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Entrevista al escritor José Luis Muñoz

"Me interesa el fútbol como fenómeno de masas, sustituto del antiguo circo romano"

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José Luis Muñoz (Salamanca, 1951) es uno de los veteranos de la novela negra española con 39 títulos a sus espaldas y algunos premios literarios como el Tigre Juan, La Sonrisa Vertical, Camilo José Cela y Café Gijón. Escribe, además, artículos de opinión en diversos medios. Los frutos literarios de sus viajes son ‘La Frontera Sur’ (Mëxico); ‘Lluvia de níquel’ (EE.UU.); ‘Patpong Road’ (Tailandia); ‘Llueve sobre La Habana’ (Cuba); y ‘La caraqueña del Maní’ (Venezuela). Su nueva novela, la que hace cuarenta, ‘Ascenso y caída de Humberto da Silva’, finalista del premio Fernando Lara, nace de un viaje a Salvador de Bahía, de la negritud de la ciudad, su música, su sensualidad y su ritmo frenético.

José Luis Muñoz acaba de publicar su novela número 40. Casi nada. Una larga lista de títulos y éxitos jalonan su recorrido literario. Con ‘Ascenso y caída de Humberto da Silva’, el escritor salmantino se introduce en el mundo del fútbol, del balón rodante sobre el rectángulo verde del 105 por 70 metros, donde se entierran tantas pasiones y se celebran tantos éxitos. Humberto da Silva, el protagonista, es un joven brasilero, hijo de las favelas, que desarrolla una carrera meteórica de ascenso a los cielos y descenso a los infiernos futboleros. Por en medio mucho sexo, drogas, alcohol, fiestas, glamour, televisión y todo lo que rodea al circo balompédico.

José Luis, con ‘Ascenso y caída de Humberto da Silva’ cumples 40 novelas publicadas, ¿qué significa para ti haber escrito, y publicado, tantos libros?
Una satisfacción evidente. De algunos de esos libros estoy satisfecho; de otros, no tanto. Algunos no los escribiría ahora. Ignoro si ya he escrito mi mejor novela, o esta está por llegar. Eso nunca lo sabemos. Sacar 40 libros en poco más de 25 años es una reafirmación de que estoy vivo como escritor y de que hay editoriales, pequeñas o medianas, que apuestan por mí, que se arriesgan a publicarme aunque no sea muy comercial, no entre dentro de los parámetros que rigen en muchas grandes editoriales que apuestan por la literatura light en estos momentos. Escribo y seguiré escribiendo sobre lo que me apetezca, sin autocensuras, guste más o menos a mis lectores. Quizá quede muy mal decirlo, pero nunca he escrito pensando en el lector sino en mí mismo.

Verdaderamente te mueves por muchos registros, porque, si me permites la expresión, eres un escritor todoterreno, sin embargo, frecuentas con mayor asiduidad el género negro. Aunque quizá esta novela no esté tan alejada de ese territorio, ¿por qué has cambiado ahora?
Exacto. No está tan alejada de la novela negra, como bien dices. Uno de los ejes fundamentales de la novela negra son los personajes perdedores, desubicados en esta sociedad, marginales, al menos en la novela negra que me gusta escribir a mí, que siempre tiene un componente social aunque huya del panfleto. El héroe deportivo, tanto en futbol como en el mundo del boxeo, que es elevado a los cielos en un instante y sepultado a los infiernos el resto de la vida, es algo que vemos a diario. Ese éxito rutilante lo tienen, además, muchachos con la cabeza poco amueblada que se sienten completamente abducidos por él, cegados, y creen que así va a ser siempre la vida. La caída es terrible luego como no estés preparado para ella. Ocurre en otros ámbitos alejados del mundo del deporte, como en el cine, por ejemplo, y sobre todo en el ámbito de las actrices que pierden sus oportunidades en cuanto empiezan a aparecer las primeras arrugas. El futbol lo utilizo como metáfora de ese triunfo banal y, además, venía impuesto si quería escribir sobre la ciudad de Salvador de Bahía. El primer planteamiento era escribir una novela ambientada en una ciudad que me sedujo nada más desembarcar en ella. Y el futbol, como la música, el baile, el sexo, formaba parte indisociable de esa ciudad. Vi a mi personaje jugando en una playa lentamente devorada por la marea con otros muchachos de las favelas. Me quedé electrizado mientras observaba los pases magistrales de esos chicos que llevaban el futbol en su ADN.

Como bien señalas, en ‘Ascenso y caída de Humberto da Silva’ te adentras en el mundo del fútbol, ¿te interesan los entresijos de este deporte por algún motivo especial?

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Me interesa el fútbol como fenómeno de masas que ha sustituido el sangriento circo romano de antaño en el que los gladiadores se despedazaban. Todas las sociedades han necesitado su circo. El fútbol evita otro tipo de violencias aunque, paradójicamente, genere otras. No es nada infrecuente que los jugadores, por el roce físico que entraña el deporte, lleguen a los insultos y hasta a las manos, y no digamos nada de los seguidores, que se citan para pelearse, o el papel que juegan los árbitros, contra los que todos disparan. El futbol me interesa en lo que tiene de espectáculo de masas pasional y algo primario. La lucha que tiene lugar en el césped se vive con una intensidad enorme en las gradas.

La has ubicado en Brasil, en Salvador de Bahía, ¿por qué has escogido este país como escenario? (ya sé que allí el fútbol es el deporte rey, pero también hay otros lugares donde sucede lo mismo).
‘Ascenso y caída de Humberto da Silva’ pertenece a ese grupo de novelas que surgen de viajes que uno hace, aunque toda novela, per se, sea un viaje siempre. De Estados Unidos surgió ‘Lluvia de níquel’; de México y Estados Unidos, ‘La Frontera Sur’; de Venezuela, ‘La caraqueña del Maní’; de Cuba ‘Último caso del inspector Rodríguez Pachón’ y ‘Llueve sobre La Habana’; de Tailandia, ‘Patpong Road’. Salvador de Bahía es un escenario perfecto para una novela. Ya había en ella un gran novelista brasileño, Jorge Amado, que tiene un cameo en mi narración, como lo tiene Pelé. Me fascinó de ella su africanidad. Es la ciudad más negra de Brasil. Es África en Brasil, con su música, sus ritos, sus supersticiones, su comida. Arquitectónicamente es extraordinariamente bella, con edificios, sobre todo iglesias, pintadas en colores pastel. Reina un absoluto carpe diem que he intentado plasmar en ‘Ascenso y caída de Humberto da Silva’. La gente es miserable, pero parece feliz con lo poquísimo que tiene. La sensualidad está a flor de piel, Las muchachas son hermosísimas, fruto de un mestizaje de siglos. Recuerdo chicas mulatas con unos ojos azules increíbles y una elegancia innata, aunque fueran descalzas. Estuve en la ciudad poco más de diez días y disfruté del paisaje, unas playas de ensueño, mágicas, y del paisanaje, una gente risueña, feliz e inocente. Cuando marché de allí tenía claro que tenía que escribir una novela sobre la ciudad.

La novela la iniciaste precisamente en el año 2000, pero la concluiste en el otoño pasado. Por tanto, has necesitado quince años para escribirla, ¿a qué se debe ese lapso de tiempo tan prolongado?
Es así y no es así. Una novela primero nace en la cabeza, luego se desarrolla en el ordenador, después se suele dejar madurando en el cajón, unos cuantos años, y la retomas. Entonces, desde una cierta neutralidad, ves que tiene una serie de carencias y te pones a reescribirla. Esta novela estuvo a un paso de ganar el premio Fernando Lara, fue seleccionada para el Ateneo de Valladolid y el Mario Vargas Llosa, y, finalmente, decidí que era el momento de que viera la luz en la editorial Carena que se entusiasmó con ella. Puede que sea una de mis novelas que he ido puliendo más a conciencia, porque no hay que olvidar que en el trabajo de escritor también entra la artesanía. Hay novelas que te salen casi perfectas de una primera tacada. Ésta, no. La tuve que reescribir varias veces, y, mientras, se me cruzaban otras historias, así es que la dejaba apartada. Creo que todo ese proceso creativo ha sido positivo para la novela. Lo fundamental, y eso lo supe desde el primer momento, era la voz narrativa, que tenía que ser la del propio Humberto da Silva, y tuve que hacer el esfuerzo para meterme en su cabeza y mirar al mundo con sus ojos, que no eran los míos, pero eso es precisamente una de las maravillas de la creación literaria, que te metes dentro de personas ajenas y, muchas veces, alejadas de ti.

¿Qué significa para un brasileño, criado en favelas como el protagonista de tu novela, jugar al fútbol? ¿Es su única oportunidad de triunfar en la vida, de ascender en la escala social?
Es la única que le permite la sociedad. Casi todas las estrellas del fútbol brasileño han salido de los barrios más humildes de las ciudades. Tiene una explicación lógica, también. Esos muchachos, los que yo veía jugando en la playa hasta que la marea se comía el terreno de juego, no iban a la escuela, o no estaban escolarizados o se saltaban las clases, así es que jugaban desde la mañana a la puesta de sol. Eran jugadores natos que tenían más ventajas que muchachos de la buena sociedad a los que les gusta jugar pero no tienen tanto tiempo para emplearse en ello porque van a clase, estudian, entran en la universidad. Creo que esa es una de las razones que explica el que sean los chicos de las favelas los que alimenten mayoritariamente los equipos de fútbol brasileño. Es la única vía de ascenso social, que dura lo que dura, un instante, a no ser que seas Pelé, con una cabeza muy bien amueblada, porque la otra vía que te queda es la delincuencia, y en esa vía lo más probable es que acabes pronto con un tiro en la cabeza.

Brasil es un país de contrastes acusados, ¿el fútbol se utiliza también por parte del poder como un mecanismo de control de la población?
El fútbol, como la religión, es el opio del pueblo, Los romanos utilizaban el circo para sus fines, para tener entretenida a la población. Pan y circo. El poder se ha encontrado con el futbol y lo ha instrumentalizado para sus fines. El hombre tiene un instinto gregario muchas veces, y eso se canaliza mediante ese deporte que enfrenta a 22 jugadores en el césped. Durante el franquismo era muy evidente la utilización del fútbol con fines políticos, para que no se hablara de política, precisamente. Pero el fútbol se utiliza con una clara intencionalidad política, por ejemplo, en nuestro país, cuando juegan el Real Madrid contra el Barça. Ese duelo futbolístico es una metáfora de un duelo de nacionalismos enfrentados que se alimenta por los dos bandos, forzando una rivalidad. Lo realmente grande, y digno de admiración, es cuando los forofos consiguen aplaudir las jugadas del equipo contrario, pero eso es muy difícil porque en los partidos de fútbol la sangre hierve dentro de las venas.

En este ‘Ascenso y caída de Humberto da Silva’ hay fútbol, sí, pero también hay mucho sexo, drogas, pobreza, miseria, riqueza… ¿Todos estos elementos confluyen siempre en todos los lugares donde el fútbol es el deporte rey? ¿El dinero fácil conduce siempre al mismo lugar?

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Humberto da Silva cae en esa trampa, en ese paraíso artificial en donde lo tiene todo con sólo desearlo. Los jugadores de fútbol están, los que llegan a la cúspide, extraordinariamente bien pagados, obscenamente bien pagados, diría, pero con la misma rapidez que llegan a la cima descienden luego al abismo, y los mismos que les aplaudían hasta hacerles sentirse como dioses son los que van a exigir su decapitación inmediata. En el mundo del fútbol se producen una cantidad de excesos increíbles, sexuales y narcóticos, que reflejo en mi novela en ese hiperbólico capítulo de la orgia, que quizá no sea tan exagerado, con que el club regala a su equipo triunfante. Una de las cosas que me llaman poderosamente la atención es la belleza, por ejemplo, de las parejas de los jugadores de fútbol: todas parecen sacadas de un casting de mis Universo. El sexo y la droga aparecen en mi novela como paradigma del éxito, son estímulos muy fugaces cuyo exceso lleva a consecuencias desastrosas a mi protagonista. Tenerlo todo, y con, relativamente, facilidad, no es bueno para el desarrollo humano, y más tenerlo cuando casi eres un adolescente como es el caso de Humberto da Silva.

Has dicho antes que desde el principio tenías claro que la novela había que ser narrada en primera persona, ¿no te planteaste otra perspectiva?
Era fundamental para la historia, hacerlo con sus ojos. Lo habitual en mis narraciones es que utilice la tercera persona que establece una cierta distancia. En esta novela quería meterme muy adentro del personaje y mirar el mundo cómo lo percibiría un muchacho con una vida complicada, por circunstancias familiares, en la favela, que de pronto, de la noche a la mañana, nada en el lujo más absoluto. Además, y eso también pesaba mucho en la voz narrativa, quería adoptar un lenguaje tropical, un tipo de fraseología que me permitiera describir la exuberancia del lugar, el realismo mágico que impregna casi toda la geografía sudamericana, que no es mágico sino que es así, lo da la naturaleza desmesurada. Además quería que el lector sintiera en primera persona el caos del protagonista, y para ello el libro tenía que reflejarlo incluso a nivel literario, por ello abundan las frases largas, entrelazadas unas con otras, que no parecen tener fin, que pueden ser, incluso, musicales. Suelo decir que cada libro tiene su música. La de “Ascenso y caída de Humberto da Silva” es la del berimbao, ese curioso instrumento de percusión hecho con calabazas y cuerdas.

Para Da Silva el rey, O rey, es Pelé. Su máxima satisfacción es que acuda a su boda, ¿qué significa hoy Pelé para los brasileños?
Pelé es un mito, un dios, y sigue muy vivo en el imaginario brasileño. Pelé, para los muchachos de las favelas, es el personaje a imitar. Además, Pelé ha tenido, cosa que no suele suceder, la cabeza muy bien amueblada, de forma que, cuando dejó de ser una estrella de fútbol, por sus condiciones físicas, no se hundió, no le ocurrió lo que a otros personajes, como Maradona, por ejemplo, que entró en una vorágine de decadencia física y mental. Pelé, al que quiere imitar Humberto da Silva, y se queda a medio camino, es sin duda el referente correcto del mundo del deporte, su excepción, el juguete que no se ha roto, un personaje al que admiro. Pero dada mi negritud literaria, me interesaba un personaje como Humberto da Silva que termina siendo un juguete roto.

Ahora que has hablado de cabezas bien amuebladas, algo que siempre me ha llamado la atención es cómo los futbolistas desperdician su tiempo libre, ¿por qué, salvo escasas excepciones, ninguno estudia o se prepara para su vida futura?
Sí, es un lugar común. No debería estar reñida una actividad deportiva con otra intelectual. Hay algunas excepciones notables. Bobby Robson, que fue entrenador del Barça, era todo un distinguido e intelectual caballero británico. Pep Guardiola me consta que es una persona instruida y culta. Pero lo habitual es asociar fútbol con escasa formación intelectual. A pesar de que es evidente que la vida del futbolista es breve, aunque luego pueda prolongarse con la del entrenador, tengo la sensación de que los futbolistas, por lo general, viven en una burbuja y creen que siempre van a estar en el estrellato.

Precisamente por su poca preparación, los futbolistas, Humberto da Silva entre ellos, son presa fácil para los intermediarios, ¿actualmente un jugador de fútbol no puede triunfar sin el respaldo de un agente?
Los intermediarios suelen ser nefastos en el futbol, y en todas las actividades de la vida, aunque muchas veces, por nuestra ineptitud, tengamos que echar mano de ellos. Yo, por ejemplo, tuve agente literario pero ya no lo tengo, ni le veo ninguna necesidad el tenerlo. El futbolista, por sus escasos conocimientos, en general, para desenvolverse en la vida, tiene que pedir la ayuda de esos intermediarios que, en multitud de ocasiones, realizan un expolio de sus ganancias. Eso lo reflejo en la novela. Cuando uno triunfa económicamente, siempre hay una bandada de buitres que te sobrevuelan.

Da Silva se hace muchas rayitas de coca tanto en entrenamientos como en partidos, ¿no se practica el control antidoping en la liga brasileña?
Ahora me imagino que sí. Antes, no creo. Lo de los controles antidoping es algo reciente. De todas formas, en los deportes de competición, en todos, la droga está muy presente y a veces se descubre y a veces no. Bahomontes, el mítico ciclista, se dopaba con un bocadillo de jamón serrano. Luego todo fue mucho más sofisticado. Cuando se habla del sano mundo del deporte, me río. El deporte de élite esta infestado por la droga porque el nivel de exigencia es enorme. Hay esfuerzos que son sobrehumanos. La droga, en el caso de mi novela, la cocaína, es una compañera del éxito. Las rayas se suelen hacer con la ayuda de las tarjetas de crédito y los billetes sirven de canutillo de aspiración. Toda una metáfora.

Y la última por hoy, ¿’Ascenso y caída de Humberto da Silva está basada en alguna historia real?

He cogido aspectos físicos de varios jugadores para conformar a mi personaje protagonista. Concretamente cogí la capacidad de chutar, porque tenía unas piernas extraordinariamente musculosas, desproporcionadas con el resto del cuerpo, más bien menudo, de un jugador brasileño del Real Madrid, de Roberto Carlos, e imaginé, eso es pura fantasía, que ello era debido a que el entrenador le daba a chutar una pelota mucho más pesada de lo normal. En la novela, como no podía ser de otra manera, hay mucha fantasía, mucho realismo mágico, como en ese partido nefasto que juegan en Manaos en donde todo se empieza a torcer. Y hay tragedia griega. No quería hacer una novela realista sobre el mundo del fútbol.

"Me interesa el fútbol como fenómeno de masas, sustituto del antiguo circo romano"

Entrevista al escritor José Luis Muñoz
Redacción
lunes, 28 de marzo de 2016, 11:40 h (CET)



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José Luis Muñoz (Salamanca, 1951) es uno de los veteranos de la novela negra española con 39 títulos a sus espaldas y algunos premios literarios como el Tigre Juan, La Sonrisa Vertical, Camilo José Cela y Café Gijón. Escribe, además, artículos de opinión en diversos medios. Los frutos literarios de sus viajes son ‘La Frontera Sur’ (Mëxico); ‘Lluvia de níquel’ (EE.UU.); ‘Patpong Road’ (Tailandia); ‘Llueve sobre La Habana’ (Cuba); y ‘La caraqueña del Maní’ (Venezuela). Su nueva novela, la que hace cuarenta, ‘Ascenso y caída de Humberto da Silva’, finalista del premio Fernando Lara, nace de un viaje a Salvador de Bahía, de la negritud de la ciudad, su música, su sensualidad y su ritmo frenético.

José Luis Muñoz acaba de publicar su novela número 40. Casi nada. Una larga lista de títulos y éxitos jalonan su recorrido literario. Con ‘Ascenso y caída de Humberto da Silva’, el escritor salmantino se introduce en el mundo del fútbol, del balón rodante sobre el rectángulo verde del 105 por 70 metros, donde se entierran tantas pasiones y se celebran tantos éxitos. Humberto da Silva, el protagonista, es un joven brasilero, hijo de las favelas, que desarrolla una carrera meteórica de ascenso a los cielos y descenso a los infiernos futboleros. Por en medio mucho sexo, drogas, alcohol, fiestas, glamour, televisión y todo lo que rodea al circo balompédico.

José Luis, con ‘Ascenso y caída de Humberto da Silva’ cumples 40 novelas publicadas, ¿qué significa para ti haber escrito, y publicado, tantos libros?
Una satisfacción evidente. De algunos de esos libros estoy satisfecho; de otros, no tanto. Algunos no los escribiría ahora. Ignoro si ya he escrito mi mejor novela, o esta está por llegar. Eso nunca lo sabemos. Sacar 40 libros en poco más de 25 años es una reafirmación de que estoy vivo como escritor y de que hay editoriales, pequeñas o medianas, que apuestan por mí, que se arriesgan a publicarme aunque no sea muy comercial, no entre dentro de los parámetros que rigen en muchas grandes editoriales que apuestan por la literatura light en estos momentos. Escribo y seguiré escribiendo sobre lo que me apetezca, sin autocensuras, guste más o menos a mis lectores. Quizá quede muy mal decirlo, pero nunca he escrito pensando en el lector sino en mí mismo.

Verdaderamente te mueves por muchos registros, porque, si me permites la expresión, eres un escritor todoterreno, sin embargo, frecuentas con mayor asiduidad el género negro. Aunque quizá esta novela no esté tan alejada de ese territorio, ¿por qué has cambiado ahora?
Exacto. No está tan alejada de la novela negra, como bien dices. Uno de los ejes fundamentales de la novela negra son los personajes perdedores, desubicados en esta sociedad, marginales, al menos en la novela negra que me gusta escribir a mí, que siempre tiene un componente social aunque huya del panfleto. El héroe deportivo, tanto en futbol como en el mundo del boxeo, que es elevado a los cielos en un instante y sepultado a los infiernos el resto de la vida, es algo que vemos a diario. Ese éxito rutilante lo tienen, además, muchachos con la cabeza poco amueblada que se sienten completamente abducidos por él, cegados, y creen que así va a ser siempre la vida. La caída es terrible luego como no estés preparado para ella. Ocurre en otros ámbitos alejados del mundo del deporte, como en el cine, por ejemplo, y sobre todo en el ámbito de las actrices que pierden sus oportunidades en cuanto empiezan a aparecer las primeras arrugas. El futbol lo utilizo como metáfora de ese triunfo banal y, además, venía impuesto si quería escribir sobre la ciudad de Salvador de Bahía. El primer planteamiento era escribir una novela ambientada en una ciudad que me sedujo nada más desembarcar en ella. Y el futbol, como la música, el baile, el sexo, formaba parte indisociable de esa ciudad. Vi a mi personaje jugando en una playa lentamente devorada por la marea con otros muchachos de las favelas. Me quedé electrizado mientras observaba los pases magistrales de esos chicos que llevaban el futbol en su ADN.

Como bien señalas, en ‘Ascenso y caída de Humberto da Silva’ te adentras en el mundo del fútbol, ¿te interesan los entresijos de este deporte por algún motivo especial?

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Me interesa el fútbol como fenómeno de masas que ha sustituido el sangriento circo romano de antaño en el que los gladiadores se despedazaban. Todas las sociedades han necesitado su circo. El fútbol evita otro tipo de violencias aunque, paradójicamente, genere otras. No es nada infrecuente que los jugadores, por el roce físico que entraña el deporte, lleguen a los insultos y hasta a las manos, y no digamos nada de los seguidores, que se citan para pelearse, o el papel que juegan los árbitros, contra los que todos disparan. El futbol me interesa en lo que tiene de espectáculo de masas pasional y algo primario. La lucha que tiene lugar en el césped se vive con una intensidad enorme en las gradas.

La has ubicado en Brasil, en Salvador de Bahía, ¿por qué has escogido este país como escenario? (ya sé que allí el fútbol es el deporte rey, pero también hay otros lugares donde sucede lo mismo).
‘Ascenso y caída de Humberto da Silva’ pertenece a ese grupo de novelas que surgen de viajes que uno hace, aunque toda novela, per se, sea un viaje siempre. De Estados Unidos surgió ‘Lluvia de níquel’; de México y Estados Unidos, ‘La Frontera Sur’; de Venezuela, ‘La caraqueña del Maní’; de Cuba ‘Último caso del inspector Rodríguez Pachón’ y ‘Llueve sobre La Habana’; de Tailandia, ‘Patpong Road’. Salvador de Bahía es un escenario perfecto para una novela. Ya había en ella un gran novelista brasileño, Jorge Amado, que tiene un cameo en mi narración, como lo tiene Pelé. Me fascinó de ella su africanidad. Es la ciudad más negra de Brasil. Es África en Brasil, con su música, sus ritos, sus supersticiones, su comida. Arquitectónicamente es extraordinariamente bella, con edificios, sobre todo iglesias, pintadas en colores pastel. Reina un absoluto carpe diem que he intentado plasmar en ‘Ascenso y caída de Humberto da Silva’. La gente es miserable, pero parece feliz con lo poquísimo que tiene. La sensualidad está a flor de piel, Las muchachas son hermosísimas, fruto de un mestizaje de siglos. Recuerdo chicas mulatas con unos ojos azules increíbles y una elegancia innata, aunque fueran descalzas. Estuve en la ciudad poco más de diez días y disfruté del paisaje, unas playas de ensueño, mágicas, y del paisanaje, una gente risueña, feliz e inocente. Cuando marché de allí tenía claro que tenía que escribir una novela sobre la ciudad.

La novela la iniciaste precisamente en el año 2000, pero la concluiste en el otoño pasado. Por tanto, has necesitado quince años para escribirla, ¿a qué se debe ese lapso de tiempo tan prolongado?
Es así y no es así. Una novela primero nace en la cabeza, luego se desarrolla en el ordenador, después se suele dejar madurando en el cajón, unos cuantos años, y la retomas. Entonces, desde una cierta neutralidad, ves que tiene una serie de carencias y te pones a reescribirla. Esta novela estuvo a un paso de ganar el premio Fernando Lara, fue seleccionada para el Ateneo de Valladolid y el Mario Vargas Llosa, y, finalmente, decidí que era el momento de que viera la luz en la editorial Carena que se entusiasmó con ella. Puede que sea una de mis novelas que he ido puliendo más a conciencia, porque no hay que olvidar que en el trabajo de escritor también entra la artesanía. Hay novelas que te salen casi perfectas de una primera tacada. Ésta, no. La tuve que reescribir varias veces, y, mientras, se me cruzaban otras historias, así es que la dejaba apartada. Creo que todo ese proceso creativo ha sido positivo para la novela. Lo fundamental, y eso lo supe desde el primer momento, era la voz narrativa, que tenía que ser la del propio Humberto da Silva, y tuve que hacer el esfuerzo para meterme en su cabeza y mirar al mundo con sus ojos, que no eran los míos, pero eso es precisamente una de las maravillas de la creación literaria, que te metes dentro de personas ajenas y, muchas veces, alejadas de ti.

¿Qué significa para un brasileño, criado en favelas como el protagonista de tu novela, jugar al fútbol? ¿Es su única oportunidad de triunfar en la vida, de ascender en la escala social?
Es la única que le permite la sociedad. Casi todas las estrellas del fútbol brasileño han salido de los barrios más humildes de las ciudades. Tiene una explicación lógica, también. Esos muchachos, los que yo veía jugando en la playa hasta que la marea se comía el terreno de juego, no iban a la escuela, o no estaban escolarizados o se saltaban las clases, así es que jugaban desde la mañana a la puesta de sol. Eran jugadores natos que tenían más ventajas que muchachos de la buena sociedad a los que les gusta jugar pero no tienen tanto tiempo para emplearse en ello porque van a clase, estudian, entran en la universidad. Creo que esa es una de las razones que explica el que sean los chicos de las favelas los que alimenten mayoritariamente los equipos de fútbol brasileño. Es la única vía de ascenso social, que dura lo que dura, un instante, a no ser que seas Pelé, con una cabeza muy bien amueblada, porque la otra vía que te queda es la delincuencia, y en esa vía lo más probable es que acabes pronto con un tiro en la cabeza.

Brasil es un país de contrastes acusados, ¿el fútbol se utiliza también por parte del poder como un mecanismo de control de la población?
El fútbol, como la religión, es el opio del pueblo, Los romanos utilizaban el circo para sus fines, para tener entretenida a la población. Pan y circo. El poder se ha encontrado con el futbol y lo ha instrumentalizado para sus fines. El hombre tiene un instinto gregario muchas veces, y eso se canaliza mediante ese deporte que enfrenta a 22 jugadores en el césped. Durante el franquismo era muy evidente la utilización del fútbol con fines políticos, para que no se hablara de política, precisamente. Pero el fútbol se utiliza con una clara intencionalidad política, por ejemplo, en nuestro país, cuando juegan el Real Madrid contra el Barça. Ese duelo futbolístico es una metáfora de un duelo de nacionalismos enfrentados que se alimenta por los dos bandos, forzando una rivalidad. Lo realmente grande, y digno de admiración, es cuando los forofos consiguen aplaudir las jugadas del equipo contrario, pero eso es muy difícil porque en los partidos de fútbol la sangre hierve dentro de las venas.

En este ‘Ascenso y caída de Humberto da Silva’ hay fútbol, sí, pero también hay mucho sexo, drogas, pobreza, miseria, riqueza… ¿Todos estos elementos confluyen siempre en todos los lugares donde el fútbol es el deporte rey? ¿El dinero fácil conduce siempre al mismo lugar?

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Humberto da Silva cae en esa trampa, en ese paraíso artificial en donde lo tiene todo con sólo desearlo. Los jugadores de fútbol están, los que llegan a la cúspide, extraordinariamente bien pagados, obscenamente bien pagados, diría, pero con la misma rapidez que llegan a la cima descienden luego al abismo, y los mismos que les aplaudían hasta hacerles sentirse como dioses son los que van a exigir su decapitación inmediata. En el mundo del fútbol se producen una cantidad de excesos increíbles, sexuales y narcóticos, que reflejo en mi novela en ese hiperbólico capítulo de la orgia, que quizá no sea tan exagerado, con que el club regala a su equipo triunfante. Una de las cosas que me llaman poderosamente la atención es la belleza, por ejemplo, de las parejas de los jugadores de fútbol: todas parecen sacadas de un casting de mis Universo. El sexo y la droga aparecen en mi novela como paradigma del éxito, son estímulos muy fugaces cuyo exceso lleva a consecuencias desastrosas a mi protagonista. Tenerlo todo, y con, relativamente, facilidad, no es bueno para el desarrollo humano, y más tenerlo cuando casi eres un adolescente como es el caso de Humberto da Silva.

Has dicho antes que desde el principio tenías claro que la novela había que ser narrada en primera persona, ¿no te planteaste otra perspectiva?
Era fundamental para la historia, hacerlo con sus ojos. Lo habitual en mis narraciones es que utilice la tercera persona que establece una cierta distancia. En esta novela quería meterme muy adentro del personaje y mirar el mundo cómo lo percibiría un muchacho con una vida complicada, por circunstancias familiares, en la favela, que de pronto, de la noche a la mañana, nada en el lujo más absoluto. Además, y eso también pesaba mucho en la voz narrativa, quería adoptar un lenguaje tropical, un tipo de fraseología que me permitiera describir la exuberancia del lugar, el realismo mágico que impregna casi toda la geografía sudamericana, que no es mágico sino que es así, lo da la naturaleza desmesurada. Además quería que el lector sintiera en primera persona el caos del protagonista, y para ello el libro tenía que reflejarlo incluso a nivel literario, por ello abundan las frases largas, entrelazadas unas con otras, que no parecen tener fin, que pueden ser, incluso, musicales. Suelo decir que cada libro tiene su música. La de “Ascenso y caída de Humberto da Silva” es la del berimbao, ese curioso instrumento de percusión hecho con calabazas y cuerdas.

Para Da Silva el rey, O rey, es Pelé. Su máxima satisfacción es que acuda a su boda, ¿qué significa hoy Pelé para los brasileños?
Pelé es un mito, un dios, y sigue muy vivo en el imaginario brasileño. Pelé, para los muchachos de las favelas, es el personaje a imitar. Además, Pelé ha tenido, cosa que no suele suceder, la cabeza muy bien amueblada, de forma que, cuando dejó de ser una estrella de fútbol, por sus condiciones físicas, no se hundió, no le ocurrió lo que a otros personajes, como Maradona, por ejemplo, que entró en una vorágine de decadencia física y mental. Pelé, al que quiere imitar Humberto da Silva, y se queda a medio camino, es sin duda el referente correcto del mundo del deporte, su excepción, el juguete que no se ha roto, un personaje al que admiro. Pero dada mi negritud literaria, me interesaba un personaje como Humberto da Silva que termina siendo un juguete roto.

Ahora que has hablado de cabezas bien amuebladas, algo que siempre me ha llamado la atención es cómo los futbolistas desperdician su tiempo libre, ¿por qué, salvo escasas excepciones, ninguno estudia o se prepara para su vida futura?
Sí, es un lugar común. No debería estar reñida una actividad deportiva con otra intelectual. Hay algunas excepciones notables. Bobby Robson, que fue entrenador del Barça, era todo un distinguido e intelectual caballero británico. Pep Guardiola me consta que es una persona instruida y culta. Pero lo habitual es asociar fútbol con escasa formación intelectual. A pesar de que es evidente que la vida del futbolista es breve, aunque luego pueda prolongarse con la del entrenador, tengo la sensación de que los futbolistas, por lo general, viven en una burbuja y creen que siempre van a estar en el estrellato.

Precisamente por su poca preparación, los futbolistas, Humberto da Silva entre ellos, son presa fácil para los intermediarios, ¿actualmente un jugador de fútbol no puede triunfar sin el respaldo de un agente?
Los intermediarios suelen ser nefastos en el futbol, y en todas las actividades de la vida, aunque muchas veces, por nuestra ineptitud, tengamos que echar mano de ellos. Yo, por ejemplo, tuve agente literario pero ya no lo tengo, ni le veo ninguna necesidad el tenerlo. El futbolista, por sus escasos conocimientos, en general, para desenvolverse en la vida, tiene que pedir la ayuda de esos intermediarios que, en multitud de ocasiones, realizan un expolio de sus ganancias. Eso lo reflejo en la novela. Cuando uno triunfa económicamente, siempre hay una bandada de buitres que te sobrevuelan.

Da Silva se hace muchas rayitas de coca tanto en entrenamientos como en partidos, ¿no se practica el control antidoping en la liga brasileña?
Ahora me imagino que sí. Antes, no creo. Lo de los controles antidoping es algo reciente. De todas formas, en los deportes de competición, en todos, la droga está muy presente y a veces se descubre y a veces no. Bahomontes, el mítico ciclista, se dopaba con un bocadillo de jamón serrano. Luego todo fue mucho más sofisticado. Cuando se habla del sano mundo del deporte, me río. El deporte de élite esta infestado por la droga porque el nivel de exigencia es enorme. Hay esfuerzos que son sobrehumanos. La droga, en el caso de mi novela, la cocaína, es una compañera del éxito. Las rayas se suelen hacer con la ayuda de las tarjetas de crédito y los billetes sirven de canutillo de aspiración. Toda una metáfora.

Y la última por hoy, ¿’Ascenso y caída de Humberto da Silva está basada en alguna historia real?

He cogido aspectos físicos de varios jugadores para conformar a mi personaje protagonista. Concretamente cogí la capacidad de chutar, porque tenía unas piernas extraordinariamente musculosas, desproporcionadas con el resto del cuerpo, más bien menudo, de un jugador brasileño del Real Madrid, de Roberto Carlos, e imaginé, eso es pura fantasía, que ello era debido a que el entrenador le daba a chutar una pelota mucho más pesada de lo normal. En la novela, como no podía ser de otra manera, hay mucha fantasía, mucho realismo mágico, como en ese partido nefasto que juegan en Manaos en donde todo se empieza a torcer. Y hay tragedia griega. No quería hacer una novela realista sobre el mundo del fútbol.

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El hombre ocupa el área ocre de la pista. La mujer, el área aceituna. El hombre, debajo de una mesa liviana. Cerca y silencioso, un enanito disfrazado de enanito de jardín. El haz del “buscador”, quieto, lo ilumina. Se enloquece. Se pasea por el área ocre. Se detiene en el hombre: Romeo, el italiano. Habrán de imaginárselo: candor.

Resulta admirable encontrarse con un libro que guarda sus raíces en la investigación académica y en la fusión de las pasiones por la tradición oral y la ilustración. La cantidad de datos, citas, reflexiones minuciosas, relatos, trazos y nombres aparecen de una manera tan acertada, que en conjunto configuran ese terreno seguro donde entregarnos confiadamente a la lectura.

En el finísimo camino del hilo casi invisible / la araña desafíala terca gravedad y la engañosa distancia, / el hierro se desgastacon el frotar de la ventana, / casi una imperceptible sinfonía endulza el ambiente / cuando el viento transitaentre las grietas de la madera, / al mismo tiempo, / dos enamorados entregan su saliva el uno al otro / como si fueran enfermos recibiendo una transfusión.



 
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