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Reseña de la película de Jan Hrebejk

La profesora

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Soy María Drazdechova y seré vuestra nueva profesora. Juntos nos enfrentaremos al ruso, al eslovaco y también a la historia. Espero que tengáis tantas ganas de empezar las clases como yo, pero antes de nada quiero conoceros, así que cuando diga vuestro nombre en alto os levantáis para que pueda veros bien, después me vais a decir a que se dedican vuestro padre y vuestra madre”.


A priori, no vemos nada excepcional en esta presentación de la profesora ante sus alumnos. Nos recuerda que, en alguna ocasión, nosotros mismos también hemos tenido que levantar el culo del asiento para responder brevemente a las preguntas de la rectora. Difícilmente encontraremos algo malsonante en ella, más allá de establecer un vínculo profesor/alumno para romper ese hielo que siempre emerge a la hora de estrechar nuevas relaciones. Pero si resulta que estas palabras se pronuncian en un colegio de Eslovaquia, en los años ochenta, la cosa cambia ligeramente, y aún diré más, si resulta que la profesora pertenece al Partido Comunista y tiene altas conexiones con el mismo, entonces todo vuelca en una dirección completamente opuesta a la inocente propuesta de presentación y, en especial, a la última parte. La realidad del filme es que la profesión de los padres tiene connotaciones de extrema importancia en el desarrollo y educación de los alumnos en la clase de la señorita Drazdechova.


La película no tarda en delatarse; contra más favores de los padres en beneficio único y personal de la profesora, mayores notas para sus hijos, e incluso los ejercicios que van a salir en un examen son revelados por tratos de favor indecentes entre algunos padres, que bajo la alfombra, por miedo a represalias, al futuro de sus hijos y al gran comunismo que todo lo oye, aceptan el método sin miramientos de conciencia. Los adolescentes, completamente desnudos ante tal chantaje e insolencia, son los perjudicados, y aunque se llevan gran parte del protagonismo, el verdadero núcleo de la historia se centra en una reunión urgente y secreta que la directora del colegio ha organizado para tratar el tema de la profesora, de esa manera los padres también ejercen una fuerza motora necesaria para la historia, que vemos cómo se fracciona, yendo desde el presente (reunión de padres) y retrocediendo hasta los días donde la señorita Drazdechova daba sus clases. La situación llega a un punto límite, y los adultos deben defender o callar lo que está sucediendo en el colegio, sin olvidar que se viven días donde el comunismo ejerce un poder totalitario y en donde los profesionales, como los médicos, pueden adquirir sus licencias con ayudas del Partido. No resulta tan fácil señalar con el dedo, incluso a sabiendas que las formas de la profesora son aprovechadas, maquiavélicas e impunes.


El director Jan Hrebejk utiliza símbolos hostiles para postular la personalidad de la profesora; los tacones repicando en el pasillo con profundo eco que se asemeja al sonido de las botas militares, el vocabulario bélico que utiliza frente a sus alumnos, palabras como “enfrentamiento” o “traición”, o la clamorosa estatua colocada de un soldado con un fusil en frente de la pizarra, algo absolutamente chocante. Mediante amenazas, rígidas enseñanzas e historias de soldados guapos y heroicos, va adoctrinando a los niños a conciencia y les va convenciendo del socialismo patrio, mientras en el presente, los padres discuten acaloradamente sobre el asunto, debido a las trágicas consecuencias que una alumna ha optado, empujada por la rectitud de la profesora, que no conforme con estatuas y bellas historias militares, pasa a la agresión verbal e, incluso, física.


Interesante observar las posturas de los adultos en el filme. Familias de clase baja dispuestas a combatir y denunciar a la profesora, algunos no tan seguros de enfrentarse al Partido, otros que guardan silencio por los favores prestados, y otros completamente cegados y amantes del comunismo chantajista y déspota. La auténtica opinión se muestra en secreto y no en la sala donde acontece la reunión, símbolo del miedo y de las represalias que puede acarrear una simple firma en un papel. Y qué irónico resulta el primer plano del filme, donde observamos un cuadro enorme en la fachada del colegio, con una mujer cogiendo una paloma, bajo el lema: “Svetu mier!” O lo que es lo mismo: “¡El mundo de la paz!”. Inmediatamente después, vemos a los padres dejando sus carteras y abrigos, antes de entrar en el aula de sus hijos, que sin embargo, debido a las vallas y rejas que vemos en su interior, se asemeja más a una pequeña prisión. El mundo de la paz resulta ser un mundo hostil, falaz, interesado… en donde el símbolo de la paloma solo funciona como concepto, pero nunca como algo tangible.


La Profesora (Ucitelka, Jan Hrebejk, 2016) dirige un mensaje global, ciñéndose no solo al comunismo como sistema, sino al ser humano con ética y principios.


CONSIDERACIONES FINALES:


Esta película nos narra y describe magistralmente el laberinto de la soledad, los retos y los desafíos que enfrenta en el salón de clases: una modesta profesora Eslovaca llamada Drazdechova, quién pese a haber quedado viuda por la pérdida de su esposo, trata de ejercer y en el marco del corset y de la camisa de fuerza impuesta por la rigidez académica y burocrática del dogmatismo del comunismo realmente existente en la Europa del Este, una nítida libertad de cátedra que es estigmatizada y criminalizada no solo por el régimen de la república Eslovaca bajo el control de las botas de la hegemonía soviética sino también por sus propios compañeros, vecinos y padres de familia, quienes sin proponérselo son las comparsas útiles del totalitarismo para instaurar una dictadura pedagógica.


El Aula militarizada se convierte irónicamente en parte estratégica de un instrumento para el adoctrinamiento de las conciencias colectivas e individuales para recluirlas en el socialismo patriotero con fines bélicos haciendo inútil, estéril e imposible y además de utópica la construcción “del mundo de la paz” que pregona el régimen, provocando en los alumnos el efecto contrario, por lo que sin darse cuenta viven en un mundo ficticio.


+https://www.elespectadorimaginario.com/la-profesora/

La profesora

Reseña de la película de Jan Hrebejk
Óscar Padilla Lobato
sábado, 4 de noviembre de 2023, 11:43 h (CET)

Soy María Drazdechova y seré vuestra nueva profesora. Juntos nos enfrentaremos al ruso, al eslovaco y también a la historia. Espero que tengáis tantas ganas de empezar las clases como yo, pero antes de nada quiero conoceros, así que cuando diga vuestro nombre en alto os levantáis para que pueda veros bien, después me vais a decir a que se dedican vuestro padre y vuestra madre”.


A priori, no vemos nada excepcional en esta presentación de la profesora ante sus alumnos. Nos recuerda que, en alguna ocasión, nosotros mismos también hemos tenido que levantar el culo del asiento para responder brevemente a las preguntas de la rectora. Difícilmente encontraremos algo malsonante en ella, más allá de establecer un vínculo profesor/alumno para romper ese hielo que siempre emerge a la hora de estrechar nuevas relaciones. Pero si resulta que estas palabras se pronuncian en un colegio de Eslovaquia, en los años ochenta, la cosa cambia ligeramente, y aún diré más, si resulta que la profesora pertenece al Partido Comunista y tiene altas conexiones con el mismo, entonces todo vuelca en una dirección completamente opuesta a la inocente propuesta de presentación y, en especial, a la última parte. La realidad del filme es que la profesión de los padres tiene connotaciones de extrema importancia en el desarrollo y educación de los alumnos en la clase de la señorita Drazdechova.


La película no tarda en delatarse; contra más favores de los padres en beneficio único y personal de la profesora, mayores notas para sus hijos, e incluso los ejercicios que van a salir en un examen son revelados por tratos de favor indecentes entre algunos padres, que bajo la alfombra, por miedo a represalias, al futuro de sus hijos y al gran comunismo que todo lo oye, aceptan el método sin miramientos de conciencia. Los adolescentes, completamente desnudos ante tal chantaje e insolencia, son los perjudicados, y aunque se llevan gran parte del protagonismo, el verdadero núcleo de la historia se centra en una reunión urgente y secreta que la directora del colegio ha organizado para tratar el tema de la profesora, de esa manera los padres también ejercen una fuerza motora necesaria para la historia, que vemos cómo se fracciona, yendo desde el presente (reunión de padres) y retrocediendo hasta los días donde la señorita Drazdechova daba sus clases. La situación llega a un punto límite, y los adultos deben defender o callar lo que está sucediendo en el colegio, sin olvidar que se viven días donde el comunismo ejerce un poder totalitario y en donde los profesionales, como los médicos, pueden adquirir sus licencias con ayudas del Partido. No resulta tan fácil señalar con el dedo, incluso a sabiendas que las formas de la profesora son aprovechadas, maquiavélicas e impunes.


El director Jan Hrebejk utiliza símbolos hostiles para postular la personalidad de la profesora; los tacones repicando en el pasillo con profundo eco que se asemeja al sonido de las botas militares, el vocabulario bélico que utiliza frente a sus alumnos, palabras como “enfrentamiento” o “traición”, o la clamorosa estatua colocada de un soldado con un fusil en frente de la pizarra, algo absolutamente chocante. Mediante amenazas, rígidas enseñanzas e historias de soldados guapos y heroicos, va adoctrinando a los niños a conciencia y les va convenciendo del socialismo patrio, mientras en el presente, los padres discuten acaloradamente sobre el asunto, debido a las trágicas consecuencias que una alumna ha optado, empujada por la rectitud de la profesora, que no conforme con estatuas y bellas historias militares, pasa a la agresión verbal e, incluso, física.


Interesante observar las posturas de los adultos en el filme. Familias de clase baja dispuestas a combatir y denunciar a la profesora, algunos no tan seguros de enfrentarse al Partido, otros que guardan silencio por los favores prestados, y otros completamente cegados y amantes del comunismo chantajista y déspota. La auténtica opinión se muestra en secreto y no en la sala donde acontece la reunión, símbolo del miedo y de las represalias que puede acarrear una simple firma en un papel. Y qué irónico resulta el primer plano del filme, donde observamos un cuadro enorme en la fachada del colegio, con una mujer cogiendo una paloma, bajo el lema: “Svetu mier!” O lo que es lo mismo: “¡El mundo de la paz!”. Inmediatamente después, vemos a los padres dejando sus carteras y abrigos, antes de entrar en el aula de sus hijos, que sin embargo, debido a las vallas y rejas que vemos en su interior, se asemeja más a una pequeña prisión. El mundo de la paz resulta ser un mundo hostil, falaz, interesado… en donde el símbolo de la paloma solo funciona como concepto, pero nunca como algo tangible.


La Profesora (Ucitelka, Jan Hrebejk, 2016) dirige un mensaje global, ciñéndose no solo al comunismo como sistema, sino al ser humano con ética y principios.


CONSIDERACIONES FINALES:


Esta película nos narra y describe magistralmente el laberinto de la soledad, los retos y los desafíos que enfrenta en el salón de clases: una modesta profesora Eslovaca llamada Drazdechova, quién pese a haber quedado viuda por la pérdida de su esposo, trata de ejercer y en el marco del corset y de la camisa de fuerza impuesta por la rigidez académica y burocrática del dogmatismo del comunismo realmente existente en la Europa del Este, una nítida libertad de cátedra que es estigmatizada y criminalizada no solo por el régimen de la república Eslovaca bajo el control de las botas de la hegemonía soviética sino también por sus propios compañeros, vecinos y padres de familia, quienes sin proponérselo son las comparsas útiles del totalitarismo para instaurar una dictadura pedagógica.


El Aula militarizada se convierte irónicamente en parte estratégica de un instrumento para el adoctrinamiento de las conciencias colectivas e individuales para recluirlas en el socialismo patriotero con fines bélicos haciendo inútil, estéril e imposible y además de utópica la construcción “del mundo de la paz” que pregona el régimen, provocando en los alumnos el efecto contrario, por lo que sin darse cuenta viven en un mundo ficticio.


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