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Cosechando lo que sembramos

Marie Cocco
Marie Cocco
viernes, 3 de julio de 2009, 05:19 h (CET)
Ni siquiera es digno de mencionarse que la búsqueda de roles de rectitud sexual últimamente ha salido muy mal parada. El conocido icono Farrah Fawcett -- con sus rizos rubios cayendo sobre sus hombros y su sonrisa blanca ofreciendo el contrapunto de chica corriente a su bañador rojo -- ciertamente hace que, por comparación, la década de los 70 parezca una era de salud.

No fue así.

Fue por entonces cuando los social conservadores -- hartos del sexo, las drogas, el rock 'n' roll, el divorcio, la sentencia del aborto, las mujeres ascendiendo en el mercado laboral y quién sabe qué más -- empezaron a organizarse políticamente para detener en seco todo este cambio amenazador. Fracasaron. Pero con el tiempo sí lograron imponer su receta -- educación sexual basada exclusivamente en la abstinencia que los estudios han demostrado repetidamente que no funciona -- al único colectivo de personas sexualmente activas que más necesita la información clara o por lo menos el que es menos probable que responda a los discursos paternalistas: Los adolescentes.

Es ampliamente sabido que los índices de embarazo no deseado y embarazo adolescente, que descendieron dramáticamente entre 1991 y 2005, están ahora ascendiendo acusadamente. Al investigar los cambios en el uso de medidas anticonceptivas conocidas entre los estudiantes de Instituto sexualmente activos, los investigadores de la Universidad de Columbia y el Instituto Alan Guttmacher, que estudia la salud sexual, han identificado como el principal culpable un descenso en el uso de instrumentos de control de la natalidad -- en concreto los preservativos.

El equipo estudió las tendencias de la actividad sexual adolescente y el uso de medidas anticonceptivas entre 1991 y 2007. Durante la mayor parte de este periodo, el nivel de actividad sexual reportado por los adolescentes en las encuestas rutinarias realizadas por el Centro de Control de Enfermedades permaneció estable en gran medida. Pero durante un período crucial -- identificado en el estudio como el comprendido entre 1991 y 2003 -- el uso de preservativos se extendió dramáticamente, ascendiendo del 42,6 por ciento en 1991 al 63 por ciento en 2003. A continuación comenzó un descenso visible en el uso de preservativos, con el 61,5 por ciento de los estudiantes afirmando usar preservativos en 2007.

"Estas tendencias de comportamiento son consistentes con los incrementos del año 2006 y 2007 en las cifras de embarazo adolescente," reza el estudio publicado en el número de julio del Journal of Adolescent Health. "Podría vaticinar mayores incrementos en 2008."

El descenso en el uso de medidas anticonceptivas puede alegrar a aquellos que han promovido planes escolares de estudio basados en la religión que se niegan a mencionar siquiera el control de la natalidad y que, en algunos casos, destacan específicamente que los condones pueden fallar. Se acerca bastante.

Pero ahora disponemos de pruebas claras y tristes de que la imprudencia política entre los adultos conduce a un comportamiento imprudente y perjudicial entre los menores. ¿Quién puede desear razonablemente más embarazos adolescentes, más abortos entre adolescentes, más madres solteras, más niños nacidos con mayor riesgo sanitario y con perspectivas económicas peligrosamente limitadas que marcan a los hijos de madres solteras jóvenes? Nadie se atrevería a promover una política así. Pero estos son los resultados de nuestra reciente política nacional de educación sexual, que se basó en la religión, no en la ciencia, y que antepuso el arte político de ganar al adversario fomentando su confianza a la salud pública.

Los presupuestos del Presidente Barack Obama eliminarán la financiación a los programas de educación basados únicamente en la abstinencia que no dan resultados a la hora de cambiar el comportamiento de los adolescentes. Es un paso en la dirección correcta, pero solamente un paso.

Los mismos investigadores que documentaron la caída en el uso de preservativos vinculan el descenso en parte a la preocupación cada vez menor entre la opinión pública por el contagio del HIV, el virus que provoca el sida. El incremento claro en la proporción de adolescentes que utiliza preservativos se produjo durante los años en los que los mensajes de salud pública y los medios acerca de los riesgos del HIV estaban en su apogeo. Las tendencias más recientes, escriben los investigadores, "pueden sugerir la relajación de los esfuerzos de prevención del sida entre los jóvenes estadounidenses." Es una advertencia directa de futuros de importancia trágicamente rebajada y muertes tempranas entre una generación que no debería estar condenada a ese sufrimiento.

Durante los últimos meses, hemos desarrollado prácticamente una histeria a causa de la gripe A y la atención casi constante de los medios de comunicación en los episodios de pánico motivado por casos de comida mal preparada. Son riesgos sanitarios genuinos -- pero no son necesariamente mortales, ni afectan a tantas personas ni de lejos en Estados Unidos o en todo el mundo como el sida. La diferencia, por supuesto, es que el sida se contagia manteniendo relaciones sexuales o compartiendo drogas por vía intravenosa, no por comer de manera involuntaria una hamburguesa en mal estado o sentarse junto a un huésped de la gripe.

Se puede decir, basándose en los datos más fríos, que en lo que respecta a los adolescentes y el sexo, una buena política y el liderazgo genuino obtienen mejores resultados que los discursos moralistas o ignorar las señales que podrían vaticinar un incremento en los contagios de sida. La trágica lección de los primeros días de la pandemia del sida es que andarse con remilgos no es sustituto del sentido común.

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Diario SIGLO XXI dispone de los derechos de publicación en exclusiva para medios digitales españoles de este y muchos otros columnistas del Washington Post Writers Group.

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