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Etiquetas | Cristianismo originario

El Evangelio de María, un documento apócrifo revelador

Ana Sáez Ramírez
Vida Universal
martes, 5 de mayo de 2009, 07:24 h (CET)
A pesar de que los Evangelios apócrifos son desconocidos por la mayoría de las personas, en los últimos siglos una y otra vez se han ido encontrando escritos que evidencian que no fueron únicamente cuatro los evangelios que se escribieron y que cómo tal reconocen las iglesias. Uno de los hallazgos más importantes fue el de Nag Hammadi en el alto Egipto, donde se encontró el llamado Evangelio de María y en el que se narran unos pasajes que revelan que María Magdalena venía a ser la principal responsable del grupo y Pedro su “adversario”. En este relato se narra cómo María Magdalena consoló a los discípulos después de la ascensión de Jesús y que sobre todo los motivó en esos momentos de profundo desanimo, con las siguientes palabras: “Recordad que Jesús quería que el Evangelio se anunciase en todo el mundo”.

En el citado Evangelio apócrifo el lector descubre que muchos de los seguidores de Jesús se reunían para hablar sobre los Evangelios y como María consiguió motivar a los hombres. También como en uno de esos momentos Pedro pidió a María que pronunciase un discurso, pero ¿con qué intención? Pedro puso en entredicho a María cuestionando si lo que decía era verdad. Esto se encuentra en una cita del Evangelio de María, en el que Pedro dice literalmente: ¿Es posible que Jesús realmente hablase con una mujer y no ante todos, sin que nosotros tuviésemos conocimiento de ello? ¿Debemos nosotros dirigirnos a ella y escucharla? ¿La ha preferido Él a nosotros? María se dirigió entonces a Pedro y le dijo: «Pedro, hermano mío, ¿qué quieres decir con ello? ¿Supones acaso que yo he reflexionado estas cosas por mí misma o que miento respecto al Salvador?» Entonces salió al paso un discípulo, Levi, que le dijo a Pedro: «Pedro, tú siempre has sido muy acalorado. Ahora luchas contra las mujeres como un adversario de ellas. Pero si el Redentor las consideró dignas, ¿quién eres tú para rechazarlas?»

Con esta cita se entiende por qué muchas cosas en los 2000 años posteriores a la muerte de Jesús han sucedido de una forma y no de otra con respecto a la consideración de la iglesia hacia la mujer. Si Pedro ya en aquel tiempo luchó como adversario contra la mujer, sólo por ser mujer, no es de extrañar que los Papas las hayan denigrado una y otra vez durante siglos llegando hasta la Inquisición y quema de brujas donde tanta sangre se derramó entre las mujeres de la época, ya que el principal grupo de tortura y de víctimas durante la Inquisición fueron éstas, la mayoría quemadas vivas en la hoguera por encargo de los máximos responsables eclesiásticos. Sin ir más lejos todavía a principios del siglo XIX la Iglesia todavía discutía si las mujeres tenían alma.

Entonces por qué aspiran muchas mujeres católicas a ser sacerdotisas de una institución semejante. La única respuesta lógica es porque no conocen en absoluto la historia de esa misma Iglesia, la que celebró en el siglo VI el Sínodo de Macón, en el que se discutió si las mujeres meritorias tenían que convertirse primero en hombres para poder entrar en el Paraíso. Entretanto durante el mismo, un Obispo brilló con la siguiente declaración: «Las hembras no son seres humanos».

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