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Luis Alcázar

“Hispania, la leyenda” o cómo imitar a “Gladiator”

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De todos los titulares que ha dado la serie de Antena 3, me quedo con el siguiente: “Respetable y ambiciosa”. Y es que es la mejor manera de describir este intento de calidad. Respetable porque eleva la media de las últimas producciones. Y ambiciosa porque tiene ganas de ser mejor. Pero aún le queda mucho para conseguirlo.

Lo primero, la originalidad. Y no porque yo sea de los que opina que inspirarse en obras anteriores es censurable. Todo lo contrario. Pero de la inspiración a la imitación ramplona va un trecho. Las imágenes utilizadas en la autopromoción eran copias literales de escenas del ya clásico “Gladiator”. Para la música no deberían haberse molestado ni en contratar a alguien: el fusilamiento de la banda sonora que compuso Hans Zimmer para la película de Ridley Scott es patente y notorio. La trama de héroe vengador de las injusticias contra el poder usurpador, el protagonista paseando por campos de cereal... En fin, que habría de titularse “Viriator”.

Pero consigue que a ratos nos olvidemos de que no es más que una mala imitación. Un Lluís Homar con oficio consigue un creíble Galba. De hecho son los mejores momentos de la serie, con una ambientación cuidada, bien escrita y bien rodada. Y se concede ciertos lujos de superproducción, como los planos generales de los campamentos romanos.

Luego vienen los malos momentos. Las localizaciones son vulgares, olvidando que en España hay una inmensa riqueza de paisajes. La nula vocalización de actores como Juan José Ballesta, que parece que acaba de colgar el uniforme de reponedor del Carrefour (con todos mis respetos para estos trabajadores). Los romanos poniendo carteles escritos en perfecto castellano para ofrecer una recompensa por Viriato al más puro estilo del oeste. Las estáticas escenas de acción, que adolecen de una gran falta de variedad de planos... Y Roberto Enríquez, algo blandito, por mucho que gesticule odiando a Lluís Homar.

Claro que en todo eso también imitan, sin querer, a “Gladiator”: pensar que se puede ir desde Germania a Emérita Augusta herido y a caballo en un santiamén es casi como sugerir que la esposa de Galba va desde Hispania a Roma en... ¡silla de mano! Los porteadores debían de ser un portento.

A pesar de todo, la producción se merece mi respeto e incluso un aplauso. Hay que elogiar el esfuerzo. Si se sigue por este camino llegarán obras mejores. Mientras tanto, quizá series como ésta hagan cerrar muchas bocas sobre lo que “nos merecemos” los espectadores o sobre lo que “nos gusta”. No hay más que echar un vistazo a la audiencia de Antena 3 el día del estreno de “Hispania”:

Hispania, la leyenda. Episodio 1 22'7% 4.768.000 espectadores
El club del chiste 7'3% 1.430.000 espectadores
Informe 3 10'1% 878.000 espectadores

La conclusión es obvia: la excusa de “hacemos telebasura porque es lo que la gente quiere” no es más que eso. Una excusa. La hacen porque es más barata y, por tanto, más rentable. Pero entonces que lo digan claramente, que no se escuden en nuestros gustos.

“Hispania, la leyenda” o cómo imitar a “Gladiator”

Luis Alcázar
Luis Alcázar
jueves, 28 de octubre de 2010, 08:08 h (CET)
De todos los titulares que ha dado la serie de Antena 3, me quedo con el siguiente: “Respetable y ambiciosa”. Y es que es la mejor manera de describir este intento de calidad. Respetable porque eleva la media de las últimas producciones. Y ambiciosa porque tiene ganas de ser mejor. Pero aún le queda mucho para conseguirlo.

Lo primero, la originalidad. Y no porque yo sea de los que opina que inspirarse en obras anteriores es censurable. Todo lo contrario. Pero de la inspiración a la imitación ramplona va un trecho. Las imágenes utilizadas en la autopromoción eran copias literales de escenas del ya clásico “Gladiator”. Para la música no deberían haberse molestado ni en contratar a alguien: el fusilamiento de la banda sonora que compuso Hans Zimmer para la película de Ridley Scott es patente y notorio. La trama de héroe vengador de las injusticias contra el poder usurpador, el protagonista paseando por campos de cereal... En fin, que habría de titularse “Viriator”.

Pero consigue que a ratos nos olvidemos de que no es más que una mala imitación. Un Lluís Homar con oficio consigue un creíble Galba. De hecho son los mejores momentos de la serie, con una ambientación cuidada, bien escrita y bien rodada. Y se concede ciertos lujos de superproducción, como los planos generales de los campamentos romanos.

Luego vienen los malos momentos. Las localizaciones son vulgares, olvidando que en España hay una inmensa riqueza de paisajes. La nula vocalización de actores como Juan José Ballesta, que parece que acaba de colgar el uniforme de reponedor del Carrefour (con todos mis respetos para estos trabajadores). Los romanos poniendo carteles escritos en perfecto castellano para ofrecer una recompensa por Viriato al más puro estilo del oeste. Las estáticas escenas de acción, que adolecen de una gran falta de variedad de planos... Y Roberto Enríquez, algo blandito, por mucho que gesticule odiando a Lluís Homar.

Claro que en todo eso también imitan, sin querer, a “Gladiator”: pensar que se puede ir desde Germania a Emérita Augusta herido y a caballo en un santiamén es casi como sugerir que la esposa de Galba va desde Hispania a Roma en... ¡silla de mano! Los porteadores debían de ser un portento.

A pesar de todo, la producción se merece mi respeto e incluso un aplauso. Hay que elogiar el esfuerzo. Si se sigue por este camino llegarán obras mejores. Mientras tanto, quizá series como ésta hagan cerrar muchas bocas sobre lo que “nos merecemos” los espectadores o sobre lo que “nos gusta”. No hay más que echar un vistazo a la audiencia de Antena 3 el día del estreno de “Hispania”:

Hispania, la leyenda. Episodio 1 22'7% 4.768.000 espectadores
El club del chiste 7'3% 1.430.000 espectadores
Informe 3 10'1% 878.000 espectadores

La conclusión es obvia: la excusa de “hacemos telebasura porque es lo que la gente quiere” no es más que eso. Una excusa. La hacen porque es más barata y, por tanto, más rentable. Pero entonces que lo digan claramente, que no se escuden en nuestros gustos.

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