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Ángel Ruiz Cediel

Nibiru (y IV)

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De estar comprobado y existir alguna clase de convencimiento científico sobre que el paso de Nibiru por el interior del Sistema Solar podría acarrear consecuencias catastróficas, ¿qué medidas deberían tomar las autoridades sociales y políticas?... Según las estimaciones matemáticas de la órbita de este planeta, su paso tendría lugar por alguna zona próxima al Cinturón de Asteroides, entre Júpiter y Marte, y entre unas 2 a 4 u.a. del Sol, validando la Hipótesis Némesis que Muller, Hut y Davis propusieron públicamente en 1984, por otros conductos públicos, sobre las perturbaciones periódicas del Cinturón de Asteroides y la Nube de Oort.

Siendo así, en el caso del paso de un cuerpo de estas características, produciría por resonancia un desequilibrio enorme en el Cinturón (especialmente de los Asteroides Troyanos y los NEOs) y probablemente en la actividad del Sol, los cuales afectarían severamente a la Tierra. Podría ser que los efectos no supusieran mucho más que un bombardeo de meteoritos de diferentes tamaños, si bien no necesariamente apocalípticos, o podría ser que las consecuencias de este paso fueran escatológicas y terminaran con cuanto hay sobre la superficie del planeta, tal y como vaticinan leyendas, profecías y mitologías, y así se sabe que ha sucedido en anteriores ocasiones. Vistos y analizados los diferentes escenarios posibles, lo que primaría en las decisiones de las autoridades sería el peor de ellos, y tendrían la obligación de asumir ese supuesto asegurando la pervivencia de la especie (o especies del planeta) y, si fuera posible, de la misma civilización. Así, salvaguardar el patrimonio de nuestras culturas, los capitales biológicos y aún la mayor cantidad de elementos sociales que pudieran permitir un eventual renacimiento, sería una cuestión simplemente prioritaria. Se podrían construir, por ejemplo, refugios a enorme profundidad que salvaguardara ese patrimonio e incluso pequeñas sociedades a escala, pero suponiendo un periodo de encierro en esos nidos de unos dos a seis años, yéndonos a lo mínimo de los efectos que se producirían, no parece posible que los supervivientes elegidos pudieran ser demasiados, y los “condenados” por imposibilidad de salvar a todos, fuera la mayoría de las especies que pueblan el planeta, incluidos más del 90% de los humanos, quienes quedarían abandonados a su suerte en la superficie.

Las implicaciones de todo esto, obviamente, son enormes. Las perturbaciones producidas por el paso de un cuerpo semejante no se limitarían solamente a un simple bombardeo de meteoritos más o menos peliculeros, sino que la misma estructura planetaria y los campos electromagnéticos que la definen y sostienen sufrirían alteraciones significativas, afectando tanto al clima como a la propia actividad geológica de la Tierra.

La enfermedad se puede diagnosticar por dos medios básicamente: por observación directa de la bacteria o virus que la produce, o por sus síntomas. La Hipótesis Nibiru nos dice que desde 1983 se vienen sucediendo maniobras cuando menos extrañas a nivel global, especialmente desde 1989, fecha en que probablemente fue alcanzado un consenso planetario para acciones de salvamento coordinado. Es en 1983 cuando se ponen en marcha asuntos tales como Alternativa-3 o el Tratado de Iron Mountain, por más que ambos fueran desmitificados después como simples bromas o como una técnica de crear ambientes conspiranoicos en el futuro, desacreditando así a quienes pudieran poner en peligro las acciones que iban a ir siendo emprendidas; pero es mucho más significativo que desde esta década es cuando comienza a establecerse el liderato de los EEUU en casi todos los ámbitos globales, culminando en 1989, justo después de la lección de Ruanda-Burundi donde fueron asesinados a machetazos casi un millón de personas, en que se finiquita sin razón aparente la Invasión de Afganistán por parte de la URSS, se cae sin previo aviso la URSS y se establece la Aldea Global, todo en un abrir y cerrar de ojos, al mismo tiempo que se prepara la invasión de Iraq, cuna de la cultura sumeria. Mucho quedaba por heñir, era preciso saber qué más podían aportar los sumerios sobre lo que se venía encima y encontrar el famoso palacio de En.Ki, del cual se supo por una tablilla sumerida traducida que estaba enclavado en las montañas de Afganistán conocidas como Tora-Bora, y ambos países, como sabemos, fueron invadidos en el curso de una acción ilegal e injusta –queda por demostrar la veracidad de Obama el invisible-, y que lo primero que expoliaron los invasores no fueron los pozos de petróleo como se ha hecho creer, sino los museos y asentamientos arqueológicos.

El mundo, aparentemente, había dejado sorpresivamente de tener bloques enemigos, y todo ello sin que hubiera una causa que lo justificara. Al mismo tiempo, y simultáneamente en todo el planeta, se comenzaron enormes obras de excavación (el Túnel de la Mancha, los que unen los fiordos de los países nórdicos, etc. –vale decir que España tiene 25 supertuneladoras en pleno funcionamiento-), y se comienza con un inusitado frenesí una campaña mundial por recopilar y almacenar semillas en refugios subterráneos, se impulsa desmedidamente la política de investigación de transplantes e ingeniería biológica, se da inicio a la aventura global de desentrañar el genoma humano y de las demás especies que habitan el planeta y se emprende una singladura de absurdos que distraigan al respetable, en una burda pero eficaz maniobra de encubrimiento de los proyectos que se están llevando a cabo, tales como escándalos, leyes sin sentido, incoherencias políticas, guerras ilegales, matanzas, terrorismo invisible que deriva en la Política del Miedo, masificación de la animalidad (pornografía, aborto libre, consumo enloquecido, etc.), todas ellas contrarias a las conveniencias de una cultura evolucionada, tal vez porque ya los poderes habían aceptado que esa cultura evolucionada tenía sus horas contadas.

¿Pero a quién salvar, suponiendo que sólo se pudieran librar –y no es seguro- sólo una pequeña parte del género?... Cuando los supervivientes salieran de los refugios, supuesto el caso de que sobrevivieran, serían necesarios eruditos y sabios, sí; pero también quienes apretaran tornillos, supieran poner ladrillos y aun sirvieran el té a los ricos que sin duda serían el grueso del embrión de la nueva especie. Sería necesario, pues, salvar sociedades completas a escala, no mayores de unas decenas de miles de personas por refugio, y siempre que fuera factible estando los diferentes nidos comunicados entre sí para auxiliarse unos a otros en el caso de ser necesario. Todo esto, es obvio, no son más que supuestos, pero con ciertos visos de realidad: es la Hipótesis Nibiru. Para lograr esa proeza tecnológica disponen los poderes de todos los recursos necesarios. Los movimientos de tierras precisos pueden ser enmascarados con obras de túneles, carreteras y autopistas, y los recursos económicos necesarios pueden ser obtenidos mediante la creación de crisis artificiales como la que sufrimos, la cual no hay experto que la sepa explicar convincentemente, al mismo tiempo que los Estados han movido billones de euros que nadie sabe dónde han ido a parar.

Síntomas, en fin, de una enfermedad que tal vez sea algo más que psicosomática. Queda por saber si quienes tienen acceso a esa información real quieren filtrarla y, en ese caso, qué canales utilizarían, pues que de ser cierto los mismos medios de difusión estarían controlados por quienes dibujan el proyecto y lo dirigen. No en vano, casi todos los medios importantes del mundo están en cuatro o cinco manos. Por otra parte, ya mediante alucinados a sueldo, frikis y desinformación gratuita en todos los ámbitos, han preparado y previsto esos mismos poderes un entramado conspiranoico capaz de dejar ante los ojos de la opinión pública como un imbécil al más sensato de los sabios o al más informado de los informadores. Nunca, en fin, sabremos cuánto hay de verdad en la Hipótesis Nibiru: tendremos que esperar unos pocos años todavía, dos, para saberlo con certeza.

Nibiru (y IV)

Ángel Ruiz Cediel
Ángel Ruiz Cediel
sábado, 12 de diciembre de 2009, 11:04 h (CET)
De estar comprobado y existir alguna clase de convencimiento científico sobre que el paso de Nibiru por el interior del Sistema Solar podría acarrear consecuencias catastróficas, ¿qué medidas deberían tomar las autoridades sociales y políticas?... Según las estimaciones matemáticas de la órbita de este planeta, su paso tendría lugar por alguna zona próxima al Cinturón de Asteroides, entre Júpiter y Marte, y entre unas 2 a 4 u.a. del Sol, validando la Hipótesis Némesis que Muller, Hut y Davis propusieron públicamente en 1984, por otros conductos públicos, sobre las perturbaciones periódicas del Cinturón de Asteroides y la Nube de Oort.

Siendo así, en el caso del paso de un cuerpo de estas características, produciría por resonancia un desequilibrio enorme en el Cinturón (especialmente de los Asteroides Troyanos y los NEOs) y probablemente en la actividad del Sol, los cuales afectarían severamente a la Tierra. Podría ser que los efectos no supusieran mucho más que un bombardeo de meteoritos de diferentes tamaños, si bien no necesariamente apocalípticos, o podría ser que las consecuencias de este paso fueran escatológicas y terminaran con cuanto hay sobre la superficie del planeta, tal y como vaticinan leyendas, profecías y mitologías, y así se sabe que ha sucedido en anteriores ocasiones. Vistos y analizados los diferentes escenarios posibles, lo que primaría en las decisiones de las autoridades sería el peor de ellos, y tendrían la obligación de asumir ese supuesto asegurando la pervivencia de la especie (o especies del planeta) y, si fuera posible, de la misma civilización. Así, salvaguardar el patrimonio de nuestras culturas, los capitales biológicos y aún la mayor cantidad de elementos sociales que pudieran permitir un eventual renacimiento, sería una cuestión simplemente prioritaria. Se podrían construir, por ejemplo, refugios a enorme profundidad que salvaguardara ese patrimonio e incluso pequeñas sociedades a escala, pero suponiendo un periodo de encierro en esos nidos de unos dos a seis años, yéndonos a lo mínimo de los efectos que se producirían, no parece posible que los supervivientes elegidos pudieran ser demasiados, y los “condenados” por imposibilidad de salvar a todos, fuera la mayoría de las especies que pueblan el planeta, incluidos más del 90% de los humanos, quienes quedarían abandonados a su suerte en la superficie.

Las implicaciones de todo esto, obviamente, son enormes. Las perturbaciones producidas por el paso de un cuerpo semejante no se limitarían solamente a un simple bombardeo de meteoritos más o menos peliculeros, sino que la misma estructura planetaria y los campos electromagnéticos que la definen y sostienen sufrirían alteraciones significativas, afectando tanto al clima como a la propia actividad geológica de la Tierra.

La enfermedad se puede diagnosticar por dos medios básicamente: por observación directa de la bacteria o virus que la produce, o por sus síntomas. La Hipótesis Nibiru nos dice que desde 1983 se vienen sucediendo maniobras cuando menos extrañas a nivel global, especialmente desde 1989, fecha en que probablemente fue alcanzado un consenso planetario para acciones de salvamento coordinado. Es en 1983 cuando se ponen en marcha asuntos tales como Alternativa-3 o el Tratado de Iron Mountain, por más que ambos fueran desmitificados después como simples bromas o como una técnica de crear ambientes conspiranoicos en el futuro, desacreditando así a quienes pudieran poner en peligro las acciones que iban a ir siendo emprendidas; pero es mucho más significativo que desde esta década es cuando comienza a establecerse el liderato de los EEUU en casi todos los ámbitos globales, culminando en 1989, justo después de la lección de Ruanda-Burundi donde fueron asesinados a machetazos casi un millón de personas, en que se finiquita sin razón aparente la Invasión de Afganistán por parte de la URSS, se cae sin previo aviso la URSS y se establece la Aldea Global, todo en un abrir y cerrar de ojos, al mismo tiempo que se prepara la invasión de Iraq, cuna de la cultura sumeria. Mucho quedaba por heñir, era preciso saber qué más podían aportar los sumerios sobre lo que se venía encima y encontrar el famoso palacio de En.Ki, del cual se supo por una tablilla sumerida traducida que estaba enclavado en las montañas de Afganistán conocidas como Tora-Bora, y ambos países, como sabemos, fueron invadidos en el curso de una acción ilegal e injusta –queda por demostrar la veracidad de Obama el invisible-, y que lo primero que expoliaron los invasores no fueron los pozos de petróleo como se ha hecho creer, sino los museos y asentamientos arqueológicos.

El mundo, aparentemente, había dejado sorpresivamente de tener bloques enemigos, y todo ello sin que hubiera una causa que lo justificara. Al mismo tiempo, y simultáneamente en todo el planeta, se comenzaron enormes obras de excavación (el Túnel de la Mancha, los que unen los fiordos de los países nórdicos, etc. –vale decir que España tiene 25 supertuneladoras en pleno funcionamiento-), y se comienza con un inusitado frenesí una campaña mundial por recopilar y almacenar semillas en refugios subterráneos, se impulsa desmedidamente la política de investigación de transplantes e ingeniería biológica, se da inicio a la aventura global de desentrañar el genoma humano y de las demás especies que habitan el planeta y se emprende una singladura de absurdos que distraigan al respetable, en una burda pero eficaz maniobra de encubrimiento de los proyectos que se están llevando a cabo, tales como escándalos, leyes sin sentido, incoherencias políticas, guerras ilegales, matanzas, terrorismo invisible que deriva en la Política del Miedo, masificación de la animalidad (pornografía, aborto libre, consumo enloquecido, etc.), todas ellas contrarias a las conveniencias de una cultura evolucionada, tal vez porque ya los poderes habían aceptado que esa cultura evolucionada tenía sus horas contadas.

¿Pero a quién salvar, suponiendo que sólo se pudieran librar –y no es seguro- sólo una pequeña parte del género?... Cuando los supervivientes salieran de los refugios, supuesto el caso de que sobrevivieran, serían necesarios eruditos y sabios, sí; pero también quienes apretaran tornillos, supieran poner ladrillos y aun sirvieran el té a los ricos que sin duda serían el grueso del embrión de la nueva especie. Sería necesario, pues, salvar sociedades completas a escala, no mayores de unas decenas de miles de personas por refugio, y siempre que fuera factible estando los diferentes nidos comunicados entre sí para auxiliarse unos a otros en el caso de ser necesario. Todo esto, es obvio, no son más que supuestos, pero con ciertos visos de realidad: es la Hipótesis Nibiru. Para lograr esa proeza tecnológica disponen los poderes de todos los recursos necesarios. Los movimientos de tierras precisos pueden ser enmascarados con obras de túneles, carreteras y autopistas, y los recursos económicos necesarios pueden ser obtenidos mediante la creación de crisis artificiales como la que sufrimos, la cual no hay experto que la sepa explicar convincentemente, al mismo tiempo que los Estados han movido billones de euros que nadie sabe dónde han ido a parar.

Síntomas, en fin, de una enfermedad que tal vez sea algo más que psicosomática. Queda por saber si quienes tienen acceso a esa información real quieren filtrarla y, en ese caso, qué canales utilizarían, pues que de ser cierto los mismos medios de difusión estarían controlados por quienes dibujan el proyecto y lo dirigen. No en vano, casi todos los medios importantes del mundo están en cuatro o cinco manos. Por otra parte, ya mediante alucinados a sueldo, frikis y desinformación gratuita en todos los ámbitos, han preparado y previsto esos mismos poderes un entramado conspiranoico capaz de dejar ante los ojos de la opinión pública como un imbécil al más sensato de los sabios o al más informado de los informadores. Nunca, en fin, sabremos cuánto hay de verdad en la Hipótesis Nibiru: tendremos que esperar unos pocos años todavía, dos, para saberlo con certeza.

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