Si algo caracteriza al periodo cultural del barroco son los contrastes: Misticismo y materialismo, cuerpo y alma, miseria y poder, sueño y vigilia...A través de estos conceptos contrarios, de enfrentar las ideas de Pascal a las de Hobbes, de estudiar la filosofía de Descartes o las distintas formas de vida de la nobleza y de los mendigos comprendemos la época que le toco vivir a Rembrandt Harmenszoon van Rijn (Leiden, 15 de julio de 1606 – † Ámsterdam, 4 de octubre de 1669) uno de los pintores mas destacados del siglo XVII y que en la actualidad es protagonista de una interesante exposición en el museo del Prado madrileño.
La historia política de los dos países implicados en esta exposición, Holanda, independiente de la corona hispánica desde 1648 tras la paz de Westfalia, y aquella España de Felipe IV era también muy diferente.
Los mendigos del mar (los holandeses), como les llamaban los españoles que les sufrieron, saqueaban y batían cada vez con mayor facilidad a un ejército que desde el desastre de las Dunas en 1636 tenia a la derrota como compañera de viaje. Aunque Moliere estuviera rindiendo honores al valor español en los teatros de Paris con “El Cid” la verdad es que las glorias hispánicas formaban ya parte del pasado. Francia, Reino Unido, la propia Holanda o incluso Suecia plantaban cara a los famosos tercios. Al contrario que estos reinos España iniciaba un descenso a los infiernos que para algunos tiene su remate final en el 98 donde definitivamente se pierde todo aquel imperio donde antes nunca se ponía el sol.
Los contrastes también definen al terreno artístico barroco: claros y oscuros, movimiento, teatralidad, naturalismo… No deja de ser una excepción el bodegón.
“Los bodegones” o “naturalezas muertas” aparecen en este periodo como un nuevo genero reclamado principalmente por la clase social en alza, es decir la burguesía. Si comparamos los bodegones flamencos y los españoles en este periodo no solo observamos los contrastes propios del periodo barroco, sino las enormes diferencias en cuanto a los alimentos que en estos se representan. La “intrahistoria”, como decía Unamuno, nos sirve aquí mucho mejor que batallas o estadísticas como puente con aquel periodo en el que vivió el pintor de “La ronda de noche” y tantas otras personas nacidas en Ámsterdam, Barcelona, Utrecht o Valladolid. Por estas pinturas observamos como la crisis política y económica españolas se sufrieron muy penosamente entre olor a ajo, huevos fritos o cebollas. Valgan como ejemplo los bodegones de Juan Sánchez Cotán (¿Orgaz 1560? ~ Granada 1627 ) , Francisco de Zurbarán (*Fuente de Cantos, Reino de Sevilla (España); 7 de noviembre de 1598 – † Madrid (Id.); 27 de agosto de 1664), y las naturalezas muertas de . Juan de Valdés Leal (Sevilla, 4 de mayo de 1622 - † Sevilla, 15 de octubre de 1690). Los dos primeros pintores muestran en sus obras la escasez y carestía que pasaba la mayoría de la población: Cardos, lechugas, zanahorias... En la obra de Valdés Leal tienen una presencia destacada las calaveras, los huesos, quizás se utilizaran para darle sabor a las sopas, y los relojes para recordarnos el absurdo de nuestra vanidad y hacernos saber que la muerte esta muy cerca, “Memento Mori”.A la memoria llegan el sentir místico de Santa Teresa, San Juan de la Cruz o aquellas monjas de Fernández Santos que protagonizaban la novela “Extramuros”, y cuya dieta no debía ser mucho mas rica en calorías. Más lejos todavía queda el espíritu del “Carpe diem” que seguramente impregnaba también a uno de los pioneros en el genero de bodegón, me refiero a Giuseppe Arcimboldo, (también escrito Arcimboldi; Milán 1527 - ídem; 11 de julio de 1593) que pintaba algunos de sus retratos con flores o frutas.
Sin ceñirse totalmente al genero del bodegón en obras de Velazquez como “Vieja friendo huevos” 1618, “El aguador de Sevilla” 1620 o en la serie de monjes cartujos de Zurbaran y los personajes famélicos de Ribera no hacemos mas que confirmarnos en lo mismo: En España el grueso de la población comía poco y mal. Sabemos que el vino era de muy mala calidad y el pan ocupaba buena parte del gasto de las familias. Como excepcional aparecen “Los borrachos” 1628-29 del propio Velazquez, un canto a Baco y al exceso que eran muy poco frecuentes por estas tierras.
Todo lo contrario sucedía en la prospera Flandes. Si empezamos por las obras no estrictamente ligadas al bodegón encontramos un tema abordado por distintos pintores, como David Teniers (Amberes 1610 - Bruselas 1690) o Jacob Jordaens (19 de mayo de 1593–†18 de octubre de 1678), es la fiesta de “El rey bebe”, que se celebraba en el día de reyes y era poco mas o menos una competición de glotonería y desenfreno alcohólico. Los bodegones flamencos muestran una carta mucho más amplia que la española, desde las habituales piezas de caza, pasando por ostras y otros mariscos y terminando con productos exóticos llegados de Indonesia y otras partes del mundo. Valgan como ejemplo las obras de Van de Velde III (1620-1662) o de Alexander Adriaenssen (1587-1661) que no escatiman al mostrar no solo los alimentos sino objetos de calidades de lujo como copas de cristal o flores exóticas. Si hablamos de Vermeer (Delft; 31 de octubre de 1632 - íbidem; 15 de diciembre de 1675) podemos citar su “Lechera” de 1658, o visionar la película sobre su vida “La joven de la perla” (Reino Unido, 2003) y acordándonos del propio Rembrandt y alguna de sus modelos, como la de su pintura mitológica “Sara esperando a Tobías”, afirmamos de nuevo las diferencias: mujeres carnosas, mercados repletos de todo tipo de alimentos y colorido. Frente a estos, el tenebrismo y naturalismo Caravaggista descubre una España con mujeres barbudas y enanos que adquieren con mucha más facilidad esos males debido en parte a su mala alimentación, una España que a pesar de su crisis vivió en esos años su cumbre cultural y artística, el llamado siglo de oro. Que se lo contaran a los que lo vivieron...
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