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A pleno hervor

Ángel Ruiz Cediel
Ángel Ruiz Cediel
jueves, 3 de diciembre de 2009, 04:29 h (CET)
¡Esto está que hierve, señores! La cosa se pone calentita no porque se detecten ciertos desmanes entre quienes tienen mucho y quieren mucho más, sino porque el efecto contagio que se está produciendo en todas las esferas de la sociedad ya no conoce límites: los piratas de secano de Mauritania, viendo que España paga, imitan a los de los humedales oceánicos del Índico; los futbolistas y clubes futboleros actuales, viendo la pasta que amasaron los clubes y jugadores italianos de hace unos añitos sin que pasara nada, quieren su parte del atraco quinielístico-apostador, y también se han echado al monte de ponerse en venta por unos milloncejos; y los políticos… De éstos no hablaré hoy, ni de las licitaciones a dedo, ni de las recalificaciones, gastos olímpicos, sueldos desmedidos, tarjetas oro sin límite de gastos, servicios extra a las logias, colocación de amiguetes y hermanos fraternos, legislación en plan Dior a la medida de quien conviene, chanchullos varios, contratos a colegís, concursos amañados, guardas untadas, patrimonios exiguos después de decenios con sueldos astronómicos, ninios colocaditos en empresas favorecidas e instituciones, miembros de familias reales con salarios de sangre azul en empleos ad mensura, etcétera.

Naturalmente, si faltaran dineros para mantener tanto pillo se subirían los impuestos, y se suben, claro. Para justificarlo hay una legión de escrutadores argumentales a sueldo que trabajan día y noche para que los de los delantales y los delanteros estén como deben estar, a salvo de todo y dominando la escena pública: los de los delantales asumiendo el primer tiempo de los informativos; los delanteros, el segundo. A los ciudadanos nos dejan sólo el tiempo del tiempo, que es la sequía atroz o los fríos glaciares que nos abrasan por fuera y nos congelan por dentro. Música celestial, en fin, para quienes vivimos en el infierno, aunque este hervor a más de uno le está poniendo los huevos duros.

La tapa del puchero social no deja de aplaudir en este hervor a todo tren, y cada vez va quedando menos caldito en el meollo social porque cada individuo que puede se evapora, pasa del estado líquido al gaseoso y, con corrupción o mediante atraco, abandona el mundo de los mortales y se integra en ese éter en que nadie sabe qué es un apuro económico, vivir con mesura o contención o, siquiera sea, qué es la moral, la honradez o la integridad. Pocos, pocos quedamos en el puchero ya, pero tenemos que mantener a todos estos vivos etéreos que han trepado por la jacobina escalera de la corrupción al mundo de los ángeles… negros, aunque no los de Machín, precisamente. Un sueño, en fin.

Aunque parezca mentira me pongo colorado…., que decía la canción, cuando pienso en que no hace tanto había cierta moralidad, se consideraba virtuosa la honradez, era encomiable la humildad, la elegancia y el señorío estaba en una buena educación…, etcétera; pero llegaron los de comer caviar con cuchara sopera, los progresistas de participios pasivos primos hermanos de bacalao, los que con mucha verborrea y mano larga querían repartir la riqueza (entre ellos) y no la pobreza, los modernos con sus costumbres antinaturales, los chicos in de la movida con sus perversiones sociales, los transgresores que ridiculizaban credos, dioses y demonios, los puristas de la corrupción…, y nos sumieron en esto que hemos dado más bien en caída libre que poco a poco, en una operación de derribo de escalas de valores que ha ido haciendo fosfatina todos los mampuestos de una sociedad que se fue construyendo en base a sangre, dolor y esfuerzo durante milenios. Nada vale ya de cuanto pueda ser virtud, sino la pasta en crudo, igualar al tonto con el sabio, al asno con el talento y al gañán con el señor, sólo porque el parné, el cumquibus, el dinero, no importa cómo se haya obtenido, es el rasero que divide a la sociedad entre quienes se están abrasando a impuestos e injusticias en el puchero, y quienes se han evaporado gracias a sus chanchullos y corruptelas de las penalidades humanas.

Sin embargo, tienen demasiados ojos para los dineros sucios los de los delantales y los delanteros, pero están ciegos para ver que están precipitando la caída del Imperio. Los Imperios siempre cayeron desde dentro, porque los Atilas o los Alaricos sólo tuvieron que empujar un poquitín lo que ya se desmoronaba solo. Efecto llamada, de eso se trata todo esto: los piratas llaman a los piratas porque el negocio les funciona, los corruptos a los corruptos y los oportunistas a los oportunistas. Tonto el último, ya se sabe. Lo igual, en fin, atrae a lo igual: ¿quién dijo eso?

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