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En constante evolución

Pascual Falces
Pascual Falces
jueves, 12 de marzo de 2009, 06:57 h (CET)
El reciente bicentenario del nacimiento de Darwin ha hecho correr mucha tinta en sentido figurado, porque, en nuestros días, lo que más corre es el “ratón” del ordenador por el escritorio. Todo evoluciona. De este modo, se topa ya con el objeto del tema de hoy, y es, también, motivo para enjuiciar que la teoría de la “evolución” tuvo siempre su fundamento.

Entrando en cuestión es imposible estar en contra de la Evolución de las especies para quien tenga dos ojos debajo de las cejas, y otros dos dedos en la frente. Lo que quiere decir que quienes contraponen Creación (Dios por medio) y Evolución (Charles Darwin) lo hacen sencillamente, y en leguaje llano, por ganas de “enredar”. La Iglesia Católica nunca condenó “El Origen de las Especies por medio de la Selección Natural”, la obra maestra del genio inglés.

No hay, pues, tal contradicción, sino que, más bien, lo que se encuentra detrás de todo ello es una sencilla serie de ocultas intenciones. Quienes defienden la Teoría de la Evolución a ultranza, llevan la aviesa intención de negar la existencia de un Dios Creador, y adjudicar, por lo tanto, a leyes naturales la paternidad de todo lo que vive y colea por el mundo. Esa fue la postura del biólogo Richard Dawkins, según la cual, la evolución prueba la no existencia de Dios. Así, quienes adoptan posturas agnóstico/ateas, se las ven y desean “inventando” hasta lo ridículo, y lo que sea menester, para encontrar explicaciones de cómo de una especie se pasa “naturalmente” a otra, desde las formas más simples, como una indiferenciada ameba –monocelular-, hasta la maravilla indescriptible del humano espécimen.

Por el contrario, a los que son calificados de “creacionistas”, se les adjudica un papel simplicista por interpretar, ingenuamente y al pie de la letra, el relato bíblico del Génesis, en que día por día se define la Creación como una bonita historieta donde en cada jornada se crearon novedades inconexas que culminaron en la pareja humana –hombre y mujer, sin más estados intermedios -, y que llegaron a su fin el domingo, que el Creador se toma –agotado-, como descanso después de semejante esfuerzo.

Obviamente, tal interpretación salta a la vista que no puede ajustarse a la realidad de lo que, como quiera que fuese, seguiría un curso de miles de siglos y atravesaría toda clase de vicisitudes imposibles de recoger en un primer relato, que, el tiempo (historia) y la investigación, científica, se han ido encargando de completar. ¿No aparecen los dinosaurios en el Génesis?... con espíritu científico y buena voluntad, o con un poquito “de por favor” que decía el cómico, ya se conoce, hoy día, el impacto de un gigantesco meteorito en la península de Yucatán (México), mitad en tierra, mitad en el mar, que pudo ocasionar un “tsunami” tan descomunal que modificara el medio ambiente haciendo imposible la vida de tales y otras especies.

Basta conocer con la anatomía del cráneo humano y pasar un tiempo observando, por ejemplo, el de un primate avanzado, como el de un gorila; resulta imposible negar el “parentesco” entre ambos. Los mismos huesos con ciertas modificaciones, atribuibles algunas a sus distintos hábitos alimenticios, tales como unas impresionantes crestas óseas donde sujetar los músculos que mueven las mandíbulas para arrancar las raíces de que se alimentan. Diferencias, en esencia, “pequeñas” que hacen natural que el “antecesor” del hombre fuera un homínido al que en algún momento de su desarrollo –evolución-, el Creador, infundiera –fe- un hálito de vida superior, con las potencias ya inamovibles para siempre del alma - inteligencia, memoria y voluntad-, y en que tan sólo experimentara el desarrollo que se llama civilización, o cultura, pero nada sustancial.

No existe contraposición entre Creación y Evolución, sino apreciaciones sesgadas -“interesadas”- en deformar la realidad. La Creación evolucionó, y sigue de algún modo evolucionando. Y, cuando se escuchan, y leen determinados discursos y razonamientos como con los que recientemente hemos sido castigados, como el que le prepararon a la ministra Aido, está claro que la “involución” también existe, pero, de eso no se habla.

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