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El amor fue en Granada

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Que España está llena de ciudades de una belleza que corta la respiración es innegable, que Andalucía cuenta con muchas de ellas es una verdad irrefutable; y negar que Granada es la más hermosa de todas debería catalogarse como crimen. Y es que Granada cuenta con tal belleza que bien podría considerarse la ciudad del amor; y de ello da muestras su historia, plagada de leyendas y realidades conservadas durante siglos bajo la atenta mirada de Sierra Nevada.

Entre las historias de amor más impactantes ocurridas en la ciudad andaluza está la de Elvira Zafra, emparedada viva por su padre en la Casa de Castril; la de Elvira Padilla y el italiano Gaspar de Facco, o las relacionadas con cuentos sobre amantes que se fugaron, como la famosa de “La escoba del diablo”; sin embargo, estas historias no hubiesen sido posibles jamás de no ser porque la ciudad está llena de lugares relacionados directamente con el amor. Y, claro está, toda la ciudad invita a él.

Las fuentes del amor eterno y del Realejo
La antigua capital nazarí está llena de fuentes que hacen las delicias de los visitantes. No es de extrañar, por tanto, que en torno a ellas surjan historias de todo tipo. Alguna de sus fuentes más bonitas se encuentra en lo que hoy es el Palacio de los Córdova, y es conocida como la fuente del amor eterno.

Cuenta la leyenda, que sobre esta fuente descansó la joven Elvira Padilla antes de que su padre la enviara al convento de las Comendadoras de Santiago tras haber dado muerte al joven Gaspar de Facco, con quien su hija había tratado de fugarse para vivir una historia de amor. Dicen que cuando la madre encontró a Elvira tumbada en la fuente, su cuerpo enamorado yacía cubierto de las más hermosas flores jamás vistas. Muchos se acercaban, cuando las historias eran verdades incuestionables y regían los destinos, a jurarse amor eterno junto a la fuente.

Situado a los pies de la Alhambra, el barrio del Realejo fue la zona judía de la ciudad y hoy es uno de sus barrios más tranquilos y bellos. En la famosa cuesta del Realejo hay un enorme pilón renacentista adosado al muro del convento de Santa Catalina al que se le atribuían propiedades milagrosas.

Antaño, las jóvenes granadinas acudían a la fuente a refrescarse y lavarse porque, decían, sus aguas tenían la milagrosa propiedad de rejuvenecer la piel y mantener siempre joven y bella a quien disfrutara de su frescor cristalino. Asimismo, las chicas que se lavaran en el pilón, encontrarían marido. Aunque ya ninguna de aquellas jóvenes vive para hablar de las propiedades de la fuente, algo de cierto ha de haber cuando toda la ciudad rezuma belleza.

La calle de los suspiros
Cuando el viajero llegue a Granada paseará mil y una veces por esta concurrida calle y jamás la encontrará. Aunque existe una calle llamada Suspiro, la antaño conocida como Calle de los Suspiros tiene otro nombre bien distinto.

Entre el extremo de Plaza Bib-rambla y la Gran Vía de Colón, la calle Zacatín fue conocida por la de los Suspiros porque cuando los mozos y mozas de la ciudad salían al mercado o acudían a las fiestas que se celebraban en la plaza, paseaban de arriba abajo por la calle para cruzar furtivas miradas con sus amantes. Es fácil imaginar la escena de los jóvenes suspirando por amores imposibles a lo largo de una de las calles más interesantes de Granada.

Las piedras de la abadía del Sacromonte
Una de las visitas obligadas de Granada es la de la abadía del Sacromonte. Su construcción data del siglo XVII, cuando se descubrieron los restos de San Cecilio, patrón de la ciudad, y unas extrañas planchas de plomo conocidas como los “libros plúmbeos” en las que se hacía coincidir cristianismo e islam y cuyo origen real ha sido desvelado ya.

Bajo el lugar, dedicado no sólo a la religión, sino también a la educación del colectivo gitano, se encuentran unas impresionantes catacumbas que pueden visitarse. En el interior de las mismas, el viajero encontrará dos grandes piedras, desgastadas por el contacto humano, de color blanco y de color negro respectivamente.

De acuerdo con la tradición, quien toca la piedra negra encuentra el amor de su ida en el plazo de un año. Y no, no significa que se empezará un noviazgo o habrá matrimonio a la vista, sino que entre todas las personas a las que se conocerá, está esa persona, la persona. Pero cuidado los que toquen la piedra blanca, pues perderán su pareja dentro de ese mismo plazo. No son pocos quienes se acercan a la piedra blanca para ir corriendo después a la negra.

La Alhambra
Si existe un lugar emblemático en Granada para mayor gloria de toda la humanidad, es la Alhambra. El palacio y su sistema defensivo es considerado hoy la octava maravilla del mundo, y desde sus muros se rigió el destino del último reducto islámico en la España medieval. Sin embargo, el monumento no sólo tiene valor artístico e histórico, sino que es el escenario de una de las más bellas historias de amor. Un amor imperial.

Cuando Carlos I de España y V de Alemania conoció a su prima Isabel de Portugal con la que iba a casarse, el amor surgió de repente y para siempre. Se conocieron dos horas antes de la boda en Sevilla, pero pasaron su luna de miel en Granada, en el palacio sito en la Alhambra y donde concibieron a Felipe II.

Trece años duró aquel matrimonio, pero el amor no murió nunca. Tras la muerte de Isabel, el emperador se sumió en la más absoluta tristeza; incluso cuando se retiró dejando paso a su hijo, en la habitación del convento que fue su último lugar de reclusión, colgó un cuadro de su amada esposa. Nadie duda de la belleza de Isabel de Portugal, pero seguro que pasar una luna de miel en Granada hizo mucho por el matrimonio.

Muchos más rincones e historias guarda la joya de la corona para los viajeros que en ella se adentran, como la de la carta escrita en 1921 y oculta y descubierta en un artesonado mudéjar, o los cientos de rincones en los que el mundo parece detenerse. Mas por mucho que se escriba, lo mejor es ir a conocerlos, porque toda Granada enamora.

El amor fue en Granada

Francisco Cano Carmona
lunes, 11 de enero de 2016, 23:00 h (CET)
Que España está llena de ciudades de una belleza que corta la respiración es innegable, que Andalucía cuenta con muchas de ellas es una verdad irrefutable; y negar que Granada es la más hermosa de todas debería catalogarse como crimen. Y es que Granada cuenta con tal belleza que bien podría considerarse la ciudad del amor; y de ello da muestras su historia, plagada de leyendas y realidades conservadas durante siglos bajo la atenta mirada de Sierra Nevada.

Entre las historias de amor más impactantes ocurridas en la ciudad andaluza está la de Elvira Zafra, emparedada viva por su padre en la Casa de Castril; la de Elvira Padilla y el italiano Gaspar de Facco, o las relacionadas con cuentos sobre amantes que se fugaron, como la famosa de “La escoba del diablo”; sin embargo, estas historias no hubiesen sido posibles jamás de no ser porque la ciudad está llena de lugares relacionados directamente con el amor. Y, claro está, toda la ciudad invita a él.

Las fuentes del amor eterno y del Realejo
La antigua capital nazarí está llena de fuentes que hacen las delicias de los visitantes. No es de extrañar, por tanto, que en torno a ellas surjan historias de todo tipo. Alguna de sus fuentes más bonitas se encuentra en lo que hoy es el Palacio de los Córdova, y es conocida como la fuente del amor eterno.

Cuenta la leyenda, que sobre esta fuente descansó la joven Elvira Padilla antes de que su padre la enviara al convento de las Comendadoras de Santiago tras haber dado muerte al joven Gaspar de Facco, con quien su hija había tratado de fugarse para vivir una historia de amor. Dicen que cuando la madre encontró a Elvira tumbada en la fuente, su cuerpo enamorado yacía cubierto de las más hermosas flores jamás vistas. Muchos se acercaban, cuando las historias eran verdades incuestionables y regían los destinos, a jurarse amor eterno junto a la fuente.

Situado a los pies de la Alhambra, el barrio del Realejo fue la zona judía de la ciudad y hoy es uno de sus barrios más tranquilos y bellos. En la famosa cuesta del Realejo hay un enorme pilón renacentista adosado al muro del convento de Santa Catalina al que se le atribuían propiedades milagrosas.

Antaño, las jóvenes granadinas acudían a la fuente a refrescarse y lavarse porque, decían, sus aguas tenían la milagrosa propiedad de rejuvenecer la piel y mantener siempre joven y bella a quien disfrutara de su frescor cristalino. Asimismo, las chicas que se lavaran en el pilón, encontrarían marido. Aunque ya ninguna de aquellas jóvenes vive para hablar de las propiedades de la fuente, algo de cierto ha de haber cuando toda la ciudad rezuma belleza.

La calle de los suspiros
Cuando el viajero llegue a Granada paseará mil y una veces por esta concurrida calle y jamás la encontrará. Aunque existe una calle llamada Suspiro, la antaño conocida como Calle de los Suspiros tiene otro nombre bien distinto.

Entre el extremo de Plaza Bib-rambla y la Gran Vía de Colón, la calle Zacatín fue conocida por la de los Suspiros porque cuando los mozos y mozas de la ciudad salían al mercado o acudían a las fiestas que se celebraban en la plaza, paseaban de arriba abajo por la calle para cruzar furtivas miradas con sus amantes. Es fácil imaginar la escena de los jóvenes suspirando por amores imposibles a lo largo de una de las calles más interesantes de Granada.

Las piedras de la abadía del Sacromonte
Una de las visitas obligadas de Granada es la de la abadía del Sacromonte. Su construcción data del siglo XVII, cuando se descubrieron los restos de San Cecilio, patrón de la ciudad, y unas extrañas planchas de plomo conocidas como los “libros plúmbeos” en las que se hacía coincidir cristianismo e islam y cuyo origen real ha sido desvelado ya.

Bajo el lugar, dedicado no sólo a la religión, sino también a la educación del colectivo gitano, se encuentran unas impresionantes catacumbas que pueden visitarse. En el interior de las mismas, el viajero encontrará dos grandes piedras, desgastadas por el contacto humano, de color blanco y de color negro respectivamente.

De acuerdo con la tradición, quien toca la piedra negra encuentra el amor de su ida en el plazo de un año. Y no, no significa que se empezará un noviazgo o habrá matrimonio a la vista, sino que entre todas las personas a las que se conocerá, está esa persona, la persona. Pero cuidado los que toquen la piedra blanca, pues perderán su pareja dentro de ese mismo plazo. No son pocos quienes se acercan a la piedra blanca para ir corriendo después a la negra.

La Alhambra
Si existe un lugar emblemático en Granada para mayor gloria de toda la humanidad, es la Alhambra. El palacio y su sistema defensivo es considerado hoy la octava maravilla del mundo, y desde sus muros se rigió el destino del último reducto islámico en la España medieval. Sin embargo, el monumento no sólo tiene valor artístico e histórico, sino que es el escenario de una de las más bellas historias de amor. Un amor imperial.

Cuando Carlos I de España y V de Alemania conoció a su prima Isabel de Portugal con la que iba a casarse, el amor surgió de repente y para siempre. Se conocieron dos horas antes de la boda en Sevilla, pero pasaron su luna de miel en Granada, en el palacio sito en la Alhambra y donde concibieron a Felipe II.

Trece años duró aquel matrimonio, pero el amor no murió nunca. Tras la muerte de Isabel, el emperador se sumió en la más absoluta tristeza; incluso cuando se retiró dejando paso a su hijo, en la habitación del convento que fue su último lugar de reclusión, colgó un cuadro de su amada esposa. Nadie duda de la belleza de Isabel de Portugal, pero seguro que pasar una luna de miel en Granada hizo mucho por el matrimonio.

Muchos más rincones e historias guarda la joya de la corona para los viajeros que en ella se adentran, como la de la carta escrita en 1921 y oculta y descubierta en un artesonado mudéjar, o los cientos de rincones en los que el mundo parece detenerse. Mas por mucho que se escriba, lo mejor es ir a conocerlos, porque toda Granada enamora.

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