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Pablo Lázaro

De lenguas y Academias

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Esta semana, el pleno de las veintidós Academias de la Lengua Española ha aprobado, por unanimidad, el texto de la nueva edición de la Ortografía, coordinada por el académico español Salvador Gutiérrez Ordóñez.

Finalmente, las Academias han dado marcha atrás en su proyecto de unificación, y su propuesta de llamar “ye” a la “i griega”, no deja de ser eso, una sugerencia. Lo mismo ocurre con la “uve”, llamada en muchos países de América Latina “be baja” o “be corta”. Tras la polémica surgida en los últimos días, las Academias han decidido que cada uno podrá llamar a estas letras como más le guste, sin imposiciones.

Por otro lado, se han mantenido firmes en otro apartado polémico: la recomendación de no tildar el adverbio “solo” y los pronombres demostrativos incluso en casos de posible ambigüedad. Eso sí, el que quiera seguir acentuando, podrá hacerlo sin que se considere falta de ortografía.

Donde se han mostrado más inflexibles es el resto de novedades, como la supresión de la “ch” y la “ll” del alfabeto y la no acentuación de monosílabos como “guion” y “truhan”. En este caso, tildar estas palabras será considerado falta de ortografía, aunque algunos destacados escritores (algunos de ellos académicos como Arturo Pérez-Reverte, Javier Marías o la recientemente nombrada Soledad Puértolas) ya han adelantado que piensan seguir escribiendo “guión” y “truhán”, “como han hecho toda la vida”.

De todas formas, pese a lo que se suele pensar, la labor de la RAE es describir, no prescribir. Según sus propios estatutos, la tarea de la Academia es "velar porque los cambios que experimenta la Lengua Española en su constante adaptación a las necesidades de sus hablantes no quiebren la esencial unidad que mantiene en todo el ámbito hispánico".

En definitiva, la gente no habla como determina la Academia, sino que es la RAE la que escucha a los hablantes para, según sus necesidades, fijar las normas que sean más oportunas. Todas estas nuevas reglas no dejan de ser meras propuestas, que si no son aceptadas por los hablantes, no tendrán ninguna validez y serán retiradas en la próxima revisión de la Ortografía. Como se ha hecho siempre.

De lenguas y Academias

Pablo Lázaro
Pablo Lázaro
jueves, 2 de diciembre de 2010, 08:35 h (CET)
Esta semana, el pleno de las veintidós Academias de la Lengua Española ha aprobado, por unanimidad, el texto de la nueva edición de la Ortografía, coordinada por el académico español Salvador Gutiérrez Ordóñez.

Finalmente, las Academias han dado marcha atrás en su proyecto de unificación, y su propuesta de llamar “ye” a la “i griega”, no deja de ser eso, una sugerencia. Lo mismo ocurre con la “uve”, llamada en muchos países de América Latina “be baja” o “be corta”. Tras la polémica surgida en los últimos días, las Academias han decidido que cada uno podrá llamar a estas letras como más le guste, sin imposiciones.

Por otro lado, se han mantenido firmes en otro apartado polémico: la recomendación de no tildar el adverbio “solo” y los pronombres demostrativos incluso en casos de posible ambigüedad. Eso sí, el que quiera seguir acentuando, podrá hacerlo sin que se considere falta de ortografía.

Donde se han mostrado más inflexibles es el resto de novedades, como la supresión de la “ch” y la “ll” del alfabeto y la no acentuación de monosílabos como “guion” y “truhan”. En este caso, tildar estas palabras será considerado falta de ortografía, aunque algunos destacados escritores (algunos de ellos académicos como Arturo Pérez-Reverte, Javier Marías o la recientemente nombrada Soledad Puértolas) ya han adelantado que piensan seguir escribiendo “guión” y “truhán”, “como han hecho toda la vida”.

De todas formas, pese a lo que se suele pensar, la labor de la RAE es describir, no prescribir. Según sus propios estatutos, la tarea de la Academia es "velar porque los cambios que experimenta la Lengua Española en su constante adaptación a las necesidades de sus hablantes no quiebren la esencial unidad que mantiene en todo el ámbito hispánico".

En definitiva, la gente no habla como determina la Academia, sino que es la RAE la que escucha a los hablantes para, según sus necesidades, fijar las normas que sean más oportunas. Todas estas nuevas reglas no dejan de ser meras propuestas, que si no son aceptadas por los hablantes, no tendrán ninguna validez y serán retiradas en la próxima revisión de la Ortografía. Como se ha hecho siempre.

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