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Opinión
Etiquetas | Pedro Sánchez | PSOE | Investidura | independentismo | Puigdemont | Amnistía
Como dijo Pedro Sanchez la pasada semana, "la amnistía no es el fin del camino". En su cabeza habita un nuevo régimen o quién sabe qué

El relato del abuelo Paco

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La política actual consiste en la creación y consolidación de relatos. Son eficaces si consigues que tus afines se nutran con ellos y los repliquen, cohesionando a tu parroquia, pero sobre todo si son compatibles con los relatos de otros grupos o individuos, lo que te ayuda a conseguir aliados y con suerte a convertirse en el relato oficial, mayoritariamente asumido por la opinión pública. Aquí es clave que cuentes con medios de comunicación y líderes de opinión que normalicen el mensaje y apoyen su objetivo, sea lo que sea aquello que cuente el relato. Debe tener siempre buenos y malos y una concatenación de hechos en el tiempo a modo de puzzle en el que encaja todo y se ve de dónde venimos y a dónde vamos. Las guerras no se ganan en el campo de batalla, las gana quien las cuenta en la Historia. La culpa la tienen nuestros padres, que se afanaron cuando éramos niños en llenarnos la cabeza de cuentos durante tantas noches; no sabían que estaban poniendo las bases de cerebros adultos más manipulables.


El escritor británico Will Storr cuenta en su libro "La ciencia de contar historias", basándose en la sicología y la neurociencia, cómo el cerebro, desde los mitos griegos hasta la era de Netflix necesita alimentarse de historias, encadenando causas y efectos para tratar de entender lo que sucede y a los demás. Necesitamos relatos para entender la compleja realidad.


El relato que quieren que les compremos no está completo, falta el desenlace, pero ya vamos teniendo claro de dónde venimos y por qué estamos con lo de la amnistía y toda esta bazofia que la rodea. Resulta que los catalanes están oprimidos desde tiempos inmemoriales, y sobre todo durante la dictadura del abuelo Paco. Al llegar la democracia, se mantuvieron estructuras del anterior régimen en la judicatura (los jueces fachas de la APM) , la política (el PP que fundó Fraga y el Vox de Abascal), y los medios de comunicación de Madrid ( ABC, La Razón, El Mundo) y hasta en el deporte, como el 'madridismo sociológico'. Estas estructuras - cuánto daño ha hecho Marx a la metodología del pensamiento político - han seguido sojuzgando a los catalanes desde la transición hasta nuestros días, robándoles la guita y no dejándoles ser como quieren ser. 


Hartos de esta situación, hace unos años, el pueblo catalán quiso acabar con todo esto poniendo en las escuelas unas urnas y exigiendo libertad mediante el uso de medios políticos y pacíficos. Unilaterales si, pero políticos y sin un solo muerto encima de la mesa. Todo ello provocó que acabarán encausados, enjuiciados, en la cárcel o exiliados el president, varios consejeros, líderes políticos y sociales y cientos o miles de nobles ciudadanos tildados de terroristas desde la meseta cavernaria.


Nada de lo que hicieron merecería reproche penal, ya que todo se hizo en la defensa de derechos políticos justos. Por todo esto, la amnistía a Puigdemont y a los cientos o miles de encausados es una necesidad imperiosa para reparar el daño provocado a los catalanes durante el 'proces' e, implícitamente, la dictadura. Y esto solo lo puede hacer la izquierda, comandada por el Psoe, que compra a los independentistas la historieta, la asume y la difunde, traicionando así la transición y la Constitución del 78. Ahora encaja mejor en el puzzle la matraca de la memoria histórica, el sacar al abuelo Paco del valle en helicóptero y transmitirlo en directo por la tele y todas las mandangas colaterales. El terreno está bien abonado. De tal manera que nos podemos cargar al promulgar la amnistía el Estado de Derecho -si es que alguna vez lo fue o quedaba algo de él- entrometiéndonos mucho más allá del límite en la separación de poderes y acabando de facto con ella por conveniencia de poder.


No acaba aquí todo. Como dijo Pedro Sanchez la pasada semana, "la amnistía no es el fin del camino". En su cabeza habita un nuevo régimen o quién sabe qué. Una nueva constitución maxi federal o estirar la actual como un chicle hasta que se rompa. Da igual con tal de que se acabé la España del abuelo Paco, en la que se perpetúe el Psoe en el poder de la mano de sus socios periféricos, sojuzgando a un PP que, o se pliega a los nuevos tiempos, o se quedará en la caverna mesetaria cual resto arqueológico encontrado en Atapuerca. Esta es la hoja de ruta trazada e iniciada desde aquel Psoe de Zapatero: asociación de intereses y relatos compartidos y pactos con los nacionalistas periféricos, ya fuese por oposición a la centrípeta derecha y/o por conveniencia e interés electoral y de poder. 


El socialismo patrio, tan centralista e internacionalista que era, mutó a su oxímoron del día a la noche, tanto que ni los que crearon al partido contemporáneo, los González y compañía, lo reconocen ya. Parece que buena parte de los votantes jacobinos que lo han seguido votando desde Zapatero, siguen sin darse cuenta. Cosas de la inercia o del relato del abuelo Paco.

El relato del abuelo Paco

Como dijo Pedro Sanchez la pasada semana, "la amnistía no es el fin del camino". En su cabeza habita un nuevo régimen o quién sabe qué
Ángel José González Herrero
miércoles, 8 de noviembre de 2023, 11:05 h (CET)

La política actual consiste en la creación y consolidación de relatos. Son eficaces si consigues que tus afines se nutran con ellos y los repliquen, cohesionando a tu parroquia, pero sobre todo si son compatibles con los relatos de otros grupos o individuos, lo que te ayuda a conseguir aliados y con suerte a convertirse en el relato oficial, mayoritariamente asumido por la opinión pública. Aquí es clave que cuentes con medios de comunicación y líderes de opinión que normalicen el mensaje y apoyen su objetivo, sea lo que sea aquello que cuente el relato. Debe tener siempre buenos y malos y una concatenación de hechos en el tiempo a modo de puzzle en el que encaja todo y se ve de dónde venimos y a dónde vamos. Las guerras no se ganan en el campo de batalla, las gana quien las cuenta en la Historia. La culpa la tienen nuestros padres, que se afanaron cuando éramos niños en llenarnos la cabeza de cuentos durante tantas noches; no sabían que estaban poniendo las bases de cerebros adultos más manipulables.


El escritor británico Will Storr cuenta en su libro "La ciencia de contar historias", basándose en la sicología y la neurociencia, cómo el cerebro, desde los mitos griegos hasta la era de Netflix necesita alimentarse de historias, encadenando causas y efectos para tratar de entender lo que sucede y a los demás. Necesitamos relatos para entender la compleja realidad.


El relato que quieren que les compremos no está completo, falta el desenlace, pero ya vamos teniendo claro de dónde venimos y por qué estamos con lo de la amnistía y toda esta bazofia que la rodea. Resulta que los catalanes están oprimidos desde tiempos inmemoriales, y sobre todo durante la dictadura del abuelo Paco. Al llegar la democracia, se mantuvieron estructuras del anterior régimen en la judicatura (los jueces fachas de la APM) , la política (el PP que fundó Fraga y el Vox de Abascal), y los medios de comunicación de Madrid ( ABC, La Razón, El Mundo) y hasta en el deporte, como el 'madridismo sociológico'. Estas estructuras - cuánto daño ha hecho Marx a la metodología del pensamiento político - han seguido sojuzgando a los catalanes desde la transición hasta nuestros días, robándoles la guita y no dejándoles ser como quieren ser. 


Hartos de esta situación, hace unos años, el pueblo catalán quiso acabar con todo esto poniendo en las escuelas unas urnas y exigiendo libertad mediante el uso de medios políticos y pacíficos. Unilaterales si, pero políticos y sin un solo muerto encima de la mesa. Todo ello provocó que acabarán encausados, enjuiciados, en la cárcel o exiliados el president, varios consejeros, líderes políticos y sociales y cientos o miles de nobles ciudadanos tildados de terroristas desde la meseta cavernaria.


Nada de lo que hicieron merecería reproche penal, ya que todo se hizo en la defensa de derechos políticos justos. Por todo esto, la amnistía a Puigdemont y a los cientos o miles de encausados es una necesidad imperiosa para reparar el daño provocado a los catalanes durante el 'proces' e, implícitamente, la dictadura. Y esto solo lo puede hacer la izquierda, comandada por el Psoe, que compra a los independentistas la historieta, la asume y la difunde, traicionando así la transición y la Constitución del 78. Ahora encaja mejor en el puzzle la matraca de la memoria histórica, el sacar al abuelo Paco del valle en helicóptero y transmitirlo en directo por la tele y todas las mandangas colaterales. El terreno está bien abonado. De tal manera que nos podemos cargar al promulgar la amnistía el Estado de Derecho -si es que alguna vez lo fue o quedaba algo de él- entrometiéndonos mucho más allá del límite en la separación de poderes y acabando de facto con ella por conveniencia de poder.


No acaba aquí todo. Como dijo Pedro Sanchez la pasada semana, "la amnistía no es el fin del camino". En su cabeza habita un nuevo régimen o quién sabe qué. Una nueva constitución maxi federal o estirar la actual como un chicle hasta que se rompa. Da igual con tal de que se acabé la España del abuelo Paco, en la que se perpetúe el Psoe en el poder de la mano de sus socios periféricos, sojuzgando a un PP que, o se pliega a los nuevos tiempos, o se quedará en la caverna mesetaria cual resto arqueológico encontrado en Atapuerca. Esta es la hoja de ruta trazada e iniciada desde aquel Psoe de Zapatero: asociación de intereses y relatos compartidos y pactos con los nacionalistas periféricos, ya fuese por oposición a la centrípeta derecha y/o por conveniencia e interés electoral y de poder. 


El socialismo patrio, tan centralista e internacionalista que era, mutó a su oxímoron del día a la noche, tanto que ni los que crearon al partido contemporáneo, los González y compañía, lo reconocen ya. Parece que buena parte de los votantes jacobinos que lo han seguido votando desde Zapatero, siguen sin darse cuenta. Cosas de la inercia o del relato del abuelo Paco.

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