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Las Iglesias hoy día utilizan un lenguaje diferente, pero el oscuro espíritu que se encuentra detrás de muchos pasajes bíblicos lamentablemente sigue siendo el mismo

La Iglesia ya encontró al culpable

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La Biblia contiene pasajes no demasiado conocidos que muy probablemente se han intentado ocultar por su gran violencia, y por la facilidad con la que se recomienda matar. Por ejemplo: El Antiguo Testamento no duda en recomendar matar adúlteros, homosexuales, adivinadores, a quienes trabajen en sábado e incluso a aquellos hijos que desobedezcan a sus padres. ¿Pero qué sucedería en el supuesto de que la Iglesia hoy día y en base a su propia Biblia, quisiera condenar a estas personas a muerte? Provocaría un movimiento social sin precedentes. Por una parte porque entraría en conflicto con la legislación vigente que protege la vida, y por otra porque millones de personas huirían en tropel para salvarse, o por la incongruencia de un mandato anticuado e incoherente.

De lo que no hay duda es que el seguir tales disposiciones religiosas pondría en peligro el futuro de la propia Institución. Esto, que no es ajeno a los dirigentes eclesiásticos, ha dado lugar a que busquen una explicación coherente y convincente a pesar de la dificultad de tal empresa, y el resultado fue el siguiente: «Tales disposiciones ya han dejado de tener valor puesto que Dios ha cambiado». Con ello la Iglesia cree haber encontrado la solución a su problema. De hecho el presidente de la Iglesia luterana en Alemania, el obispo Wolfgang Huber, dijo al respecto: «La Biblia es la historia del progresivo distanciamiento del Dios belicoso del Antiguo Testamento, hasta llegar al Sermón de la Montaña donde se vuelve otra vez bondadoso y no violento».

Sin embargo lo realmente preocupante de este tema es que dentro del seno de la Iglesia se piensa que uno de los rasgos más trágicos del cristianismo es que la Iglesia llevó a cabo su oscura historia de violencia basándose en las recomendaciones de Dios. Con esto se le hace a Él culpable de todo, de hecho más de un clérigo opina: «Lamentablemente también nosotros participamos en toda esa insensatez que Dios cometió».

Pero en el Antiguo Testamento se puede leer lo siguiente: «Porque yo Jehová no cambio» (Malaquías 3,6). Y lo mismo sucede en el Nuevo Testamento, en la epístola a los hebreos capítulo 13,8: «Jesucristo es el mismo ayer, hoy y por todos los siglos». Ciertamente Dios no ha cambiado, lo que significa que en todo esto hay algo que no cuadra. ¿No será más bien que aquellos que han cambiado son la Iglesia y sus representantes? Las Iglesias hoy día utilizan otro lenguaje pero el oscuro espíritu que se encuentra detrás de esos pasajes lamentablemente aún existe. Aún siguen justificando las guerras, incluso la guerra atómica ha sido justificada por los teólogos. Ya no se exige la ejecución de homosexuales, pero durante siglos han sido discriminados. Ya no se exige la ejecución de los hijos desobedientes, pero la Inquisición persiguió durante siglos a los que tenían una fe diferente. Ciertamente hoy se sigue haciendo todo de forma parecida sólo que con modernos métodos inquisitoriales como la difamación y el asesinato moral.

Ha llegado la hora en que la Iglesia debería cuestionar su propia Biblia diciendo: “Tenemos que distanciarnos de esos pasajes porque ya no corresponden a los tiempos actuales, por eso ya no los queremos tener en la Biblia”. Ciertamente toda esa incitación al odio y al asesinato debería ser borrado de raíz, o sencillamente advertirse de su lectura. El que esto no se haga viene motivado porque se tendría que reconocer entonces que la Biblia no es el perfecto libro dictado por Dios desde el Cielo, algo que sin embargo ya se sabe.

La Iglesia ya encontró al culpable

Las Iglesias hoy día utilizan un lenguaje diferente, pero el oscuro espíritu que se encuentra detrás de muchos pasajes bíblicos lamentablemente sigue siendo el mismo
Vida Universal
martes, 31 de enero de 2017, 00:37 h (CET)
La Biblia contiene pasajes no demasiado conocidos que muy probablemente se han intentado ocultar por su gran violencia, y por la facilidad con la que se recomienda matar. Por ejemplo: El Antiguo Testamento no duda en recomendar matar adúlteros, homosexuales, adivinadores, a quienes trabajen en sábado e incluso a aquellos hijos que desobedezcan a sus padres. ¿Pero qué sucedería en el supuesto de que la Iglesia hoy día y en base a su propia Biblia, quisiera condenar a estas personas a muerte? Provocaría un movimiento social sin precedentes. Por una parte porque entraría en conflicto con la legislación vigente que protege la vida, y por otra porque millones de personas huirían en tropel para salvarse, o por la incongruencia de un mandato anticuado e incoherente.

De lo que no hay duda es que el seguir tales disposiciones religiosas pondría en peligro el futuro de la propia Institución. Esto, que no es ajeno a los dirigentes eclesiásticos, ha dado lugar a que busquen una explicación coherente y convincente a pesar de la dificultad de tal empresa, y el resultado fue el siguiente: «Tales disposiciones ya han dejado de tener valor puesto que Dios ha cambiado». Con ello la Iglesia cree haber encontrado la solución a su problema. De hecho el presidente de la Iglesia luterana en Alemania, el obispo Wolfgang Huber, dijo al respecto: «La Biblia es la historia del progresivo distanciamiento del Dios belicoso del Antiguo Testamento, hasta llegar al Sermón de la Montaña donde se vuelve otra vez bondadoso y no violento».

Sin embargo lo realmente preocupante de este tema es que dentro del seno de la Iglesia se piensa que uno de los rasgos más trágicos del cristianismo es que la Iglesia llevó a cabo su oscura historia de violencia basándose en las recomendaciones de Dios. Con esto se le hace a Él culpable de todo, de hecho más de un clérigo opina: «Lamentablemente también nosotros participamos en toda esa insensatez que Dios cometió».

Pero en el Antiguo Testamento se puede leer lo siguiente: «Porque yo Jehová no cambio» (Malaquías 3,6). Y lo mismo sucede en el Nuevo Testamento, en la epístola a los hebreos capítulo 13,8: «Jesucristo es el mismo ayer, hoy y por todos los siglos». Ciertamente Dios no ha cambiado, lo que significa que en todo esto hay algo que no cuadra. ¿No será más bien que aquellos que han cambiado son la Iglesia y sus representantes? Las Iglesias hoy día utilizan otro lenguaje pero el oscuro espíritu que se encuentra detrás de esos pasajes lamentablemente aún existe. Aún siguen justificando las guerras, incluso la guerra atómica ha sido justificada por los teólogos. Ya no se exige la ejecución de homosexuales, pero durante siglos han sido discriminados. Ya no se exige la ejecución de los hijos desobedientes, pero la Inquisición persiguió durante siglos a los que tenían una fe diferente. Ciertamente hoy se sigue haciendo todo de forma parecida sólo que con modernos métodos inquisitoriales como la difamación y el asesinato moral.

Ha llegado la hora en que la Iglesia debería cuestionar su propia Biblia diciendo: “Tenemos que distanciarnos de esos pasajes porque ya no corresponden a los tiempos actuales, por eso ya no los queremos tener en la Biblia”. Ciertamente toda esa incitación al odio y al asesinato debería ser borrado de raíz, o sencillamente advertirse de su lectura. El que esto no se haga viene motivado porque se tendría que reconocer entonces que la Biblia no es el perfecto libro dictado por Dios desde el Cielo, algo que sin embargo ya se sabe.

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