Nada, que no soy capaz de cuadrarlo. No; ni he entendido la crisis que supuestamente se abate sobre mundo en una vorágine sin precedentes de inversiones estatales para exclusivo beneficio de ciertas industrias, bancas o negocios privados, ni nadie absolutamente me ha sabido explicar coherentemente este descalabro. Una de dos: o no existe, o nadie sabe ni de qué va aproximadamente. El caso es que según los diarios, se invierten billones de euros por doquier, alcanzándose cifras que rondan, miles de millones arriba o abajo, entre los 10 y los 15 billones de euros. Una fruslería, en fin, de cual se benefician sólo unos cuantos ricos, entretanto la mayor parte de la población del planeta se muere de miseria, el desempleo y la desesperación crece sin colmo ni tasa asolando a la sociedad paginini y, quién más, quién menos, tiene los pulsos fané. ¡Qué cosa encomiable que la civilización haga este esfuerzo para salvar los intereses de los ricos, ignorando a esos cuatro mil millones de despreciables humanos que se mueren de hambre!
La tecnología con la que cuento es muy limitada, cosa de la calculadora de bolsillo, el ordenador personal y cosas por el estilo, además de una absoluta práctica en el uso de ciertas cantidades que creía propias solamente de las dimensiones del cosmos sideral. Cuando manejaba cantidades como ésas, solía hacerlo en la universidad utilizando números pequeñitos multiplicados por diez elevado a potencias celestes; pero ahora que es fin de semana y lo he intentado con todos los números de una vez, oiga usted, que se me ha borrado el cero del teclado de tanto darle una y otra vez. Vean si no que pasaría si tomamos la cantidad menor de las que se barajan, 10 billones de euros: 10 billones de euros son ni más ni menos que 1663,86 billones de las antiguas pesetas, o lo que vale lo mismo: 1663860000000000 pesetas. Vamos, que no le cabe a usted en la cartera ni aunque ponga los billetes de 500 euros bien atezaditos.
En las dimensiones siderales, para simplificar, los astrónomos usan medidas de conveniencia como la UA (unidad astronómica), que equivale a la distancia de la Tierra al Sol en su perihelio. Así, decir que este planeta o esta estrella está a tantas UA es como más doméstico, obteniendo un número más manejable por una mente tan limitada como la humana. Pues bien, si siguiendo parecido ejemplo nos inventamos como unidad de conveniencia el PE (presupuesto español 2009) para intentar comprender qué se está invirtiendo por el mundo para paliar una crisis que no existe o que nadie sabe explicar, se han utilizado hasta la fecha o se piensan utilizar la friolera de 71 PE; es decir el 71 veces el presupuesto total del Estado Español. En fin, lo justo como para pasarse unas Navidades como Dios manda.
Esta cantidad de 10 billones de euros, transformada en cosas normalitas, como chalés de un millón de euros, por ejemplo, nos daría para adquirir unos 10 millones de viviendas de superlujo, o, lo que vale lo mismo, 1 vivienda de un millón de euros por cada 600 habitantes del planeta o 1 vivienda así por cada 150 familias medias; ó 500000000 (quinientos millones) de automóviles de 20000 euros, que son un automóvil por 12 habitantes del planeta; ó 3000000000000 (tres billones) de hamburguesas, que son 500 hermosas hamburguesas de tres euros cada una por habitante del planeta, o hasta tres veces más si se considera el precio medio de una hamburguesa; o aun para alicatar con billetes de 500 euros 262400000 (veintiséis millones cuatrocientos mil) metros cuadrados ó 262,4 kilómetros cuadrados, árboles incluidos. Que alguien me lo explique, por favor, y me saque por caridad de mi error. Algo, por fuerza, debo haber entendido mal, no sólo por no haber comprendido ni papa de qué clase de crisis es ésta que se han inventado esos pillos de los poderes, sino porque comporta magnitudes tales que su indecente inmoralidad nos sumerge como especie bastante más abajo de fosa séptica de los infiernos.
Sin embargo, todos los líderes políticos mundiales insisten, contra toda razón y evidencia, en que es imprescindible hacer estas inversiones para salvar a los ricos, ¡pobrecitos!, y que, con todo, aún lo peor de la crisis no ha llegado, sino que nos prometen un feliz y dichoso 2009 y siguientes. Y lo prometen vehemente quienes no saben qué clase de crisis se ha dado ni por qué —o no lo quieren explicar—, quienes se corrigen a sí mismos cada día (para peor), y quienes manifiestamente han sido incapaces de haber visto venir a semejante bestia y, una vez llegada, explicar cómo es o por dónde ha venido. No; no es cosa del petróleo, que ya está baratito y se puede considerar que caerá más su precio, ni por la cosa de las guerras, que siguen en su mortal rutina de siempre: ¿por qué, entonces?... Si había estos dineros disponibles, ¿por qué no se usaron o se usan para remediar los miles de millones de muertes y el indecible sufrimiento mundial que se podría haber evitado?... Cuatro mil millones de seres humanos están condenadas a una muerte cruel y segura, ¿y había estos dineros que se pueden invertir impúdicamente en banqueros soberbios —que siguen repartiendo dividendos— o en industrias que tienen a sus trabajadores en régimen de esclavismo legal, ignorando a las verdaderas víctimas?... Francamente, esto apesta. Por mi parte, ni nunca me tragué lo de la crisis ésta que tiene tufo a timo global, ni acepto que todos esos dineros sean repartidos entre unos ricachones mientras la mayor parte de la humanidad se muere de necesidad. Lo siento, pero no: esto es una flagrante causus belli.
El otro día leí un desquicio atroz acerca de que en todos los países del mundo se estaban construyendo enormes ciudades subterráneas para salvar a unos cuantos privilegiados de la extinción segura, porque un planeta justiciero llegaba a nuestro entorno cósmico con muy previsibles malas consecuencias, y que este proyecto debía estar concluido en 2012. Un desquicio tal que, habida cuenta de lo que hay, es para creérselo, o, al menos, para considerarlo como probable: la realidad, imposible de ser deglutida. Aquí hay trampa.
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