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Ponerse serios con el gasto sanitario

Robert J. Samuelson
Robert J. Samuelson
martes, 15 de diciembre de 2009, 03:18 h (CET)
WASHINGTON -- Estamos siendo testigos del decidido contraataque de la administración Obama y sus aliados políticos en el asunto del gasto sanitario. Muchos críticos (entre los que me incluyo) han argumentado que la agenda "de reforma" del Presidente Obama no controlará con rapidez el creciente gasto sanitario y podría acelerarlo. La lógica es simple. Los asegurados utilizan más servicios de salud que aquellos que no tienen seguro. Si el gobierno asegura a 30 millones de estadounidenses o más, el gasto sanitario se va a elevar. Una mayor demanda presionará a una oferta limitada; los precios subirán. La mejor estrategia legislativa: controlar primero el gasto; ampliar después el número de afiliados.

Pero la administración insiste en que puede asegurar a la mayoría de los que no tienen seguro y atajar el derroche sanitario simultáneamente. Hay tanto derroche en el sistema sanitario de hoy en día que ambos objetivos pueden perseguirse a la vez, ha dicho Peter Orszag, gerente de la Oficina de Gestión y Presupuesto.

Dos nuevos informes realizados por grupos izquierdistas de activismo político plasman esa evaluación. El primero, realizado por el Centro de Presupuesto y Prioridades Legislativas, expone que los tipos inferiores de compensación a centros hospitalarios y demás proveedores sanitarios de Medicare pueden sufragar alrededor de la mitad de los alrededor de 900.000 millones de dólares de gasto público a lo largo de una década en prestación sanitaria ampliada. Los críticos (entre los que me vuelvo a incluir) han dicho que el Congreso implantará hoy los recortes de Medicare y derogará parte o todos ellos en el futuro.

Tonterías, dice el estudio. El Congreso ha permitido el funcionamiento en vigor de muchas reducciones anteriores de las compensaciones a los profesionales de Medicare.

Aún más optimista es el informe realizado de manera conjunta entre el Fondo de Acción del Centro para el Progreso Estadounidense (CAP) y el Fondo de la Commonwealth, que argumenta que los ahorros en las disposiciones de reducción del gasto contenidas en los proyectos de ley han sido estimados a la baja. Una medida obligará a los centros hospitalarios a reducir los índices de readmisión de las altas; ciertas "remuneraciones totales" entre médicos y hospitales fomentarán la atención coordinada; los impuestos a los planes de seguro más caros disuadirán del gasto excesivo. El gasto sanitario será inferior a lo esperado: el "ahorro" en Medicare alcanzará en total los 576.000 millones de dólares a lo largo de una década (alrededor de 200.000 millones de dólares por encima de la cantidad estimada por la Oficina Presupuestaria del Congreso, que computaba sobre todo tipos de compensación más bajos); el déficit federal descenderá de manera acusada hasta los 459.000 millones de dólares a lo largo de una década; y "el ahorro" sanitario de la familia media rondará en total los 2.500 dólares hacia el año 2019.

¿Quién tiene la razón? Empecemos por las cifras. Desafortunadamente, el término "ahorro" se utiliza de manera engañosa. No significa (como es normal) reducciones reales del importe; significa futuros incrementos más modestos. Hay una gran diferencia.

Para el ejercicio 2009, el gasto nacional en salud sumará en total alrededor de 2,5 billones de dólares, o el 17,7% del producto interior bruto. Hacia el año 2019, se proyecta que habrá subido hasta los 4,67 billones de dólares en el marco de las políticas actuales, o el 22,1% del PIB. Con los "ahorros" expuestos en el estudio del Centro para el Progreso Estadounidense que proporciona estas cifras, se eleva de manera menos acusada hasta los 4,49 billones o el 21,3% del PIB, según David Cutler, economista de Harvard y co-autor del estudio. De igual manera, la póliza familiar media de salud pasará del 19% de la renta familiar media en el año 2009 al 25% en 2019 dentro de las actuales políticas, y al 23% con los "ahorros" del informe del Centro para el Progreso Estadounidense.

La lógica es simple: hasta con las premisas más optimistas, el gasto sanitario sigue desbocado. Se lleva una parte mayor de los presupuestos públicos, empresariales y familiares. El mayor gasto sanitario añade presión al déficit presupuestario futuro, que ya se proyecta en torno a los 9 billones de dólares en total durante la próxima década. Si los nuevos impuestos y "ahorros" de Medicare se materializan, podrían utilizarse exclusivamente para pagar los intereses de los déficits, sin financiar gastos nuevos.

Pero muchos podrían no materializarse. Escribiendo en el Wall Street Journal, el Dr. Jeffrey Flier, decano de la Facultad de Medicina de Harvard, ponía "un suspenso" a los diversos proyectos de reforma sanitaria y decía que "ni controlarán el crecimiento del gasto ni elevarán la calidad de la atención médica".

Citado en Newsweek, el Dr. Delos Cosgrove, director de la Clínica Cleveland, venía a decir lo mismo. Richard Foster, funcionario actuarial jefe del Centro Federal de Servicios de Medicare y Medicaid, duda que las medidas de recorte del gasto contenidas en el informe del CAP vayan a ahorrar mucho dinero.

También se muestra escéptico en que el Congreso, enfrentándose a las quejas de los centros hospitalarios y al cierre del grifo de los servicios, vaya a permitir la entrada en vigor de los recortes en las compensaciones de Medicare. Cierto, el Congreso ha permitido la entrada en vigor de algunas reducciones de la compensación, pero ha bloqueado legislativamente en repetidas ocasiones el ajuste del baremo de Crecimiento Sostenible que calcula la remuneración de los médicos, lo más parecido hoy a las nuevas propuestas.

Las subidas del gasto sanitario podrían ceder terreno de manera espontánea, pero la historia receta una dosis de escepticismo. Las subidas incesantes reflejan un sistema de seguro y cotización incierto que no da ningún motivo ni a pacientes ni a proveedores para restringir el gasto. Combatir primero el gasto sería políticamente problemático. Exigiría reconocer que todo lo bueno no es posible simultáneamente y que los que no tienen seguro ya reciben atención médica.

Exigiría un bipartidismo genuino, no sólo arañar unos cuantos votos Republicanos como sea. Y exigiría medidas más firmes para desmantelar el sistema de prestación por consulta que ahora compensa un mayor número de pacientes atendidos y no una atención mejor a nivel individual. Hay un enfoque riguroso y realista; el de Obama es pura ensoñación.

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Esta columna será publicada en Newsweek.

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