Siglo XXI. Diario digital independiente, plural y abierto. Noticias y opinión
Viajes y Lugares Tienda Siglo XXI Grupo Siglo XXI
21º ANIVERSARIO
Fundado en noviembre de 2003
Cine
Etiquetas | Bajo la influencia
Ana Rodríguez

¿Clases de catalán encubiertas?

|

Larga es la picabaralla, por usar un término acorde con el asunto, entre las majors y la Generalitat de Cataluña. Si la Generalitat legisla para conseguir que el 50% de las copias distribuidas por las majors estén dobladas al catalán, éstas responden que sólo entienden de economía, y que no les sale rentable respetar las particularidades idiomáticas del estado español. Es más, están dispuestas a obstaculizar la llegada de títulos a Festivales de cine catalanes, como ya ha sucedido en el último Festival de Sitges, o a desplazar parte del negocio del doblaje a tierras mesetarias, donde no se andan por las ramas de las lenguas, cuando no, a pasarse por el forro del celuloide el tema del doblaje y estrenar lo último en blockbusters en Versión Original, pero sin subtítulos.

No hay demanda de cine en catalán, alegan, no van a crear una oferta para algo que el público no pide, aunque la realidad es que resulta un poco difícil saber si realmente no existe demanda para un cine doblado en catalán, puesto que los estrenos doblados a este idioma son tan anecdóticos que la afluencia de público a los mismos apenas debe poder constituir una verdadera estadística. En cualquier caso, la idea –real o no- de que el público catalán no está interesado en el doblaje en catalán me lleva a preguntarme un poco más en serio una vieja sospecha: ¿y si el problema era la sopa y no cuántos cuencos de cada color había? Es decir: ¿y si el asunto a debate es la calidad de ese doblaje y no las estrategias y picabaralles –peleas, por cierto, en su traducción al castellano- entre Generalitat y majors?

El doblaje en catalán siempre me ha sonado lletraferit, por seguir usando términos del idioma del que hablamos. Lletraferit no tiene traducción directa al castellano, literalmente es letraherido, y significa afectado, de diccionario. En las películas dobladas al catalán, a veces uno tiene la sensación de estar oyendo un catalán excesivamente perfecto, hasta el punto de que, en ocasiones, el doblaje se erige en voz infiel a las voces de los personajes, a su manera lógica de hablar según su procedencia, su clase social y cultural.

No se trata de empezar a dar patadas al diccionario. El doblaje en castellano es también de un castellano correcto, pero mi sospecha es que bajo el doblaje en catalán se esconden clases de catalán encubiertas para los propios catalanes, parte de esa política de defensa idiomática que nos recuerda, y todas las ocasiones son buenas -también la sala de cine-, que le damos mil patadas a la lengua todos los días y que hablar bien no cuesta nada.

Pero el cine, para infortunio de algunos, es un territorio de emociones que a veces no entiende muy bien de algunos de estos asuntos, o por lo menos, el público que acude a verlo no está por depuraciones lingüísticas. Más, si ese mismo público ha crecido y sentido el cine en castellano y todo su imaginario fílmico tiene como sustrato el castellano –salvedades de los acérrimos de la versión original-.

Animales de costumbres, como el resto, no les (nos) resulta quizás tan sencillo cambiar de voces, cambiar de sonoridad cinematográfica y de estilo de doblaje. Un doblaje que ganaría muchos puntos si dejara un poco de lado la hipercorrección y no tuviera miedo a la contaminación de la lengua, a que ésta se ensucie y se revuelque por el lodo de la realidad, asumiendo, incluso, la inevitable influencia del castellano.

Todo ello por un propósito más que legítimo, y es que cada público tenga la posibilidad de oír y sentir el cine en su propia lengua.

¿Clases de catalán encubiertas?

Ana Rodríguez
Ana Rodríguez
viernes, 29 de octubre de 2010, 09:41 h (CET)
Larga es la picabaralla, por usar un término acorde con el asunto, entre las majors y la Generalitat de Cataluña. Si la Generalitat legisla para conseguir que el 50% de las copias distribuidas por las majors estén dobladas al catalán, éstas responden que sólo entienden de economía, y que no les sale rentable respetar las particularidades idiomáticas del estado español. Es más, están dispuestas a obstaculizar la llegada de títulos a Festivales de cine catalanes, como ya ha sucedido en el último Festival de Sitges, o a desplazar parte del negocio del doblaje a tierras mesetarias, donde no se andan por las ramas de las lenguas, cuando no, a pasarse por el forro del celuloide el tema del doblaje y estrenar lo último en blockbusters en Versión Original, pero sin subtítulos.

No hay demanda de cine en catalán, alegan, no van a crear una oferta para algo que el público no pide, aunque la realidad es que resulta un poco difícil saber si realmente no existe demanda para un cine doblado en catalán, puesto que los estrenos doblados a este idioma son tan anecdóticos que la afluencia de público a los mismos apenas debe poder constituir una verdadera estadística. En cualquier caso, la idea –real o no- de que el público catalán no está interesado en el doblaje en catalán me lleva a preguntarme un poco más en serio una vieja sospecha: ¿y si el problema era la sopa y no cuántos cuencos de cada color había? Es decir: ¿y si el asunto a debate es la calidad de ese doblaje y no las estrategias y picabaralles –peleas, por cierto, en su traducción al castellano- entre Generalitat y majors?

El doblaje en catalán siempre me ha sonado lletraferit, por seguir usando términos del idioma del que hablamos. Lletraferit no tiene traducción directa al castellano, literalmente es letraherido, y significa afectado, de diccionario. En las películas dobladas al catalán, a veces uno tiene la sensación de estar oyendo un catalán excesivamente perfecto, hasta el punto de que, en ocasiones, el doblaje se erige en voz infiel a las voces de los personajes, a su manera lógica de hablar según su procedencia, su clase social y cultural.

No se trata de empezar a dar patadas al diccionario. El doblaje en castellano es también de un castellano correcto, pero mi sospecha es que bajo el doblaje en catalán se esconden clases de catalán encubiertas para los propios catalanes, parte de esa política de defensa idiomática que nos recuerda, y todas las ocasiones son buenas -también la sala de cine-, que le damos mil patadas a la lengua todos los días y que hablar bien no cuesta nada.

Pero el cine, para infortunio de algunos, es un territorio de emociones que a veces no entiende muy bien de algunos de estos asuntos, o por lo menos, el público que acude a verlo no está por depuraciones lingüísticas. Más, si ese mismo público ha crecido y sentido el cine en castellano y todo su imaginario fílmico tiene como sustrato el castellano –salvedades de los acérrimos de la versión original-.

Animales de costumbres, como el resto, no les (nos) resulta quizás tan sencillo cambiar de voces, cambiar de sonoridad cinematográfica y de estilo de doblaje. Un doblaje que ganaría muchos puntos si dejara un poco de lado la hipercorrección y no tuviera miedo a la contaminación de la lengua, a que ésta se ensucie y se revuelque por el lodo de la realidad, asumiendo, incluso, la inevitable influencia del castellano.

Todo ello por un propósito más que legítimo, y es que cada público tenga la posibilidad de oír y sentir el cine en su propia lengua.

Noticias relacionadas

La directora Justine Triet se hizo con la Palma de Oro en Cannes, así como con el Óscar al Mejor Guion Original, dos Globos de Oro y un BAFTA, entre muchos otros reconocimientos, gracias a este thriller judicial escrito a cuatro manos junto a Arthur Harari.

Adolfo Aristarain está en todas las películas que ha escrito y dirigido: en La parte del león, Tiempo de revancha, Un lugar en el mundo, La ley de la frontera, Martín (Hache), Lugares comunes y Roma -por el momento, su último trabajo-. Y no solo en un personaje, sino en todos los que reflejan su preocupación por encontrar un lugar en el mundo. Él ha encontrado el suyo en Buenos Aires, donde recibió la noticia de que la Academia de Cine le había concedido la Medalla de Oro 2024.

En la España de posguerra, y con un ambiente opresivo de curas ultra franquistas que obligan a sus alumnos a entonar la cara al sol como si les fuera la vida en ello, Ricardo, un buen padre de familia, intelectual de izquierdas, se verá obligado a vivir escondido en su propia casa haciéndose pasar por muerto. Mientras, su mujer Elena será acosada por un joven diácono que atraviesa una fuerte crisis vital.

 
Quiénes somos  |   Sobre nosotros  |   Contacto  |   Aviso legal  |   Suscríbete a nuestra RSS Síguenos en Linkedin Síguenos en Facebook Síguenos en Twitter   |  
© Diario Siglo XXI. Periódico digital independiente, plural y abierto | Director: Guillermo Peris Peris
© Diario Siglo XXI. Periódico digital independiente, plural y abierto