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Esta columna queda cancelada

Pedro de Hoyos
Pedro de Hoyos
miércoles, 12 de marzo de 2008, 07:23 h (CET)
Cansado de pertenecer a la España de
“Escenas de matrimonio”,
“Sin tetas no hay paraíso”,
el voto útil,
el Friki Zerolo,
Circunflejo Zapatero,
Rajoy,
Pepe Blanco,
Patxi López,
“Oiga, que yo tengo derechos”,
Zaplana,
Pedro J. Ramírez,
Kevin José, mi vecino el de arriba,
“Usted no sabe con quién está hablando”,
“Oiga, que aquí todos somos iguales”,
los padres de Kevin José,
Federico,
Jesulín de Ubrique,
Martínez Pujalte, su bigote y su cínica sonrisa,
los artistas de Zapatero,
“¿Y por qué iba yo a dimitir?”,
Llamazares,
Rodolfo Chikilicuatre,
esta puñetera bipolarización partidaria,
la foto de las Azores,
Prisa y
el director de personal de mi empresa,
durante el día de hoy esta columna permanecerá
CERRADA POR DECEPCIÓN


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Hay noticias que rayan el insulto y el desprecio hacia quienes se dirigen. Que son asumidas como una verdad irrefutable y que en ese globo sonda enviado no tiene la menor respuesta indignada de quienes las reciben. El problema, por tanto, no es la noticia en sí, sino la palpable realidad de que han convertido al ciudadano en un tipo pusilánime. En un mendigo de migajas a quien los grandes poderes han decidido convertirle, toda su vida, en un esclavo del trabajo.

La sociedad española respira hoy un aire denso, cargado de indignación y desencanto. La sucesión de escándalos de corrupción que salpican al partido en el Gobierno, el PSOE, y a su propia estructura ejecutiva, investigados por la Guardia Civil, no son solo casos aislados como nos dicen los voceros autorizados. Son síntomas de una patología profunda que corroe la confianza ciudadana.

Frente a las amenazas del poder, siempre funcionaron los contrapesos. Hacen posible la libertad individual, que es la única real, aunque veces no seamos conscientes de la misma, pues se trata de una condición, como la salud, que solo se valora cuando se pierde. Los tiranos, o aspirantes a serlo, persiguen siempre el objetivo de concentrar todos los poderes. Para evitar que lo logren, están los contrapesos.

 
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