Mañana, martes, 25 de noviembre de 2008, se celebra el Día Mundial para la Eliminación de la Violencia de Género.
Hace un año cabal, día arriba, día abajo, el menda trenzó el artículo que tituló “25-N, Día Internacional contra la violencia hacia las mujeres”, que, dedicado a mi dilecto hermano Jesús María, pues en esa fecha mi susodicho deudo cumple años (ergo, “Chichas”, ¡muchas felicidades!), arranqué de esta guisa, con el párrafo que continúa: “Aquí, en esta urdidura, servidor, de natural (o por lo general) tolerante, intentará argumentar y tratará de aducir las razones de peso o porqués de su intolerancia con el terrorismo casero o sexista (expresiones más ajustadas que la que se va arrumbando gradual y paulatinamente, procedente del inglés, “de género”), o sea, su tolerancia cero con la rancia violencia doméstica”. ¡Qué iluso! ¿Arrinconando u orillando el “de género”? ¿Cuándo? ¿Dónde? ¿Por qué?
Está claro, cristalino, que la lengua la hacen sus dueños, los hablantes de la misma, quienes la usan a diario y de ordinario para transmitirse emociones, ideas, sensaciones, sentimientos, etc.; en definitiva o resumen, quienes intercambian los mensajes que sean, haciéndolos entendibles. Tengo asumido, por tanto, que, por mucha que sea mi insistencia o interés en llamar a las cosas por su nombre, la comunidad de hablantes, antojadiza, decidirá lo que le venga en gana, es decir, qué se usa y qué no. ¿Acaso no llama “(teléfono) móvil” a lo que no se mueve por sí mismo, si no lo muda de lugar su dueño (compárese con lo que dice el DRAE, en el avance de su vigésima tercera edición, a propósito del tal: “teléfono celular”, que define así “1. m. Am. Aparato portátil de un sistema de telefonía móvil”? Ergo, debería llamarse “portátil”, término que sí se utiliza ahora para referirse al ordenador portátil (del que el DRAE, en el avance que hace, da la siguiente definición: “1. m. Inform. Computadora de tamaño pequeño, diseñada para poder ser transportada con facilidad y dotada de cierta autonomía de funcionamiento”).
¿Por qué la expresión “violencia sexista”, o, si se prefiere, “doméstica” (sea ésta machista —abrumadoramente mayoritaria— o feminista —porque algunos casos hay y van apareciendo también en los medios—), quiero decir, de “terrorismo casero”, ha degenerado en la locución “violencia de género”? El mentado es un accidente gramatical que tiene que ver con las palabras. Esto dice el DRAE, en el avance, en concreto: “7. m. Gram. Clase a la que pertenece un nombre sustantivo o un pronombre por el hecho de concertar con él una forma y, generalmente solo una, de la flexión del adjetivo y del pronombre. En las lenguas indoeuropeas estas formas son tres en determinados adjetivos y pronombres: masculina, femenina y neutra”. Empero, el sexo nos dice si un organismo animal o vegetal es macho o hembra (y andrógino o hermafrodita, si reúne ambos sexos).
Creo que el año pasado (o, tal vez, fue el anterior) la Real Academia de la Lengua recomendó al Gobierno que usara la expresión “violencia doméstica”. ¿Por qué no se hace caso a quienes, en este ámbito del conocimiento, son verdaderas autoridades, o sea, saben? Seguramente, porque quien domina el lenguaje ejerce y tiene también cierta cuota de poder.
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