Decisiones precipitadas traen algunas consecuencias. La principal que ha sufrido el Valladolid esta semana es la de destituir al entrenador sin contemplar recambio alguno. Se barajan varias posibilidades pero ninguna es fija aún. Se han oído tantos nombres que ya resulta complicado creer que alguno de ellos estará al frente del equipo vallisoletano. Cada uno, viene acompañado de una serie de condiciones que el Club no está dispuesto a contemplar, y esto, solo hace que las negociaciones se alarguen mientras la Liga continúa.
Antonio Gómez cabizbajo, en su último partido como entrenador del Real Valladolid (noretcastilla.es)
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La continuidad de Antonio Gómez se llevaba cuestionando bastante tiempo y como no podía ser de otra manera, a la directiva no le que ha quedado más remedio que seguir el camino fácil. Como bien decía el, ahora, ex técnico blanquivioleta “muchos equipos darían lo que fuera por estar como nosotros”, pero la realidad no es otra que, el conjunto pucelano no ha sido diseñado para mantenerse en Segunda División, sino que está creado para cumplir con la pretensión del ascenso sin un mínimo atisbo de ajuste a esta categoría. Pero no se puede descender con múltiples problemas que conllevaron a otras múltiples trifulcas en el vestuario e intentar un nuevo ascenso sin haberse asentado en una nueva temporada futbolística.
Todo lleva su tiempo y Gómez ha dispuesto del suyo para visionar una mejora en la situación pucelana. Tal vez, el ser un entrenador aún imberbe con ciertos rasgos bisoños es lo que no le ha permitido saber capear el temporal y el juego del equipo –sobre todo a domicilio-. Es cierto que la clasificación –en referencia al Real Valladolid- engaña. El encuentro ante el Cartagena fue decisivo pese a haber realizado un buen partido local. Pero si, con la mejora del juego no se obtienen resultados, lo más factible es llevar a cabo el cambio más importante, el relevo al mando del banquillo.
Muchos creen que la decisión es prematura, sin embargo, hace recordar lo vivido el año pasado coincidiendo con estas fechas, con la única diferencia de que el objetivo, era no codearse con los puestos de descenso. Aquella medida que se tomó, precisamente no sirvió para mejorar, sino que creó ciertas tensiones que acrecentaron las graves dificultades en las que ya estaba sumido el Club. A día de hoy, nadie tiene la certeza de que esta medida sea la más acertada. Aunque claro, de todos es conocido que quién no arriesga, no gana.
Ahora solo queda esperar al nuevo entrenador y notar la mejoría. De esta forma seremos conscientes para ver si en realidad, la culpa la tenía Antonio Gómez, o si por el contrario el verdadero problema del Real Valladolid viene de más arriba, no es muy agradable ver rotar en el banquillo a cuatro entrenadores en menos de un año.
De momento, al mando de la plantilla blanquivioleta se encuentra Torres Gómez. Los jugadores están a gusto con él y si el Club no cierra el contrato del nuevo técnico antes del sábado será el encargado de manejar al equipo en Barcelona. Podremos observar si el razonamiento de que el Valladolid encaje cinco goles – que es lo que toca- se cumple, o si por el contrario la lógica se permite fallar y el, esta semana técnico pucelano, demuestra que tiene una gran capacidad. A veces, la mejor solución está más cerca de lo que creemos.