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Omar Salinas García

México-Centroamérica. La frontera olvidada

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En nuestra cotidianidad solemos escuchar en los noticieros o cuando leemos los diarios, notas referentes a la migración de mexicanos hacia Estados Unidos, así como protestas recurrentes por el trato que reciben los migrantes nacionales tanto de la patrulla fronteriza como de los gobiernos de los distintos estados americanos, en especial de los que colindan con México; y en general, protestas por el trato discriminatorio que reciben al ser considerados amenazas para la estabilidad económica y social del vecino país del norte.

Pero poco se escucha de las extorsiones, secuestros, violación a los derechos humanos y maltrato físico que reciben los migrantes centroamericanos a su paso por la frontera sur de México, que sirve como puente para llegar al anhelado “sueño americano”. Según cifras del Instituto Nacional de Migración, el flujo de indocumentados centroamericanos es de alrededor de 500,000 personas al año, de los cuáles una mínima porción logra cruzar con éxito la frontera México-Estados Unidos. Son 5 mil kilómetros los que tienen que atravesar los centroamericanos para llegar a la frontera estadounidense, sin embargo eso no es lo peor; son víctimas de asaltos, robos y violaciones sexuales, en especial las mujeres. En este problema de la migración existen dos sectores con los cuales no pueden lidiar todas estas personas indocumentadas. El primero de ellos es el propio gobierno mexicano, ya que la corrupción y abusos de autoridad por parte de elementos del Ejército Mexicano o de la Marina Armada de México se hace presente para obstaculizar el flujo migratorio, pero no sólo como “deber del gobierno nacional”, sino también con la intención de dañar físicamente a los indocumentados centroamericanos. En el caso de los grupos de mujeres que llegan a la frontera mexicana, la agencia mexicana de noticias CIMAC (Comunicación e Información de la Mujer), ha documentado que “el porcentaje de mujeres centroamericanas detenidas en el país creció de 16.7% en 2003 a 21.3% en 2005. Además, al aumentar el número de mujeres migrantes, la cantidad de abusos y explotación también se ha incrementado: abusos a derechos humanos, corrupción, tráfico de migrantes y trata de personas. Cabe señalar que la mayoría de las migrantes son jóvenes, en edad productiva y reproductiva.” Además, CIMAC señala que existen muchas trabajadoras domésticas en el sureste mexicano, que sobreviven con un sueldo mucho menor al que trabajaría un hombre, además que las jornadas laborales son esclavizantes y continuamente se reportan abusos sexuales por parte de sus patrones.

El otro sector que ataca a los migrantes en la frontera sur de México-Guatemala, y que el gobierno de México no ha podido ni ha querido erradicar, son los grupos de crimen organizado, como “Los Zetas”. Este grupo delictivo, en el que su poder traspasa fronteras, comenzó a secuestrar a los inmigrantes que pasan por Tabasco, Veracruz y Tamaulipas, siendo más notorio a partir de 2007, semanas después de que el presidente Felipe Calderón anunciara su estrategia para terminar con el crimen organizado, específicamente el narcotráfico. Estrategia que hasta el día de hoy está comprobada que no ha funcionado y que tiene a México sumido en una catástrofe de seguridad nunca antes vista. El periodista Óscar Martínez, autor del libro “Los inmigrantes que no importan”, señala que “Los Zetas” han convertido el secuestro de los inmigrantes en negocio, en el que además las mujeres privadas de su libertad son obligadas a prostituirse. Enfatiza que “es un negocio en el que el crimen organizado se convierte en Estado, con el respaldo de la corrupción institucional. Y un negocio en el que no hay espacio para el inmigrante sin recursos.” Según cifras de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos, 10 mil personas centroamericanas han sido secuestradas en los últimos seis meses.

Esta es una realidad que se vive día a día en la frontera sur de México, y el gobierno mexicano sólo se dedica a condenar y a buscar culpables improvisados por los hechos sucedidos, como en el caso de los 72 inmigrantes centroamericanos asesinados en Tamaulipas, hace un par de meses.

Efectivamente es responsabilidad del gobierno hacer justicia ante los actos tanto de violación de derechos humanos como de asesinatos de inmigrantes, pero eso no basta. Es necesario que exista una reglamentación en el tema de migración, en coordinación con los gobiernos de los países centroamericanos, en especial con Guatemala, El Salvador y Honduras, que son los países de origen de la mayoría de los migrantes. Si se lleva a cabo un análisis preciso de la situación de la migración, en especial de los motivos por los que ésta se da, se encuentra que el motivo principal es la falta de empleo en sus lugares de origen, lo que conlleva a una búsqueda de trabajo en otros lados, incluso si esto significa establecerse en un lugar desconocido, como sucede con los migrantes; además el movimiento migratorio lleva implícito enfrentamientos sociales y de identidad, puesto que en otros lados son vistos como personas inferiores, tanto por su aspecto físico, como por su lenguaje y tradiciones culturales. El gobierno de México, hasta hace poco tiempo, seguía insistiendo en una reforma migratoria en Estados Unidos, sin que esta haya tenido éxito, con el argumento de que el preocupaba la situación por la que estaban pasando sus nacionales en territorio americano; sin embargo, al gobierno mexicano se la ha olvidado que existe también una frontera hacia el sur, y que el trato que ahí se da durante la detención y estancia de los migrantes es más crítico que el que reciben los mexicanos en la frontera norte. De poco sirve que exista una comisión en México que se encargue de la defensa de los derechos humanos (la CNDH), si no lleva a cabo las acciones necesarias, pero sobre todo inmediatas, para terminar con las situaciones infrahumanas que viven los migrantes, como explotación laboral y sexual, violencia física y sexual, secuestros y asaltos. El tema migratorio, visto tanto de los mexicanos que cruzan para llegar a Estados Unidos, como de los centroamericanos que cruzan México para llegar a la Unión Americana, necesita una cooperación entre todos los países para concretar legislaciones que protejan a los migrantes y que a la vez las naciones tengan un beneficio de contar con un intercambio de recursos humanos que ayudan a la economía de cada lugar; así como instrumentos que eviten que las personas salgan de sus países, que tendría que ser generación de empleos y oportunidades verdaderas y tangibles para que lleven una vida digna y puedan satisfacer sus necesidades más básicas. Por lo que respecta a México y la frontera sur, poco interés se ha visto de las autoridades mexicanas por llevar el problema a un ámbito de discusión, análisis y propuestas de solución, al menos hasta hoy; debido a ello, la frontera sur, colindante con Centroamérica, seguirá siendo la frontera olvidada.

México-Centroamérica. La frontera olvidada

Omar Salinas García
Omar Salinas García
jueves, 28 de octubre de 2010, 07:35 h (CET)
En nuestra cotidianidad solemos escuchar en los noticieros o cuando leemos los diarios, notas referentes a la migración de mexicanos hacia Estados Unidos, así como protestas recurrentes por el trato que reciben los migrantes nacionales tanto de la patrulla fronteriza como de los gobiernos de los distintos estados americanos, en especial de los que colindan con México; y en general, protestas por el trato discriminatorio que reciben al ser considerados amenazas para la estabilidad económica y social del vecino país del norte.

Pero poco se escucha de las extorsiones, secuestros, violación a los derechos humanos y maltrato físico que reciben los migrantes centroamericanos a su paso por la frontera sur de México, que sirve como puente para llegar al anhelado “sueño americano”. Según cifras del Instituto Nacional de Migración, el flujo de indocumentados centroamericanos es de alrededor de 500,000 personas al año, de los cuáles una mínima porción logra cruzar con éxito la frontera México-Estados Unidos. Son 5 mil kilómetros los que tienen que atravesar los centroamericanos para llegar a la frontera estadounidense, sin embargo eso no es lo peor; son víctimas de asaltos, robos y violaciones sexuales, en especial las mujeres. En este problema de la migración existen dos sectores con los cuales no pueden lidiar todas estas personas indocumentadas. El primero de ellos es el propio gobierno mexicano, ya que la corrupción y abusos de autoridad por parte de elementos del Ejército Mexicano o de la Marina Armada de México se hace presente para obstaculizar el flujo migratorio, pero no sólo como “deber del gobierno nacional”, sino también con la intención de dañar físicamente a los indocumentados centroamericanos. En el caso de los grupos de mujeres que llegan a la frontera mexicana, la agencia mexicana de noticias CIMAC (Comunicación e Información de la Mujer), ha documentado que “el porcentaje de mujeres centroamericanas detenidas en el país creció de 16.7% en 2003 a 21.3% en 2005. Además, al aumentar el número de mujeres migrantes, la cantidad de abusos y explotación también se ha incrementado: abusos a derechos humanos, corrupción, tráfico de migrantes y trata de personas. Cabe señalar que la mayoría de las migrantes son jóvenes, en edad productiva y reproductiva.” Además, CIMAC señala que existen muchas trabajadoras domésticas en el sureste mexicano, que sobreviven con un sueldo mucho menor al que trabajaría un hombre, además que las jornadas laborales son esclavizantes y continuamente se reportan abusos sexuales por parte de sus patrones.

El otro sector que ataca a los migrantes en la frontera sur de México-Guatemala, y que el gobierno de México no ha podido ni ha querido erradicar, son los grupos de crimen organizado, como “Los Zetas”. Este grupo delictivo, en el que su poder traspasa fronteras, comenzó a secuestrar a los inmigrantes que pasan por Tabasco, Veracruz y Tamaulipas, siendo más notorio a partir de 2007, semanas después de que el presidente Felipe Calderón anunciara su estrategia para terminar con el crimen organizado, específicamente el narcotráfico. Estrategia que hasta el día de hoy está comprobada que no ha funcionado y que tiene a México sumido en una catástrofe de seguridad nunca antes vista. El periodista Óscar Martínez, autor del libro “Los inmigrantes que no importan”, señala que “Los Zetas” han convertido el secuestro de los inmigrantes en negocio, en el que además las mujeres privadas de su libertad son obligadas a prostituirse. Enfatiza que “es un negocio en el que el crimen organizado se convierte en Estado, con el respaldo de la corrupción institucional. Y un negocio en el que no hay espacio para el inmigrante sin recursos.” Según cifras de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos, 10 mil personas centroamericanas han sido secuestradas en los últimos seis meses.

Esta es una realidad que se vive día a día en la frontera sur de México, y el gobierno mexicano sólo se dedica a condenar y a buscar culpables improvisados por los hechos sucedidos, como en el caso de los 72 inmigrantes centroamericanos asesinados en Tamaulipas, hace un par de meses.

Efectivamente es responsabilidad del gobierno hacer justicia ante los actos tanto de violación de derechos humanos como de asesinatos de inmigrantes, pero eso no basta. Es necesario que exista una reglamentación en el tema de migración, en coordinación con los gobiernos de los países centroamericanos, en especial con Guatemala, El Salvador y Honduras, que son los países de origen de la mayoría de los migrantes. Si se lleva a cabo un análisis preciso de la situación de la migración, en especial de los motivos por los que ésta se da, se encuentra que el motivo principal es la falta de empleo en sus lugares de origen, lo que conlleva a una búsqueda de trabajo en otros lados, incluso si esto significa establecerse en un lugar desconocido, como sucede con los migrantes; además el movimiento migratorio lleva implícito enfrentamientos sociales y de identidad, puesto que en otros lados son vistos como personas inferiores, tanto por su aspecto físico, como por su lenguaje y tradiciones culturales. El gobierno de México, hasta hace poco tiempo, seguía insistiendo en una reforma migratoria en Estados Unidos, sin que esta haya tenido éxito, con el argumento de que el preocupaba la situación por la que estaban pasando sus nacionales en territorio americano; sin embargo, al gobierno mexicano se la ha olvidado que existe también una frontera hacia el sur, y que el trato que ahí se da durante la detención y estancia de los migrantes es más crítico que el que reciben los mexicanos en la frontera norte. De poco sirve que exista una comisión en México que se encargue de la defensa de los derechos humanos (la CNDH), si no lleva a cabo las acciones necesarias, pero sobre todo inmediatas, para terminar con las situaciones infrahumanas que viven los migrantes, como explotación laboral y sexual, violencia física y sexual, secuestros y asaltos. El tema migratorio, visto tanto de los mexicanos que cruzan para llegar a Estados Unidos, como de los centroamericanos que cruzan México para llegar a la Unión Americana, necesita una cooperación entre todos los países para concretar legislaciones que protejan a los migrantes y que a la vez las naciones tengan un beneficio de contar con un intercambio de recursos humanos que ayudan a la economía de cada lugar; así como instrumentos que eviten que las personas salgan de sus países, que tendría que ser generación de empleos y oportunidades verdaderas y tangibles para que lleven una vida digna y puedan satisfacer sus necesidades más básicas. Por lo que respecta a México y la frontera sur, poco interés se ha visto de las autoridades mexicanas por llevar el problema a un ámbito de discusión, análisis y propuestas de solución, al menos hasta hoy; debido a ello, la frontera sur, colindante con Centroamérica, seguirá siendo la frontera olvidada.

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