Es un hecho: a casi todo grupo o artista le llega un momento en que se pasa al formato acústico o, simplemente, se vuelve más calmado. Llámalo calma, llámalo experimentación, pero el caso es que la furia juvenil de antaño se termina por diluir con el tiempo. Esto no tiene por qué ser algo malo, sólo es diferente. Hay bandas que, en un momento dado, se abrazan a la guitarra acústica para no volver a soltarla, y otras que sólo aparcan la eléctrica un ratito para tomarse un respiro y regresar con más ganas, que suele ser lo más frecuente.
Por otra parte, hay artistas que comienzan su carrera tocando de bar en bar con la acústica a cuestas y, una vez que alcanzan el estrellato, deciden guardarla en la funda y salir a tocar en grandes plazas con una banda potente detrás. Al cabo del tiempo, el ciclo se cierra y el artista en cuestión, cansado de las multitudes y quizá añorando sus orígenes humildes, vuelve a recuperar el formato íntimo que le vio nacer.
La semana pasada tuve la oportunidad de asistir a dos conciertos “desenchufados”, ambos de artistas bien distintos y en circunstancias bastante diferentes. El primero de ellos fue el pasado martes en la sala Búho Real de Madrid. Aquel concierto sirvió de presentación al cantante italo-español Marco di Mauro, el cual acaba de desembarcar en España tras cosechar un enorme éxito en países como México o Colombia. Únicamente acompañado de una guitarra y un teclado, Marco interpretó un breve repertorio compuesto por algunas de las canciones de su primer disco homónimo frente a un público reducido que apenas daba para llenar la diminuta sala. Es lo que tiene empezar de cero en otro territorio: aunque en México llene estadios, aquí todavía tiene que pasearse con la guitarra colgada a la espalda. De todos modos, aquel pequeño set demostró el enorme potencial de Marco como artista masivo en nuestro país y le auguro un gran éxito en las radiofórmulas.
En el espectro radicalmente opuesto, el jueves me acerqué a la sala Galileo Galilei para presenciar la nueva propuesta de los ya veteranos Celtas Cortos. La banda liderada por Jesús Cifuentes ha optado esta vez por el formato semi-acústico y los escenarios teatrales para presentar su nuevo trabajo, “Introversiones”. Los Celtas, en posición sedente y vestidos de negro para la ocasión, interpretaron buena parte de las versiones recogidas en su último álbum, además de incluir alguna rareza y unos cuantos clásicos imprescindibles para contentar al personal. En contra de lo que podría parecer por la solemnidad del formato, el grupo consiguió mantener arriba el ánimo del público en todo momento e hizo que las cerca de 2 horas que duró su actuación se pasaran volando. En el caso de los vallisoletanos, no tiene pinta de que les hayan pesado los años a la hora de decidir pasarse al lado acústico, ya que siguen teniendo la misma marcha de siempre, sino que más bien han optado por esta vía para presentar su música de un modo distinto y mantener la frescura.
Pero aquí no acaba la cosa. En el horizonte se vislumbran otros grandes nombres que vienen a España a mostrarse de manera más relajada a como los conocimos originalmente. Sin ir más lejos, estos días nos visita Sting, que ya hace tiempo que dejó atrás sus años como estrella de rock al frente de The Police. Esta vez viene acompañado de, ni más ni menos, que la Royal Philharmonic Orchestra de Londres, con la que interpretará algunas de sus canciones más conocidas en formato sinfónico. También, a principios del mes que viene, Bon Jovi ofrecerá un único concierto en el Teatro Circo Price de Madrid, lugar que se presta a hacer un concierto más intimista de lo que nos tienen acostumbrados, aunque no se ha confirmado que vayan a hacer algo así como un “unplugged”.
A pesar de todo, hay bandas que se resisten a desconectar el enchufe por muchos años que lleven encima. Y es que con los viejos rockeros no pueden ni las guitarras acústicas.