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Era una madrugada,
casi aparecía
la aurora ante
formidable devoción
lejana que vibra,
place, y,
se apagó la radio,
una voz melodiosa
que sonaba y sonaba
llevándose una historia
Irreparable, no remedada.
Nos deja toneles
de sapiencia
no hay duda,
el último alarido
de la época diamantada,
dónde fecundó su origen
y quedó inmortalizada
esas realidades
costumbristas del momento,
como dos o mas
expresiones contundentes
profundas que fueron
auténticos dardos,
contra lo que representó
en su tiempo
la bajeza de
“los poderosos”,
e hizo de su pluma,
de su voz
un irrefutable
referente imborrable ante
la historia, como
aquel coloso
difícil de doblegar.
Es inigualable,
original con estatura,
desde sus trazos,
profundos vistos
desde muchos
ángulos realísticos,
sofismas con doble
y triple sentido
con muchos caminos
pero sólo
uno era el correcto,
la honestidad, la verdad,
al servicio de
la paz en todo
tiempo. Esa es
la conciencia honesta
en comunión con
la mente humana.
Tierra mía: ¡Me llaman nativo de África! A ellos los parece una situación patética, mientras que por acá la vida es pacífica. ¡Todo se piensa más allá de la física!
Trompifai: Entre ceja y ceja yo entusiasmado por una damita a la que conturba mi grandilocuencia. Protagonistas: ¡A mí! Antagonistas: ¡Conmigo!
El mundo de los escritores goza de las virtudes y defectos de los humanos. Más o menos neuróticos, normalitos, empáticos o soberbios, un artista, un escribidor, un narrador, un poeta, un novelista no están eximidos de las carnaduras propias de la vida.
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