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El precio del progreso

Pascual Mogica
Pascual Mogica
sábado, 27 de febrero de 2010, 09:28 h (CET)
Hace unos días leía en un periódico, transcribo literalmente el texto de la información, que “científicos de la Universidad de Rutgers en Nueva Jersey (Estados Unidos) ha diseñado un novedoso sensor para coches capaz de encontrar sitio para aparcar, mediante la “simple combinación” de sensores ultrasónicos, receptores de GPS, y el móvil, según informa hoy el Instituto Tecnológico de Massachusetts. Así este sistema permitirá obtener información “low cost” a los conductores y encontrar “de forma efectiva” un espacio para aparcar el coche, gracias a la configuración de mapas-web o sistemas de navegación que permitan aliviar las congestiones de tráfico facilitando a los viajeros decidir dónde, en que plaza, y cómo aparcar tanto en la calle como en un garaje. El equipo de investigadores, liderado por los profesores Marco Gruteser y Wade Trappe, probó el invento en la puerta de varios taxistas. Con la información obtenida durante un par de meses los expertos pudieron configurar un algoritmo que traducía la distancia de ultrasonidos en huecos de aparcamiento, que en un 95% de los casos eran fiables. Además, combinando estos resultados con el GPS, pudieron obtener los mapas con las plazas vacías y encontrar sitio para aparcar en el 90% de los casos”.

Esta era la información que la verdad sea dicha me dejó sorprendido y maravillado. Como dijo don Hilarión, un personaje de la zarzuela la Verbena de la Paloma: “Las ciencias avanzan que son una barbaridad”. Pero pronto dejé de pensar en las ventajas y beneficios que ese diseño aportaba para bien de los conductores, de todos, que pierden, perdemos, los estribos cuando vamos de un lugar a otro y no encontramos sitio donde aparcar el coche hasta tal punto que cuando lo conseguimos luego no nos acordamos de donde lo dejamos como consecuencia de las vueltas que hemos dado, todos esos pensamientos se me fueron cuando pensé en unos personajes muy populares: Los “gorrillas”. ¿Qué va a ser de ellos? Me pregunté. Sin duda alguna este artilugio los va a dejar sin trabajo, en el paro, y sin cobrar nada por hallarse en tal situación. Desde la revolución industrial, las “máquinas” han dejado sin trabajo a muchos millones de personas, pero los “gorrillas” los que te “buscan” un hueco donde aparcar, se habían librado, pero está claro que el progreso comienza y acaba con muchas cosas. Como se suele decir en estos casos: “Es el precio del progreso”.

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Hay noticias que rayan el insulto y el desprecio hacia quienes se dirigen. Que son asumidas como una verdad irrefutable y que en ese globo sonda enviado no tiene la menor respuesta indignada de quienes las reciben. El problema, por tanto, no es la noticia en sí, sino la palpable realidad de que han convertido al ciudadano en un tipo pusilánime. En un mendigo de migajas a quien los grandes poderes han decidido convertirle, toda su vida, en un esclavo del trabajo.

La sociedad española respira hoy un aire denso, cargado de indignación y desencanto. La sucesión de escándalos de corrupción que salpican al partido en el Gobierno, el PSOE, y a su propia estructura ejecutiva, investigados por la Guardia Civil, no son solo casos aislados como nos dicen los voceros autorizados. Son síntomas de una patología profunda que corroe la confianza ciudadana.

Frente a las amenazas del poder, siempre funcionaron los contrapesos. Hacen posible la libertad individual, que es la única real, aunque veces no seamos conscientes de la misma, pues se trata de una condición, como la salud, que solo se valora cuando se pierde. Los tiranos, o aspirantes a serlo, persiguen siempre el objetivo de concentrar todos los poderes. Para evitar que lo logren, están los contrapesos.

 
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