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Opinión
Etiquetas | Cristianismo originario

La Reencarnación ¿Un antiguo conocimiento olvidado?

Teresa Antequera
Vida Universal
martes, 28 de julio de 2009, 06:00 h (CET)
La creencia de volver a nacer es tan antigua como la humanidad. Más de la mitad de la humanidad considera como una cosa totalmente natural la ley de Causa y efecto así como el pensamiento de que uno se pueda encarnar varias veces. Esto se encuentra en todos los círculos culturales y en ningún caso únicamente en Oriente como muchos creen.

El pensamiento de la reencarnación fue parte de la filosofía griega, en Pitágoras, en Platón. Existía en Egipto y hubo y hay una y otra vez grandes espíritus, poetas y filósofos que con toda naturalidad parten del pensamiento de que podemos vivir a menudo en la Tierra para purificarnos. En los tiempos de Jesús, el pensamiento de la reencarnación se encontraba también en la creencia popular judía. El judío Schalom Ben Chorin, un científico de la religión, escribió: «El pensamiento de la reencarnación es en el judaísmo de los tiempos de Jesús una evidente creencia popular… Por eso la gente consideró a Jesús como uno de los antiguos profetas que volvió a venir”. (Lucas 9, 8 y 19)

San Jerónimo, que fue el redactor de la Vulgata, es decir la primera Biblia, sabía muy bien que la reencarnación formaba parte de la enseñanza cristiana de los primeros tiempos. En una carta él escribió sobre Orígenes (el maestro de la sabiduría del cristianismo antiguo), diciendo que según su enseñanza el alma del ser humano «cambia su cuerpo». (Epístola 16) Y en otra carta se encuentra la declaración: «La enseñanza del regresar, desde los primeros tiempos se predicó como una fe transmitida por la tradición». Sin embargo Jeronimo durante su trabajo alteró más o menos 3.500 párrafos en los evangelios. El escribió en su tiempo al Papa Dámaso lo siguiente: «¿No habrá por lo menos uno, que a mí no me califique a gritos de falsificador y sacrílego religioso, porque tuve la osadía de agregar, modificar o corregir algunas cosas en los viejos libros, los evangelios?». Pero ¿qué eliminó y qué agregó él? ¿Y qué es lo que cambió?

El hombre cosecha lo que él ha sembrado anteriormente. Lo que se nos presenta en esta vida, lo hemos provocado nosotros mismos, posiblemente en una vida anterior. Hoy lo podemos reconocer y arreglar, es decir, purificar. ¿No es esto una gran misericordia? Podemos estar agradecidos de que Dios nos regale una y otra vez una oportunidad para liberarnos de nuestras cargas y purificarnos –en vez de, como lo afirma la Iglesia, disponer sólo de una vida en la que todo se tendría que decidir de modo definitivo.

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