En ocasiones, con los trailers de las películas pasa algo muy parecido a lo que nos ocurre en la vida diaria con los dependientes (y dependientas) de las grandes superficies comerciales del sector textil. Es decir, desde la distancia resultan enormemente atractivos con sus trajes y sus sonrisas de panfleto de los Testigos de Jehová, pero, en cuanto te acercas a pagar, ves el total al que asciende la bromita y te das cuenta de que esos mismos rostros poco antes pletóricos de juventud y belleza, comienzan a diluirse entre gestos hoscos y gruesas capas de maquillaje barato, enseguida comprendes que has sido víctima de algo parecido a un timo.
Hancock padece este, llamémosle así, “efecto Zara”, en grado sumo. Su trailer, pródigo en espectacularidad, hilarante y, sobre todo, construido alrededor de una premisa de lo más sabrosa: un superhéroe alcohólico debe rehabilitarse para, de este modo, recuperar el respeto de los ciudadanos a los que protege, llevaba meses haciendo que los seguidores del humor gamberro, irreverente y esquinado se relamieran los labios imaginando que la nueva superproducción protagonizada por el siempre taquillero Will Smith iba a moverse por la sinuosa senda del gag urticante abierta por películas como Team America, Borat, Very Bad Things, a la sazón dirigida por el mismo realizador de Hancock, Peter Berg, o al menos, (y en esta ocasión, como casi siempre, menos es más) en los márgenes subversivos de series para televisión tan exitosas como Padre de Familia, South Park y sus derivados. Todo era una quimera. Una ventosidad en una hormigonera. No hay más en Hancock que lo ya visto y oído en el trailer. Lo demás, puro relleno. Aire. Pusilanimidad. Flojera. Paja. Y lo peor, ni siquiera relaja.
Tras un arranque satisfactorio, el film supuestamente transgresor entra por el aro de lo políticamente correcto y termina convertido en lo de siempre: una oda reaccionaria a la redención. Nada que objetar si esa oda tuviera cierta enjundia, pero es que además de que la enjundia no se encuentra presente ni en un solo plano del film, da la casualidad de que la oda de marras se extravía por vericuetos narrativos de un tono general muy desdibujado. En consecuencia, Hancock va perdiendo poco a poco sus ínfulas de comedia bufa hasta entrar de lleno, a la altura del tercer acto, en una dinámica lacrimógena muy mal construida capaz de enervar la paciencia de cualquier ser que no disfrute con Yo Soy Bea. O sea, que tiene razón el cartel de la película cuando dice que hay héroes, hay superhéroes y luego está Hancock, sólo que no en el sentido en el que los redactores del eslogan se imaginaban… y es una pena, pues a pesar de todo lo dicho la película contiene en su interior la semilla de una gran comedia. Mi consejo: si le gustan los superhéroes vistos desde un prisma cómico, alquílense, Mystery Men, Sky High y Los Increíbles. Saldrán ganando. Y si no, a la playa, que allí también abundan los tipos musculados en calzones prietos. Algo es algo.