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Miguel Massanet

Una huelga obsecuente y obscena

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En pocas ocasiones hemos tenido ocasión de ser testigos de un espectáculo tan amañado, tan poco edificante y anómalo como ha sido esta huelga general con la que nos han obsequiado, y digo “nos han obsequiado” porque tengo el convencimiento de que, cuando la famosa huelga de funcionarios del pasado mes de Junio, los sindicatos CC.OO y UGT se inmiscuyeron en él para quitarle protagonismo al sindicato de los funcionarios CSIF, lo hicieron con la evidente intención de evitar que los funcionarios le crearan un importante problema al Ejecutivo. Sé que existe el absurdo prejuicio sobre el que uno se cite a sí mismo, sin embargo, a mi me importa un comino esta necia restricción y voy a hacer alusión a uno de mis artículos, publicado en el Diario de Madrid, el día 9 de junio pasado, en el que ya hacía alusión a esta entente Gobierno y Sindicatos y, a lo extraño que resultaba que, una huelga, se anunciase con tres meses de antelación, privándola de una de las condiciones esenciales para que tenga éxito: su inmediatez con la causa que la provoca, cuando la irritación de los obreros facilita a los Sindicatos el aprovecharse de su exasperación, para poderlos inducir a convocar una huelga en reivindicación de derechos que ellos estiman que se les han hurtado.

Resulta inconcebible que, teniendo encima la amenaza de una huelga, sabiendo, por experiencia que, un reto semejante, cuando es general y tiene éxito, significa un duro varapalo para el Ejecutivo; se siga gratificando a los Sindicatos con millones de euros en subvenciones (se habla de que han recibido 500 millones) cuando se sabe, positivamente, que van a utilizar una parte de ellas en contra de la misma Administración. No obstante, vean ustedes lo sibilino de esta equívoca relación entre Gobierno y los sindicatos mayoritarios, CC.OO y UGT; cuando, curiosamente, nos recuerda un pensamiento de un filósofo y escritor catalán, llamado Joaquín Setanti, quien, en su obra “Centellas de varios conceptos”, nos dejó escrito: “Cuando llega a ser común el interés, fácilmente se juntan los mal avenidos; más al partir de las peras se descubre la dañada voluntad”. En efecto, a poco que nos pongamos a analizar los efectos que va a tener esta huelga “tan normal”, con tan pocos incidentes importantes, tan “civilizada”, en las autonomías regidas por el PSOE y tan inundada de piquetes “convencitivos”, –como los clasificó, un miliciano, perdón, quiero decir un liberado sindical, a aquellos grupos de descerebrados, que se muestran tan contundentes en su intención de convencer que, en ocasiones, parten la cabeza o le destruyen el coche o hacen añicos los escapares de aquel que, imprudentemente, no se quieren dejar convencer – en la otras autonomías en las que gobierna es el PP.

¿Recuerdan ustedes las anteriores huelgas generales en contra de Felipe González y José María Aznar? La campaña del Gobierno en contra de la huelga, las descalificaciones que se hacían de sus promotores, la defensa ad nauseam que se llevaba a cabo en favor de las actuaciones gubernamentales, los intentos de desconvocar a la ciudadanía, intentando hacerla reflexionar sobre la inutilidad de una acción semejante; solo tenía parangón en los ataques furibundos de los Sindicatos a la política del Ejecutivo, la descalificación de los gobernantes y, en especial, del Jefe del Ejecutivo, el Presidente del Gobierno; las caricaturas, los eslóganes, las amenazas, las pancartas provocativas a las que se le unían, el día de la huelga, los destrozos del mobiliario urbano, los ataques indiscriminados a las personas, el desprecio por los servicios mínimos etc. ¡Qué contraste señores con lo que está sucediendo en esta ocasión!. El señor Corbacho no ha hablado de cifras, no ha querido valorar la actuación de los sindicatos ni ha pretendido tachar la huelga de un fracaso; no señores, el ministro de Trabajo se ha puesto los guantes blancos y ha salido para decirnos una obviedad: que la tranquilidad y el orden imperaba en toda la nación y que los piquetes actuaban con mucha corrección. Claro que no debiera de extrañarnos debido a que, en una evidente muestra de que todo estaba convenido y que, tanto Gobierno como Sindicatos, estaban conchabados para que se celebrara esta huelga; la hemos tenido en el comportamiento previo de unos y otros. El Gobierno se ha pasado el tiempo diciendo que respetaba el derecho de huelga de los trabajadores; ha llegado con una facilidad inusitada a establecer los servicios mínimos sin que los Sindicatos apenas chistaran. Una sola discordancia, la del señor Méndez cuando dijo que todos los servicios mínimos se iban a cumplir, menos ( aquí puso cara de malvado lobo feroz) aquellos de las autonomías ( curiosamente las del PP y, en especial, la de Madrid de la señor Esperanza Aguirre) en las que no se hubieran logrado acuerdos con los respectivos sindicatos; se le olvidó, al adinerado miembro de la UGT, decir que, en Madrid, por ejemplo, los sindicatos se negaron en redondo a llegar a acuerdo alguno, razonable, por supuesto,

Veamos si sacamos alguna conclusión. Por ejemplo, si nos tomamos la molestia de ver los problemas que afectan a cada una de las dos partes, veremos que, el Gobierno, tiene que intentar convencer a Bruselas de que está haciendo todos los esfuerzos posibles para implantar las duras medidas que le fueron impuestas, para conseguir que, el BCE, le comprase deuda pública, con la que salir de la situación de quiebra soberana en la que se encontraba España a principios de mayo pasado; una huelga le vendría de perillas para argumentar que había sido inflexible ante las amenazas sindicales y, de paso, para justificarse de no haber emprendido una reforma laboral tan dura como se le pedía. Por su parte, los dos sindicatos mayoritarios, CC.OO y UGT, se veían impotentes para justificarse ante la masa obrera que les pedía más dureza contra el gobierno de ZP y les reprochaba su impasibilidad ante la evidente degradación del empleo, de modo que las cifras de parados ya venían rondando los 5 millones de desocupados. Una huelga con un éxito mediano, que ellos pudieran airear como una victoria y, de paso, echarle las culpas al PP, a la señora Aguirre (a la que se la tienen jurada) y a la señora Merkel, de la situación de nuestra nación; para ellos sería como agua de Mayo que les permitiría justificarse y, de paso, seguir obteniendo ayudas del Gobierno. La propia señora Salgado, la vicepresidenta segunda, en un alarde de inoportunidad y falta de perspicacia, se atrevió a citar a los dos Sindicatos para el día después de la huelga, para tratar de los temas económicos que no ha tratado antes y, el señor Corbacho, el ministro de Trabajo que se va; el día antes de la huelga, ya les dijo que continuarían discutiendo sobre las pensiones y, mucho nos tememos, que sobre la forma de encontrar huecos con los que ceder ante las pretensiones de los huelguistas. Sólo les pido que recuerden la postura de ZP referente a la sentencia del TC, respecto al Estatuto catalán, cuando se ha comprometido con la Generalitat del señor Montilla, a buscar, conjuntamente con ellos, el medio de darles, por otros procedimientos, no sabemos si legales o ilegales, lo que los 15 artículos, declarados inconstitucionales, les negaban.

Lo que ignoramos es si la CE, el ECOFIN, el señor Obama y el señor Trichet del BCE, van a ver con pasividad como se les informa mal sobre nuestro déficit público( dijeron que había bajado un 42% y resulta que no es cierto); como la reforma laboral que ellos pidieron, ha quedado reducida a un mero maquillaje; como la austeridad de los gastos públicos sigue sin materializarse en realidades y, todo el peso del ahorro que tiene que hacer el país, cae fundamentalmente en sus ciudadanos con el aumento de impuestos y, más especialmente, sobre los pensionistas y funcionarios. Señores, estamos condenados, inevitablemente al: taedium vital. ¡Dios nos asista!

Una huelga obsecuente y obscena

Miguel Massanet
Miguel Massanet
jueves, 30 de septiembre de 2010, 07:46 h (CET)
En pocas ocasiones hemos tenido ocasión de ser testigos de un espectáculo tan amañado, tan poco edificante y anómalo como ha sido esta huelga general con la que nos han obsequiado, y digo “nos han obsequiado” porque tengo el convencimiento de que, cuando la famosa huelga de funcionarios del pasado mes de Junio, los sindicatos CC.OO y UGT se inmiscuyeron en él para quitarle protagonismo al sindicato de los funcionarios CSIF, lo hicieron con la evidente intención de evitar que los funcionarios le crearan un importante problema al Ejecutivo. Sé que existe el absurdo prejuicio sobre el que uno se cite a sí mismo, sin embargo, a mi me importa un comino esta necia restricción y voy a hacer alusión a uno de mis artículos, publicado en el Diario de Madrid, el día 9 de junio pasado, en el que ya hacía alusión a esta entente Gobierno y Sindicatos y, a lo extraño que resultaba que, una huelga, se anunciase con tres meses de antelación, privándola de una de las condiciones esenciales para que tenga éxito: su inmediatez con la causa que la provoca, cuando la irritación de los obreros facilita a los Sindicatos el aprovecharse de su exasperación, para poderlos inducir a convocar una huelga en reivindicación de derechos que ellos estiman que se les han hurtado.

Resulta inconcebible que, teniendo encima la amenaza de una huelga, sabiendo, por experiencia que, un reto semejante, cuando es general y tiene éxito, significa un duro varapalo para el Ejecutivo; se siga gratificando a los Sindicatos con millones de euros en subvenciones (se habla de que han recibido 500 millones) cuando se sabe, positivamente, que van a utilizar una parte de ellas en contra de la misma Administración. No obstante, vean ustedes lo sibilino de esta equívoca relación entre Gobierno y los sindicatos mayoritarios, CC.OO y UGT; cuando, curiosamente, nos recuerda un pensamiento de un filósofo y escritor catalán, llamado Joaquín Setanti, quien, en su obra “Centellas de varios conceptos”, nos dejó escrito: “Cuando llega a ser común el interés, fácilmente se juntan los mal avenidos; más al partir de las peras se descubre la dañada voluntad”. En efecto, a poco que nos pongamos a analizar los efectos que va a tener esta huelga “tan normal”, con tan pocos incidentes importantes, tan “civilizada”, en las autonomías regidas por el PSOE y tan inundada de piquetes “convencitivos”, –como los clasificó, un miliciano, perdón, quiero decir un liberado sindical, a aquellos grupos de descerebrados, que se muestran tan contundentes en su intención de convencer que, en ocasiones, parten la cabeza o le destruyen el coche o hacen añicos los escapares de aquel que, imprudentemente, no se quieren dejar convencer – en la otras autonomías en las que gobierna es el PP.

¿Recuerdan ustedes las anteriores huelgas generales en contra de Felipe González y José María Aznar? La campaña del Gobierno en contra de la huelga, las descalificaciones que se hacían de sus promotores, la defensa ad nauseam que se llevaba a cabo en favor de las actuaciones gubernamentales, los intentos de desconvocar a la ciudadanía, intentando hacerla reflexionar sobre la inutilidad de una acción semejante; solo tenía parangón en los ataques furibundos de los Sindicatos a la política del Ejecutivo, la descalificación de los gobernantes y, en especial, del Jefe del Ejecutivo, el Presidente del Gobierno; las caricaturas, los eslóganes, las amenazas, las pancartas provocativas a las que se le unían, el día de la huelga, los destrozos del mobiliario urbano, los ataques indiscriminados a las personas, el desprecio por los servicios mínimos etc. ¡Qué contraste señores con lo que está sucediendo en esta ocasión!. El señor Corbacho no ha hablado de cifras, no ha querido valorar la actuación de los sindicatos ni ha pretendido tachar la huelga de un fracaso; no señores, el ministro de Trabajo se ha puesto los guantes blancos y ha salido para decirnos una obviedad: que la tranquilidad y el orden imperaba en toda la nación y que los piquetes actuaban con mucha corrección. Claro que no debiera de extrañarnos debido a que, en una evidente muestra de que todo estaba convenido y que, tanto Gobierno como Sindicatos, estaban conchabados para que se celebrara esta huelga; la hemos tenido en el comportamiento previo de unos y otros. El Gobierno se ha pasado el tiempo diciendo que respetaba el derecho de huelga de los trabajadores; ha llegado con una facilidad inusitada a establecer los servicios mínimos sin que los Sindicatos apenas chistaran. Una sola discordancia, la del señor Méndez cuando dijo que todos los servicios mínimos se iban a cumplir, menos ( aquí puso cara de malvado lobo feroz) aquellos de las autonomías ( curiosamente las del PP y, en especial, la de Madrid de la señor Esperanza Aguirre) en las que no se hubieran logrado acuerdos con los respectivos sindicatos; se le olvidó, al adinerado miembro de la UGT, decir que, en Madrid, por ejemplo, los sindicatos se negaron en redondo a llegar a acuerdo alguno, razonable, por supuesto,

Veamos si sacamos alguna conclusión. Por ejemplo, si nos tomamos la molestia de ver los problemas que afectan a cada una de las dos partes, veremos que, el Gobierno, tiene que intentar convencer a Bruselas de que está haciendo todos los esfuerzos posibles para implantar las duras medidas que le fueron impuestas, para conseguir que, el BCE, le comprase deuda pública, con la que salir de la situación de quiebra soberana en la que se encontraba España a principios de mayo pasado; una huelga le vendría de perillas para argumentar que había sido inflexible ante las amenazas sindicales y, de paso, para justificarse de no haber emprendido una reforma laboral tan dura como se le pedía. Por su parte, los dos sindicatos mayoritarios, CC.OO y UGT, se veían impotentes para justificarse ante la masa obrera que les pedía más dureza contra el gobierno de ZP y les reprochaba su impasibilidad ante la evidente degradación del empleo, de modo que las cifras de parados ya venían rondando los 5 millones de desocupados. Una huelga con un éxito mediano, que ellos pudieran airear como una victoria y, de paso, echarle las culpas al PP, a la señora Aguirre (a la que se la tienen jurada) y a la señora Merkel, de la situación de nuestra nación; para ellos sería como agua de Mayo que les permitiría justificarse y, de paso, seguir obteniendo ayudas del Gobierno. La propia señora Salgado, la vicepresidenta segunda, en un alarde de inoportunidad y falta de perspicacia, se atrevió a citar a los dos Sindicatos para el día después de la huelga, para tratar de los temas económicos que no ha tratado antes y, el señor Corbacho, el ministro de Trabajo que se va; el día antes de la huelga, ya les dijo que continuarían discutiendo sobre las pensiones y, mucho nos tememos, que sobre la forma de encontrar huecos con los que ceder ante las pretensiones de los huelguistas. Sólo les pido que recuerden la postura de ZP referente a la sentencia del TC, respecto al Estatuto catalán, cuando se ha comprometido con la Generalitat del señor Montilla, a buscar, conjuntamente con ellos, el medio de darles, por otros procedimientos, no sabemos si legales o ilegales, lo que los 15 artículos, declarados inconstitucionales, les negaban.

Lo que ignoramos es si la CE, el ECOFIN, el señor Obama y el señor Trichet del BCE, van a ver con pasividad como se les informa mal sobre nuestro déficit público( dijeron que había bajado un 42% y resulta que no es cierto); como la reforma laboral que ellos pidieron, ha quedado reducida a un mero maquillaje; como la austeridad de los gastos públicos sigue sin materializarse en realidades y, todo el peso del ahorro que tiene que hacer el país, cae fundamentalmente en sus ciudadanos con el aumento de impuestos y, más especialmente, sobre los pensionistas y funcionarios. Señores, estamos condenados, inevitablemente al: taedium vital. ¡Dios nos asista!

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