El Real Madrid obtuvo su billete con destino a semifinales de Liga Endesa. Le aguarda el Valencia, con sed de venganza a tenor de episodios históricos. El cruce, que comienza este jueves en el Palacio de los Deportes, examinará a un campeón que continúa con vida en la defensa de su corona al tiempo que exhibe su carácter ciclotímico. Capaz de agonizar como de alcanzar el éxtasis en cuestión de días. Si el domingo, el UCAM Murcia descubrió todas las dudas, y alguna carencia, del Real Madrid, en el tercer y decisivo encuentro, el cuadro murciano se presentó tarde a esta cita, y más cuando enfrente estaba un conjunto blanco sólido en defensa y tan administrativo como resolutivo en ataque.
No hubo ni esos típicos nervios de encuentros a vida o muerte. Ni siquiera un intercambio de canastas como calibración de estados físicos y mentales. Nada de nada. No hubo ni encuentro; pareció más bien un amistoso de comienzo de temporada. En consecuencia, el Real Madrid no necesitó ni exprimirse, ni al máximo ni en mínimo. Los hombres de Laso –sin Rudy Fernández en la enfermería a causa de su renqueante espalda- anotaban por inercia –no había oposición alguna en ataque- y defendían casi con la mirada. Quizá tan precisa que intimidó al UCAM Murcia. Colapsados. El parcial de inicio fue demoledor. Inapelable: 16-3. Más dramático fueron los siete minutos que tardó el UCAM Murcia en sumar sus primeros puntos. Y ya desolador el apartado estadístico: 42 a menos 1 en valoración general después de cerrarse el primer cuarto.
Con el marcador absolutamente desequilibrado (28-10) y con Ayón engordando estadísticas (11 puntos casi consecutivos para terminar con 18 y 33 de valoración), se asomaba un encuentro tedioso. Largo. Estaba todo decidido salvo hecatombe. El UCAM Murcia necesitaba rehacerse, centrarse y tratar de hacer algo de baloncesto. Lo mejor, a pesar del tremendo escenario, estaba en que ya había tocado suelo. Y pareció recuperar sus biorritmos: Campazzo, que nunca cede, dio bríos y puntos (17 al descanso); Cabezas puso cierto orden y Faverani aportó puntos en la zona. El marcador se ajustó: 39-25.
Insuficiente. El Real Madrid aún ni había corrido ni recurrido a su arma del perímetro. Y contaba con el aliento del público, liberado de sustos y preocupaciones. Entonces aparecieron las carreras de Llull, más esos contragolpes rápidos tras recuperación, y los triples: Doncic, Nocioni, Llull y Carroll. Conclusión: 49-29 a dos minutos para el descanso. Aceptable cuarto del Murcia –reprobable, eso sí, sus provocaciones, ésta vez a Doncic-, pero se encontró con otro problema de envergadura. El Real Madrid ya no jugaba por inercia. Hacía su baloncesto. Y encima, el UCAM Murcia seguía sin saber cómo defenderse. Y ya se sabe: a intercambio de golpes, el fuerte, el Real Madrid, siempre se acaba proclamando vencedor. Al descanso: 54-33 (tras parcial más equilibrado: 26-23). Y ya nada cambio. Tercer y cuarto acto fueron sendos entrenamientos. El decisivo partido tuvo una historia intrascendente.