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¿La próxima gran burbuja?

Robert J. Samuelson
Robert J. Samuelson
martes, 10 de noviembre de 2009, 05:07 h (CET)
WASHINGTON - Cuando Nouriel Roubini habla, el mundo escucha. Roubini es, por supuesto, el economista de la Universidad de Nueva York otrora anónimo cuyas terribles advertencias de una crisis financiera demostraron ser tristemente proféticas. La semana pasada, Roubini estaba gritando. Firmando en el Financial Times, advertía de que la Reserva y los demás bancos centrales están alimentando una nueva "burbuja" de activos que -- aunque no corre un peligro inmediato de estallar -- lo hará algún día con desastrosas consecuencias.

Este es el argumento de Roubini. La Reserva está manteniendo próximos a cero los tipos de interés a corto plazo. Inversores y especuladores compran dólares baratos a crédito y los utilizan para adquirir diversos activos -- acciones, bonos, oro, petróleo, materias preciosas, divisas extranjeras. Los precios suben. Se pueden ganar enormes beneficios.

Pero esto no puede durar, advierte Roubini. La Reserva subirá los tipos de interés con el tiempo. O acontecimientos ajenos (un enfrentamiento con Irán, el temor a una recesión doble) van a cambiar la psicología del mercado. Entonces, los inversores se lanzan a retirar la inversión antes del plazo, y la liquidación provoca un batacazo. La bolsa, los precios de los bonos y los bienes de primera necesidad se desploman. Las pérdidas se acumulan, la confianza cae y la economía real se resiente.

"La Reserva y los demás administradores no parecen darse cuenta de la monstruosa burbuja que están creando", escribe Roubini. "Cuanto más tiempo sigan ciegos, más acusadamente se desplomarán los mercados."

¿No hemos visto esta película antes? Bueno, tal vez.

Como el valor de los inmuebles hace unos años, los precios de los activos han subido espectacularmente. Desde su mínimo del 9 de marzo, la bolsa estadounidense ha avanzado más de un 50%. El índice de valores de los 22 países "con mercados emergentes" (que incluye a Brasil, China y la India) ha duplicado su valor desde su mínimo reciente. El barril del crudo en torno a los 80 dólares ha incrementado su valor un 150% con respecto a su mínimo reciente de 31 dólares. El oro roza máximos históricos en torno a los 1.090 dólares la onza. Mientras tanto, el dólar ha perdido terreno frente a las demás divisas. La mitad del pronóstico de Roubini parece verosímil.

Pero la otra mitad es menos convincente: que los precios, impulsados por préstamos baratos, han alcanzado niveles especulativos. Recuerde que la economía parecía estar en caída libre a principios de este año. Los aterrorizados consumidores y las cautas compañías acumulaban líquido, recortaban el gasto drásticamente y vendían títulos en mercados extranjeros a precios por debajo del mercado nacional. Desde entonces, los ánimos y los indicadores económicos han prosperado. Los precios superiores de los títulos y los bienes de primera necesidad se han recuperado casi por completo de las grandes pérdidas asumidas durante aquellos meses presas del pánico. Los precios de la actualidad están por lo general rozando los máximos anteriores. El máximo del crudo rozaba los 150 dólares el barril.

Del mismo modo, el S&P 500, alrededor de los 1.065 puntos, se ha dejado un tercio de su valor máximo alcanzado el 9 de octubre de 2007 (1.565,15 puntos) y ronda los niveles de la jornada electoral de 2008 (1.005,75 enteros). Comparando con los históricos de la relación precio-ingresos por acción -- el cociente entre el precio de un título y su rentabilidad porcentual -- estos niveles pueden justificarse, (BEG ITAL)siempre que la recuperación económica continúe(END ITAL). Con masivos expedientes de regulación, los gastos de las empresas se han reducido de manera acusada. "La esperanza es que cuando consumidores y empresas empiecen a gastar, las plusvalías desciendan rápidamente a mínimos (beneficios)," dice Howard Silverblatt, de SP.

Tampoco está claro que las compras en dólares a crédito estén promoviendo la especulación. "En Estados Unidos y Europa, los bancos están reduciendo sus préstamos", dice Hung Tran, economista del Instituto de Finanzas Internacionales, una organización dedicada al estudio de las instituciones financieras internacionales. "Se pueden ver fondos de cobertura con niveles de endeudamiento (dinero prestado) inferiores a los de 2007." Lo que sucedió realmente, dice, es que a medida que los inversores perdieron el miedo, desplazaron los fondos de la renta a otros mercados, elevando los precios. Cita el capital de salida este año de los fondos de inversión de capitales que supera los 300.000 millones de dólares.

De hecho, eso es lo que quiere la Reserva, argumenta Drew Matus, economista del Bank of America. Los bajos tipos de interés en los mercados de divisas y las cuentas de compensación "intentan obligar a hacer algo (con el dinero)” -- gastarlo o invertirlo. Prevenir la depresión significa apuntalar el consumo y los mercados de activos.

Por tanto, sigue sin comprobarse la nueva burbuja de Roubini. Pero esto no invalida su advertencia. Hemos aprendido por las bravas que hay una delgada línea entre la promoción del crecimiento económico y el fomento de las burbujas. En perspectiva, las relajadas políticas de la Reserva contribuyeron tanto a la "burbuja tecnológica" de finales de la década de los años 90 como a la reciente burbuja inmobiliaria, aunque en qué medida es objeto de debate.

Los signos más preocupantes de los excesos especulativos, dice Tran, implican la participación de algunos países en vías de desarrollo en Latinoamérica y Asia. Han recibido considerables entradas de capital (dinero del extranjero). Ellas han aupado las bolsas locales y plasman el descontento con el dólar. Sus bancos centrales - imitando las prácticas de la Reserva -- también han mantenido artificialmente bajos los tipos de interés, alimentando el crecimiento rápido del crédito. Algunas de sus bolsas han superado los máximos anteriores. Estos países se enfrentan a un dilema. El aumento de los tipos puede atraer más flujos de capital extranjero especulativo; mantenerlos bajos puede estimular el préstamo especulativo en divisa local.

Pero el dilema se deriva de los bajos tipos de la Reserva y el débil dólar. La conclusión: Lo diestramente que la Reserva administre su presente política importa en la misma medida al mundo y a Estados Unidos. Si se precipita, puede tumbar la recuperación económica; si tarda demasiado, puede generar burbujas -- y tumbar la recuperación.

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No es ninguna novedad que vivimos en un tiempo donde el pulso de la coexistencia social parece haberse acelerado en una deriva incomprensible, enfrentándonos con la paradoja de una humanidad cada vez más próxima, sin que ello se traduzca necesariamente en la cercanía o comprensión mutua.

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