En vista de la brutal recesión, sería de esperar que la administración Obama estuviera obsesionada con la creación de puestos de trabajo. Y lo está, afirman el Presidente y sus partidarios. El problema radica en que existe una excepción a sus reivindicaciones que brilla por su ausencia: las industrias del petróleo y el gas. La administración tiene prejuicios en su contra -- unos prejuicios que no tienen sentido ni por motivos económicos ni por motivos energéticos. A casi todo el mundo le encanta odiar a las Exxon del mundo, pero promover la extracción de las reservas nacionales es simple sentido común.
En contra de la opinión generalizada, Estados Unidos sigue disponiendo de considerables reservas de petróleo y gas natural. La plataforma continental exterior, incluyendo zonas que llevan desde los primeros años de la década de los 80 excluidas de la prospección, podrían contener gran cantidad de gas natural y 86.000 millones de barriles de crudo, alrededor de cuatro veces las reservas estadounidenses "demostradas" hoy en día. El Servicio Geológico de los Estados Unidos estimaba recientemente que la Cordillera de Bakken en Dakota del Norte y Montana podría albergar 3.650 millones de barriles, más de cuatro veces la estimación de 1995. Y hay más de 2 billones de barriles de crudo natural sin destilar concentrados en Colorado. Con que se pudieran extraer tan sólo 800.000 millones de barriles, sería el triple de las reservas demostradas que tiene Arabia Saudí.
Ninguna de estas fuentes, por supuesto, proporcionará petróleo o gas natural con rapidez. Los proyectos pueden tardar de 10 a 15 años. Las estimaciones de los depósitos en la plataforma continental exterior son solamente eso. Aún habría que localizar las bolsas de petróleo y gas -- un proceso caro y arriesgado. Extraer el petróleo del alquitrán natural (una piedra, en la práctica) exige calentar el mineral bruto y plantea importantes problemas medioambientales. Su viabilidad económica sigue siendo incierta. Pero cualquier cantidad de petróleo que finalmente se añada disminuye la dependencia de la importación, casi el 60% del consumo estadounidense a estas alturas, al tiempo que la prospección y la explotación dispararían inmediatamente el número de puestos de trabajo muy bien remunerados (geólogos, ingenieros del ramo de la perforación, peones).
Aunque evidente, este razonamiento se escapa casi en su totalidad a la administración Obama, obsesionada con "puestos de trabajo verdes" y las energías solar y eólica. La defensa de los combustibles "limpios" se ha convertido en una jugada política. El Día de la Tierra (el 22 de abril), el presidente visitaba una fábrica de Iowa que construye las torres de las turbinas eólicas. “Podemos seguir siendo el principal importador de petróleo del mundo, o podemos convertirnos en el principal exportador de energías renovables del mundo," decía.
El presidente es elogiado como un gran educador; en este caso, impartía gran cantidad de sensacionalismo. Daba a entender que se puede elegir entre promover las energías renovables o depender del petróleo. En la realidad, las dos cosas no guardan casi ninguna relación. La energía eólica y la energía solar generan sobre todo electricidad. La mayor parte de nuestro crudo va al transporte (coches, camiones, aviones); apenas nada -- alrededor del 1,5% -- genera electricidad. Extender el uso de la solar y la eólica no va a rebajar mucho el del petróleo; algún día, los coches eléctricos podrían cambiar esto.
Por ahora, reducir las importaciones de crudo exige consumir menos o extraer más. Obama se ha ocupado de lo primero a través de los estándares más estrictos de eficacia en el consumo destinados a los vehículos. Pero su administración está minando lo segundo. En el Departamento de Interior, que se encarga de vigilar el suelo público y la plataforma continental, el Secretario Ken Salazar ha tomado las medidas para imposibilitar la explotación: cancelaba 77 licencias en Utah, porque estaban demasiado próximas a parques nacionales; prolongaba el plazo de observación de la exploración en la plataforma para evaluar el posible impacto medioambiental; y recetaba mayor cautela hacia el petróleo del alquitrán por motivos similares.
Cualquiera de éstas podría parecer por sí sola una revisión razonable de políticas heredadas, y es cierto que Salazar viene manteniendo un calendario regular de licencias de petróleo y gas. Aún así, los prejuicios anti-petróleo parecen inequívocos. Sería concebible que Salazar reinstaurase las muchas restricciones a la perforación en la plataforma continental que levantó el Congreso el año pasado. Mientras tanto, anda promoviendo la energía eólica y la energía solar anunciando nuevos protocolos para su ubicación en terreno público, incluyendo la plataforma. “Estamos,” dice, “orientando al Departamento en un rumbo nuevo" -- poniendo el acento en las renovables.
Podría terminar decepcionando. Durante el año 2007, las energías eólica y solar generaron menos del 1% de la electricidad consumida en Estados Unidos. Hasta una ampliación de 10 órdenes hace mínima su contribución. Por el contrario, el petróleo y el gas natural proporcionan las dos terceras partes de la energía estadounidense. Dominarán el consumo durante décadas. Cualquier petróleo añadido que se extraiga aquí reducirá sobre todo la importación; el gas natural extra contribuirá sobre todo a desplazar al carbón en la producción eléctrica. Ni uno ni otro amenazan ninguno de los programas contra el calentamiento global que el Congreso pudiera adoptar.
Fomentar una mayor extracción estadounidense también fomenta la recuperación económica, porque la promesa de "empleos verdes" es enormemente exagerada. Piense. En el año 2008, las industrias del petróleo y el gas daban trabajo a 1,8 millones de personas. Los puestos de trabajo en las industrias solar y eólica son calculados (por sus respectivos grupos de presión) en los 35.000 y 85.000 trabajadores, respectivamente. Ahora haga las cuentas: un incremento del 5% en los puestos de trabajo en el sector del petróleo (90.000 empleos) está cerca de duplicar los empleos en la eólica y la solar (120.000). Las oscilaciones de carácter modesto, al alza o a la baja, en el sector del crudo superan con creces el número de empleos "verdes”.
Las técnicas de extracción avanzada (por ejemplo: hacer prospecciones en alta mar) han incrementado las reservas extraíbles de petróleo y gas natural de América. La oposición a explotar mínimamente estos recursos es sobre todo política. Para muchos ecologistas, elevar la extracción de combustibles fósiles supone un pecado capital. La administración Obama repite a menudo tan reflexiva hostilidad. Las políticas resultantes van más encaminadas a satisfacer los prejuicios populares -- a través de lemas y posados fotográficos -- que a las necesidades nacionales.
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Esta columna aparecerá en el Newsweek. Diario SIGLO XXI dispone de los derechos de publicación en exclusiva para medios digitales españoles de este y muchos otros columnistas del Washington Post Writers Group.
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