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Ana Rodríguez

A Serbian Film: Una polémica poco consistente

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Cuando en la rueda de prensa del Festival de Sitges 2010 la primera pregunta que se formuló fue si el Festival había contemplado, como en ediciones anteriores, poner ambulancias a la salida de la proyección de A Serbian Film, quedaba claro que ésta iba a ser la película polémica de la edición. Más aún, cuando en su respuesta, Ángel Sala, director del Festival de Sitges, mencionó que había visto A Serbian Film una única vez y que no la volvería a ver nunca más en su vida.

Poco después, en el programa Las mañanas de Cuatro, Concha García Campoy y sus contertulios debatían sobre la película a raíz de una crónica publicada en el diario El Mundo. Ni la presentadora ni los tertulianos habían visto la película, sin embargo algunos de ellos se pronunciaban a favor de su prohibición y exhortaban a Ángel Sala, que intervino en directo con bastante poco tino, por cierto, a pedir disculpas por el mero hecho de programar la película.

En la red, Nacho Vigalondo, desde su blog, contestaba a Concha y a su equipo recordando que “Tenemos un problema asombroso si todavía seguimos confundiendo un hecho con su representación”, y efectivamente, parece que lo tenemos, porque el último peldaño de esta polémica es la guinda que necesita todo escándalo que se precie: el veto a la exhibición del film en la XXI Semana de Cine Fantástico y de Terror de Donosti tras, como se explica en este mismo diario, la demanda interpuesta por la Confederación Católica Nacional de Padres de Familia y Padres de Alumnos.

Lo cierto es que, en general, la polémica alrededor de la cinta serbia es bastante decepcionante y pobretona. No hay un planteamiento serio sobre los modelos de representación del terror contemporáneo, sobre los códigos de la violencia –debate en el que indagaba Funny Games, desde otro punto de vista, en su día- o sobre si todas las imágenes son válidas en el contexto de una película o de una obra –asunto que latía bajo 14 Días con Víctor, también estrenada en Sitges, entre otras cuestiones sobre el fin y los medios-. En este caso, más bien nos hemos dado de bruces con escándalos de opereta y colmillos de censura que actúan conforme a un miedo primitivo que ve en el arte el germen de una desestabilización moral inconveniente, y que parece tratar de protegernos, a toda costa, de nuestra propia abyección. Para ello no basta con no comprarse la entrada, parece que hay que tomar cartas “serias” en el asunto.

A Serbian Film es una piedra tirada a la cabeza del espectador, para que despierte, sangre y reaccione. Lo es también Life and Death of a Porno Gang, la otra perla del underground serbio que llegó al Festival de Sitges y que, siendo posiblemente mejor película que A Serbian Film –bajo la forma de un falso documental ultratrash-, no ha generado polémica y ha pasado sin pena ni gloria. Ambas, que parecen dos versiones de una misma propuesta, y que se complementan de maneras insospechadas, tienen la capacidad de cuestionar la validez del género de terror para representar el horror real, histórico. De ahí que en ambas parezcan quedarse cortas las convenciones –incluso las subversiones- del género y se perfile necesaria la búsqueda de nuevos materiales en géneros vinculados con lo real: del porno al snuff. Lejos de analizar esos géneros desde los géneros conocidos y aceptados, los films adoptan en más de un momento las maneras de las películas pornográficas y las snuffmovies, aunque se utilizan como medios, no como fines. Morbo y manualidades, déjenlas para otras cintas, aquí se asiste a una solidificación del género como metáfora de un proceso de abyección, individual y colectiva, que abarca de la memoria de guerra hasta sus secuelas en el presente. “La pornografía de cada día”, como la describe su director. Podredumbre estructural y ecos de las luchas de “hermano contra hermano”, según Srdjan Spasojevic, en la archimencionada escena de la violación. Discurso político construido con las entrañas, con grandes simplificaciones y debilidades varias, desde luego, pero con un poderoso torrente insano que deviene en grito para la sanación.

Desgraciadamente, no parece que estemos ante el film de un europeo jugando a ser el último enfant terrible o el último provocador. Quizás Irreversible, aquella película que también incendió sensibilidades en su día, estaba más cerca de ese peligroso juego que A Serbian Film, cuya increíble desolación y rabia, su extenuante vómito visual y su patente agresividad moral nos dan la dimensión del pasado y el contexto real que hay detrás de la película, el cual debería ser el verdadero foco de atención y de polémica. Una polémica que hablaría mejor de nosotros si fuera rica en ideas y no rica en vetos.

A Serbian Film: Una polémica poco consistente

Ana Rodríguez
Ana Rodríguez
viernes, 12 de noviembre de 2010, 09:18 h (CET)
Cuando en la rueda de prensa del Festival de Sitges 2010 la primera pregunta que se formuló fue si el Festival había contemplado, como en ediciones anteriores, poner ambulancias a la salida de la proyección de A Serbian Film, quedaba claro que ésta iba a ser la película polémica de la edición. Más aún, cuando en su respuesta, Ángel Sala, director del Festival de Sitges, mencionó que había visto A Serbian Film una única vez y que no la volvería a ver nunca más en su vida.

Poco después, en el programa Las mañanas de Cuatro, Concha García Campoy y sus contertulios debatían sobre la película a raíz de una crónica publicada en el diario El Mundo. Ni la presentadora ni los tertulianos habían visto la película, sin embargo algunos de ellos se pronunciaban a favor de su prohibición y exhortaban a Ángel Sala, que intervino en directo con bastante poco tino, por cierto, a pedir disculpas por el mero hecho de programar la película.

En la red, Nacho Vigalondo, desde su blog, contestaba a Concha y a su equipo recordando que “Tenemos un problema asombroso si todavía seguimos confundiendo un hecho con su representación”, y efectivamente, parece que lo tenemos, porque el último peldaño de esta polémica es la guinda que necesita todo escándalo que se precie: el veto a la exhibición del film en la XXI Semana de Cine Fantástico y de Terror de Donosti tras, como se explica en este mismo diario, la demanda interpuesta por la Confederación Católica Nacional de Padres de Familia y Padres de Alumnos.

Lo cierto es que, en general, la polémica alrededor de la cinta serbia es bastante decepcionante y pobretona. No hay un planteamiento serio sobre los modelos de representación del terror contemporáneo, sobre los códigos de la violencia –debate en el que indagaba Funny Games, desde otro punto de vista, en su día- o sobre si todas las imágenes son válidas en el contexto de una película o de una obra –asunto que latía bajo 14 Días con Víctor, también estrenada en Sitges, entre otras cuestiones sobre el fin y los medios-. En este caso, más bien nos hemos dado de bruces con escándalos de opereta y colmillos de censura que actúan conforme a un miedo primitivo que ve en el arte el germen de una desestabilización moral inconveniente, y que parece tratar de protegernos, a toda costa, de nuestra propia abyección. Para ello no basta con no comprarse la entrada, parece que hay que tomar cartas “serias” en el asunto.

A Serbian Film es una piedra tirada a la cabeza del espectador, para que despierte, sangre y reaccione. Lo es también Life and Death of a Porno Gang, la otra perla del underground serbio que llegó al Festival de Sitges y que, siendo posiblemente mejor película que A Serbian Film –bajo la forma de un falso documental ultratrash-, no ha generado polémica y ha pasado sin pena ni gloria. Ambas, que parecen dos versiones de una misma propuesta, y que se complementan de maneras insospechadas, tienen la capacidad de cuestionar la validez del género de terror para representar el horror real, histórico. De ahí que en ambas parezcan quedarse cortas las convenciones –incluso las subversiones- del género y se perfile necesaria la búsqueda de nuevos materiales en géneros vinculados con lo real: del porno al snuff. Lejos de analizar esos géneros desde los géneros conocidos y aceptados, los films adoptan en más de un momento las maneras de las películas pornográficas y las snuffmovies, aunque se utilizan como medios, no como fines. Morbo y manualidades, déjenlas para otras cintas, aquí se asiste a una solidificación del género como metáfora de un proceso de abyección, individual y colectiva, que abarca de la memoria de guerra hasta sus secuelas en el presente. “La pornografía de cada día”, como la describe su director. Podredumbre estructural y ecos de las luchas de “hermano contra hermano”, según Srdjan Spasojevic, en la archimencionada escena de la violación. Discurso político construido con las entrañas, con grandes simplificaciones y debilidades varias, desde luego, pero con un poderoso torrente insano que deviene en grito para la sanación.

Desgraciadamente, no parece que estemos ante el film de un europeo jugando a ser el último enfant terrible o el último provocador. Quizás Irreversible, aquella película que también incendió sensibilidades en su día, estaba más cerca de ese peligroso juego que A Serbian Film, cuya increíble desolación y rabia, su extenuante vómito visual y su patente agresividad moral nos dan la dimensión del pasado y el contexto real que hay detrás de la película, el cual debería ser el verdadero foco de atención y de polémica. Una polémica que hablaría mejor de nosotros si fuera rica en ideas y no rica en vetos.

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