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La pulsión aforista

Kathleen Parker
Kathleen Parker
viernes, 29 de mayo de 2009, 01:11 h (CET)
Freud reconoció que los seres humanos tienen una pulsión sexual y hasta por la muerte. ¿Es posible que también tengamos una pulsión aforista?

Parecemos atraídos hacia las respuestas complacientes y las coletillas -- especialmente por parte de nuestros políticos. No es bastante ser sabio o saber transmitir; hay que ser citable.

De hecho, el aforismo es la forma de arte escrito más antigua, según el experto y autor James Geary (“El mundo del aforismo en una frase: breve historia del aforismo”). Antes de que los famosos aforistas Mark Twain, Dorothy Parker y Woody Allen dieran sucesivamente la réplica, Buda, Jesucristo o Mahoma causaban sensación. Hace 5.000 años, los egipcios y los chinos cincelaban sentencias de verdad universal.

(BEG ITAL)Les bons mots(END ITAL) tienden a hacernos sentir mejor, dando estructura a nuestros pensamientos y orden a nuestras emociones. Son especialmente útiles en tiempos de dificultades. Los elogios y los editoriales incluyen invariablemente esas tres palabras: “En palabras de (espacio en blanco).”

He aquí el que circula ahora: "No tenemos nada que temer excepto el mismo miedo.” Ahhhh. Ya me siento mejor. Ya puede sonar el Aleluya.

Constantemente, con mayor frecuencia en los tiempos que corren, el recurso fácil de los políticos a la muletilla me incomoda. No sé si aplaudir con las manos o vigilar mi cartera. ¿Por qué será que lo que fue concebido para hacerme sentir animada e inspirada me hace sentir manipulada y escéptica?

El psicólogo de Harvard Daniel Gilbert, escribiendo hace poco en el New York Times, podría haber dado con la clave sin pretenderlo. Explicaba que la gente es más feliz contra más segura se siente. No nos gusta (BEG ITAL)no(END ITAL) saber, aparentemente, incluso cuando lo que sabemos es desagradable.

Gilbert citaba varios experimentos para avalar su idea, incluyendo uno que implica el procedimiento patentemente desagradable de la colostomía. Las personas que sabían que sus operaciones de intestino grueso iban a ser permanentes eran más optimistas que las personas que sabían que sus colostomías podrían ser invertidas algún día. Conclusión de Gilbert: la gente prefiere saber antes que desconocer. Sabiendo, puede llevar a cabo ajustes psicológicos.

"Sabemos hacer esfuerzos y sabemos ir a remolque," escribía. "Pero no podemos reconciliarnos con circunstancias cuyos términos aún desconocemos.”

Las observaciones de Gilbert se producían en el contexto de nuestra tesitura económica actual. Tan pronto como sepamos lo mal que están las cosas (o no), nos adaptaremos y tiraremos para adelante.

Podría tener razón en lo que dice, pero la misma incertidumbre que nos convierte en seres humanos infelices también estimula la creatividad que nos hace felices. ¿Fue feliz Leonardo Da Vinci? ¿Homero? ¿George Washington? La pulsión creativa del hombre no nació fruto de la alegría, sino de la inquietud que conlleva la agitación inconsciente derivada de la mayor certidumbre ideada nunca: la muerte.

Este es el truismo, por no decir aforismo. Sin la muerte y la certeza del tiempo limitado de lo físico, el Homo Sapiens no habría salido de la caverna nunca. Infelicidad e incertidumbre -- en lugar de felicidad y seguridad -- es lo que nos hace mover el culo.

Sin miseria, no hay Capilla Sixtina.
¿Qué le sucede pues al espíritu creativo cuando el gobierno interviene para tranquilizar nuestras inquietudes? ¿Qué le sucede a la cultura sin infelicidad? ¿Qué le sucede a la motivación sin adversidad? Cualquier padre lo sabe. Baste decir que la ética del trabajo no es demasiado sólida entre los niños mimados.

Lo más importante de todo, cubiertas todas las necesidades, ¿qué le sucede a la libertad -- ese instinto humano de repulsa frente al orden impuesto?

Cuando Rahm Emanuel dijo, “nunca hay que desperdiciar una crisis importante," no fue el primero ni el último en expresar esa opinión. George W. Bush fue acusado de explotar el terror post-11 de Septiembre de los estadounidenses para ampliar el poder ejecutivo. Barack Obama será recordado por crear programas sociales como para reventar presupuestos mientras los estadounidenses estaban atrapados frente a la espada del desempleo y contra la pared del retroceso económico.

El miedo de los ciudadanos es el elixir del político.

La certeza puede ser la promesa del gobierno, pero la incertidumbre es el lubricante del libre mercado. La incertidumbre fue también la comadrona de América. Sin tolerancia a la incertidumbre -- y a la infelicidad -- los fundadores de nuestra nación se habrían quedado en sus mecedoras.

Las generaciones anteriores entendieron que la vida es un juego de azar de beneficios inciertos. Se ponían tristes en ocasiones porque la vida a veces es triste. Eran buenos poniendo buena cara al mal tiempo porque las depresiones resultaban más familiares que las bonanzas.

Hoy al parecer cambiamos libertad por seguridad y nuestro espíritu antes indomable por algo de satisfacción, preferiblemente de toma oral. Todo lo que necesitamos es un bonito aforismo para ayudar a tragar la medicina. Aquí es donde uno de los preferidos de los conservadores pone las cosas en su sitio: "Un gobierno lo bastante grande para darle todo lo que quiere es un gobierno lo bastante grande para quitarle todo lo que tiene.”

¿Feliz?

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Diario SIGLO XXI dispone de los derechos de publicación en exclusiva para medios digitales españoles de este y muchos otros columnistas del Washington Post Writers Group.

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