empecemos a leer las obras impúdicas de nuestro tiempo… Quién sabe si en el futuro serán materia de examen en los colegios.

Hasta aquí mi recomendación literaria para la víspera de Reyes. Les deseo un literario y pervertido 2011.

Literatura, porno y una blanca Navidad

Beatriz García
Beatriz García
martes, 4 de enero de 2011, 08:26 h (CET)
Hay algo tremendamente perverso en que dos barbudos y un mulato entren en tu casa en plena noche con tres camellos y un saco cargado de muñecos. No sé a ustedes, pero a mí el Día de Reyes cada vez me recuerda más a una fiesta fetish. Tanta bola colgada y tanto terciopelo rojo vislumbran el advenimiento de una nueva forma de entender la Navidad. Así que mi columna de este martes va dedicada a aquellos no lectores que suelen regalar libros en Reyes y que creen que cualquier cosa con tapas duras vale, especialmente si se encuentra en los estantes del Opencor, es de la marca Falcones o tiene algún título parecido a “Vive el presente” u “Organiza tu tiempo”. ¡No lo hagan! No compren esos libros. Mejor regalen pornografía, que es mucho más original y didáctica, y después de las recomendaciones de mi particular catálogo navideño, sus amigos, hijos, padres lectores quedaran increíblemente complacidos o, como mínimo, la frase “no me lo esperaba”, recuperará la sinceridad de antaño.

Primer consejo para regalar literatura pornográfica: No todo vale. Me refiero a que cuando hablamos de pornografía nos referimos a una obra literaria – y, por dios, de calidad – cuyo contenido sea “sexualmente explícito”; no entra dentro de esta clasificación la autobiografía de ningún político, por muy sucio y degenerado que sea su contenido. Es sexo, sexo que a veces guarda una sátira política y social, como las duras – nunca lo bastante – obras del Marqués de Sade o Fanny Hill de John Cleland. Esta última contiene hasta 50 eufemismos para describir el pene, una obra especialmente recomendada para los amantes del Tabú y el Scrabble.

Piense en el receptor de su regalo. ¿Es una persona sociable? ¿Le gustan los deportes de equipo, las fiestas, los monólogos de Quique San Francisco…? Entonces, Las Afroditas de Andréa de Nerciat es su novela. Este ‘foie’ de la literatura pornográfica cuenta las aventuras de una particular logia masónica de adictos al sexo y sus saraos palaciegos. Su segunda parte, El diablo en el cuerpo, cuenta las aventuras calentonas de una especie de Tema y Luis napoleónicas, excelente ejemplo de la literatura libertina con un lenguaje mordaz y muy divertido. Además, Nerciat escribió Las Afroditas en prisión y trabajó como espía y bibliotecario, lo que lo convierte en un autor idóneo para edredones solitarios.

Asumámoslo, Verne nunca fue tan visionario, aunque muchos queramos en Cinco semanas en Globo o Cien mil leguas de viaje submarino, la promesa de un relato de aventuras en su sentido más festivo y me atrevería a decir que arriesgado. Para compensarlo, santa Bibliófila nos da muestra de una literatura de viajes con más rombos que el jersey de un moderno. Brújula de Oro para las Once mil vergas de Apollinaire, el relato de un viaje orgiástico en el Orient Express. El segundo puesto es para la obra con el título más largo del mundo: Raped on the Railway: A True Story of a Lady who was first ravished and then flagellated on the Scotch Express, una historia de sexo victoriano, escrita bajo seudónimo, en la que una mujer casada es violada por un extraño en un tren y luego flagelada por su cuñado – no se asusten, después hizo transbordo -. Y, finalmente, The Lustful Turk, or Lascivious Scenes from a Harem, una novela un poco anterior a la época victoriana en la que unos piratas moriscos secuestran a dos jovencitas y las obligan a formar parte de un Harén. Una obra coral y cosmopolita, que nos enseña las bondades del vino para conservar… órganos más o menos vitales.

¿Sabían que el autor de Bambi, Felix Salten, escribía también pornografía? De hecho, la protagonista de su novela, Josephine Mutzenbacher, recuerda su iniciación sexual a la tierna edad a la que ustedes y yo vimos por primera vez este clásico de Disney. Claro que si tenemos en cuenta que la Madame Bovary de Flaubert fue tachada de obra pornográfica en su época, tal vez será mejor que dejemos nuestros prejuicios de lado y empecemos a leer las obras impúdicas de nuestro tiempo… Quién sabe si en el futuro serán materia de examen en los colegios.

Hasta aquí mi recomendación literaria para la víspera de Reyes. Les deseo un literario y pervertido 2011.

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