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La calma intranquila,
de ese atardecer de verano intranquilo en tu esencia de sucia alma,
en este mar que baila al viento el aire de tu ira por querer irte sin mis mil besos al alma.
La calma intranquila,
la tarde tornó oscuro tormento,
el lamento de las mil lágrimas de estas tormentas que bailan en las entrañas del ser algo humano.
La calma intranquila,
no sonó en mi corazón dormido el compás de tu dolor,
mas ya no estás aquí y te ahogaste en mil suspiros, lentamente moriste de más sufrir mi yo.
La calma intranquila,
llegó muy alegremente al relax total en mi alma,
mi corazón no tuvo hoy noticias nuevas del sino, aquel que mueve este compás de la fortuna del destino.
Terminó tristemente el día...
cayeron las estrellas sin noche amarga más en mi pena,
por el fin de esta vida tan eternamente cruel y tan eternamente vil en sus antojos de robarme mi felicidad anhelada.
Tierra mía: ¡Me llaman nativo de África! A ellos los parece una situación patética, mientras que por acá la vida es pacífica. ¡Todo se piensa más allá de la física!
Trompifai: Entre ceja y ceja yo entusiasmado por una damita a la que conturba mi grandilocuencia. Protagonistas: ¡A mí! Antagonistas: ¡Conmigo!
El mundo de los escritores goza de las virtudes y defectos de los humanos. Más o menos neuróticos, normalitos, empáticos o soberbios, un artista, un escribidor, un narrador, un poeta, un novelista no están eximidos de las carnaduras propias de la vida.
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