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Eduardo Mendoza, escritor

"Un protagonista extranjero da mucho juego, aporta un punto de vista libre y sin prejuicios"

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a novela ganadora del Premio Planeta 2010, ‘Riña de gatos’, de Eduardo Mendoza, se centra en la visita a España de un súbdito inglés, Anthony Whitelands, experto en obras de arte, que viene a realizar la tasación de un supuesto cuadro inédito de Velázquez. Su llegada a Madrid se produce en marzo de 1936, cuando ya se estaba fraguando el golpe militar que desembocó en la Guerra Civil Española, cuando los ánimos comenzaban a exaltarse, cuando la capital de la II República era un hervidero de grupos de tendencias políticas opuestas, enormemente recelosos entre sí.




Eduardo Mendoza junto a la también escritora, Carmen Amoraga.

Herme Cerezo / SIGLO XXI

¿Por qué otra novela sobre la Guerra Civil?

La Guerra Civil tiene, ha tenido y tendrá un gran interés para todos nosotros. He querido tratar este asunto en clave ligera, bajo una perspectiva humorística, apartar nuestra perspectiva actual, demasiado personal, y dejar paso a un acontecimiento que cada vez más forma parte de la Historia, Historia con mayúscula. El libro lo he escrito en año y medio, pero su proceso de maduración ha sido mucho más largo, porque la primera idea me surgió en 1984.

Azaña y José Antonio aparecen en las páginas de ‘Riña de gatos, especialmente este último desempeña un papel importante.

Me interesaba algo muy español que hay en la figura de José Antonio. Pero no lo que él se creía de sí mismo, sino esa alegría tan nuestra con la que decidió que lo que le convenía a España era el fascismo, sin saber lo que significaba, y que valía la pena promover una guerra para imponer algo que no se conocía bien. Me apetecía hablar de alguien que pasó y resultó un mito vacío, que llenó calles y calles de las ciudades españolas con su nombre, un nombre que, finalmente, sólo sirvió para entonar gritos. José Antonio y Azaña eran como el Gordo y el Flaco: uno guapo, simpático y tontaina y el otro feo, antipático y verdaderamente inteligente.

En ‘La verdad sobre el Caso Savolta’, ‘Sin noticias de Gurb’ o en esta misma novela aparece un extranjero, ¿qué valor le aporta a sus obra el punto de vista de un foráneo?

Un personaje extranjero da mucho juego. Es como un detective que va alumbrando diferentes escenas y que llega a todas partes. Como técnica literaria resulta algo muy práctico. Además, como carece de prejuicios y se siente un poco desvalido, su punto de vista es interesante y libre y lo único de lo que puede valerse es de su propio talento.

En algún lugar he escuchado que a Vd. le gusta sentirse extranjero, ¿tiene algo que ver con esto?

No creo, aunque es verdad que me gusta sentirme extranjero. He vivido en Londres y Nueva York durante muchos años. Pero eso no quiere decir que sea un mal marido o un mal padre, no tiene nada que ver, únicamente significa que hay personas que son sedentarias y otras nómadas, y yo me siento nómada. Me gusta vivir fuera de casa.

Volvamos a la novela, ¿por qué precisamente un inglés como Whitelands?

Porque al estereotipo inglés se le supone una cierta imparcialidad y, aunque suene tópico, posee igualmente una connotación de tipo flemático poco dispuesto a dar la razón al primero que llega, un hombre imparcial, ni ignorante ni tonto, como buen inglés bastante golfo y que se pasa la mitad de tiempo juzgando con su mentalidad de Cambridge y la otra mitad borracho en casas de mala nota. Todo eso le proporciona un conocimiento bastante completo de la situación.

El humor, la ironía son un punto fundamental en sus novelas, en ‘Riña de gatos’ también.

El humor es un punto de vista del que un autor ya parte antes de escribir una obra. No es algo que yo utilice para aligerar la densidad de un texto, sino una postura previa que está presente en todas mis novelas, sobre todo cuando trato temas trascendentes.

Madrid, punto de agitación y de activismo, de comunistas, de anarquistas, de socialistas, de falangistas, de espías ... ¿hay un guiño a ‘Casablanca’ en su novela?

‘Casablanca’ siempre me atrajo por la intriga que la envuelve. La idea de hacer una novela de espías tipo Casablanca ha sido uno de los motores para escribir ‘Riña de gatos’. La intriga permite mover bien toda la acción, es un género muy agradecido, aunque también hay que llevar cuidado para que todos los cabos queden bien atados.

Vd. ha escrito mucho sobre Barcelona y ahora sobre Madrid, ¿qué diferencias literarias encuentra entre una y otra ciudades?

No es la primera vez que cambio de escenario. Cambiar de vez en cuando me parece estimulante. Al escribir de Madrid pretendía que fuese un escenario verdadero, pero no la protagonista de la novela como quería que ocurriese con Barcelona en otros libros. Deseaba contar la atmósfera que se vivía en Madrid durante aquellos meses de 1936. No es mi ciudad pero sí forma parte de mi vida personal porque tengo familia allí y acudo regularmente de visita. Creo que conozco bien sus barrios y me ha interesado mucho reconstruirla basándome en mis experiencias y mi imaginación, no siguiendo un mapa simplemente. Ambientarse en Madrid es parecido a documentarse sobre personajes, una experiencia enriquecedora.

Hablando de estas dos ciudades, el próximo lunes, a las 21.00 horas, el Barça y el Real Madrid se enfrentan, ¿qué va a pasar en este encuentro?

La verdad es que no lo sé, pero estoy preocupado, muy preocupado. Está abierto el partido, se admiten apuestas, no quiero pensar en una posibilidad sólo quiero pensar en la otra y estoy convencido de ella. En cambio, lo que ocurra el domingo me trae sin cuidado.

"Un protagonista extranjero da mucho juego, aporta un punto de vista libre y sin prejuicios"

Eduardo Mendoza, escritor
Redacción
lunes, 29 de noviembre de 2010, 08:00 h (CET)
a novela ganadora del Premio Planeta 2010, ‘Riña de gatos’, de Eduardo Mendoza, se centra en la visita a España de un súbdito inglés, Anthony Whitelands, experto en obras de arte, que viene a realizar la tasación de un supuesto cuadro inédito de Velázquez. Su llegada a Madrid se produce en marzo de 1936, cuando ya se estaba fraguando el golpe militar que desembocó en la Guerra Civil Española, cuando los ánimos comenzaban a exaltarse, cuando la capital de la II República era un hervidero de grupos de tendencias políticas opuestas, enormemente recelosos entre sí.




Eduardo Mendoza junto a la también escritora, Carmen Amoraga.

Herme Cerezo / SIGLO XXI

¿Por qué otra novela sobre la Guerra Civil?

La Guerra Civil tiene, ha tenido y tendrá un gran interés para todos nosotros. He querido tratar este asunto en clave ligera, bajo una perspectiva humorística, apartar nuestra perspectiva actual, demasiado personal, y dejar paso a un acontecimiento que cada vez más forma parte de la Historia, Historia con mayúscula. El libro lo he escrito en año y medio, pero su proceso de maduración ha sido mucho más largo, porque la primera idea me surgió en 1984.

Azaña y José Antonio aparecen en las páginas de ‘Riña de gatos, especialmente este último desempeña un papel importante.

Me interesaba algo muy español que hay en la figura de José Antonio. Pero no lo que él se creía de sí mismo, sino esa alegría tan nuestra con la que decidió que lo que le convenía a España era el fascismo, sin saber lo que significaba, y que valía la pena promover una guerra para imponer algo que no se conocía bien. Me apetecía hablar de alguien que pasó y resultó un mito vacío, que llenó calles y calles de las ciudades españolas con su nombre, un nombre que, finalmente, sólo sirvió para entonar gritos. José Antonio y Azaña eran como el Gordo y el Flaco: uno guapo, simpático y tontaina y el otro feo, antipático y verdaderamente inteligente.

En ‘La verdad sobre el Caso Savolta’, ‘Sin noticias de Gurb’ o en esta misma novela aparece un extranjero, ¿qué valor le aporta a sus obra el punto de vista de un foráneo?

Un personaje extranjero da mucho juego. Es como un detective que va alumbrando diferentes escenas y que llega a todas partes. Como técnica literaria resulta algo muy práctico. Además, como carece de prejuicios y se siente un poco desvalido, su punto de vista es interesante y libre y lo único de lo que puede valerse es de su propio talento.

En algún lugar he escuchado que a Vd. le gusta sentirse extranjero, ¿tiene algo que ver con esto?

No creo, aunque es verdad que me gusta sentirme extranjero. He vivido en Londres y Nueva York durante muchos años. Pero eso no quiere decir que sea un mal marido o un mal padre, no tiene nada que ver, únicamente significa que hay personas que son sedentarias y otras nómadas, y yo me siento nómada. Me gusta vivir fuera de casa.

Volvamos a la novela, ¿por qué precisamente un inglés como Whitelands?

Porque al estereotipo inglés se le supone una cierta imparcialidad y, aunque suene tópico, posee igualmente una connotación de tipo flemático poco dispuesto a dar la razón al primero que llega, un hombre imparcial, ni ignorante ni tonto, como buen inglés bastante golfo y que se pasa la mitad de tiempo juzgando con su mentalidad de Cambridge y la otra mitad borracho en casas de mala nota. Todo eso le proporciona un conocimiento bastante completo de la situación.

El humor, la ironía son un punto fundamental en sus novelas, en ‘Riña de gatos’ también.

El humor es un punto de vista del que un autor ya parte antes de escribir una obra. No es algo que yo utilice para aligerar la densidad de un texto, sino una postura previa que está presente en todas mis novelas, sobre todo cuando trato temas trascendentes.

Madrid, punto de agitación y de activismo, de comunistas, de anarquistas, de socialistas, de falangistas, de espías ... ¿hay un guiño a ‘Casablanca’ en su novela?

‘Casablanca’ siempre me atrajo por la intriga que la envuelve. La idea de hacer una novela de espías tipo Casablanca ha sido uno de los motores para escribir ‘Riña de gatos’. La intriga permite mover bien toda la acción, es un género muy agradecido, aunque también hay que llevar cuidado para que todos los cabos queden bien atados.

Vd. ha escrito mucho sobre Barcelona y ahora sobre Madrid, ¿qué diferencias literarias encuentra entre una y otra ciudades?

No es la primera vez que cambio de escenario. Cambiar de vez en cuando me parece estimulante. Al escribir de Madrid pretendía que fuese un escenario verdadero, pero no la protagonista de la novela como quería que ocurriese con Barcelona en otros libros. Deseaba contar la atmósfera que se vivía en Madrid durante aquellos meses de 1936. No es mi ciudad pero sí forma parte de mi vida personal porque tengo familia allí y acudo regularmente de visita. Creo que conozco bien sus barrios y me ha interesado mucho reconstruirla basándome en mis experiencias y mi imaginación, no siguiendo un mapa simplemente. Ambientarse en Madrid es parecido a documentarse sobre personajes, una experiencia enriquecedora.

Hablando de estas dos ciudades, el próximo lunes, a las 21.00 horas, el Barça y el Real Madrid se enfrentan, ¿qué va a pasar en este encuentro?

La verdad es que no lo sé, pero estoy preocupado, muy preocupado. Está abierto el partido, se admiten apuestas, no quiero pensar en una posibilidad sólo quiero pensar en la otra y estoy convencido de ella. En cambio, lo que ocurra el domingo me trae sin cuidado.

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