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Emili Avilés

Algo más que buenos debates

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A quienes les vamos a pedir que gobiernen próximamente nuestro país, les importa mucho vender bien el producto político que, hasta la saciedad, nos presentan con muy diversos estímulos. Pero ya habremos comprobado múltiples deficiencias y bajas calidades en diversos contenidos programáticos. Por ejemplo, no todos le dan la misma importancia a la defensa de los derechos humanos -sí, sí, de los que este año celebraremos el 60 aniversario- aunque se les llene la boca para exigir nuevos derechos o propongan más Alianza de Civilizaciones, ideología de género y multiculturalismo. Como si la persona, la naturaleza humana, cambiase según nuestras opiniones particulares. Por favor, señores políticos, sean ustedes sensatos. Que el hombre no sea un lobo para el hombre. Presenten, con naturalidad, criterios propios, principios y hojas de ruta para solucionar los temas que de verdad preocupan a los ciudadanos. Y ustedes ya saben cuáles son, no se inventen otros para marear la perdiz o confundir a la opinión pública, que bastante tenemos con intentar formarnos un criterio propio.

Nos conviene a todos entender la sociedad como un juego de suma positiva. Es lícito intentar ganar unas elecciones pero nunca a costa de propuestas de relumbrón, inaplicables o contraproducentes para el buen desarrollo de la justicia y la convivencia. Todos tenemos claro que una sociedad moderna es un sistema de cooperación. Pero vemos, que algunos hablan más de excluir absolutamente los planteamientos del contrario, que de su propio programa político. El odio o desprecio a quien plantee soluciones diferentes a las de uno, no son de este siglo ni ayudan al progreso.

La condición humana pide cooperación y ella será un medio imprescindible para solucionar los problemas y afrontar los retos que tenemos en este siglo XXI. Participemos todos con nobleza, transparencia, energía para liderar, pero nunca con la exclusión -violenta o con manipulaciones soterradas- de quien piensa diferente. Además, el éxito inmoral es prematuro y a corto plazo, no sale a cuenta.

Algo más que buenos debates

Emili Avilés
Emili Avilés
martes, 26 de febrero de 2008, 06:07 h (CET)
A quienes les vamos a pedir que gobiernen próximamente nuestro país, les importa mucho vender bien el producto político que, hasta la saciedad, nos presentan con muy diversos estímulos. Pero ya habremos comprobado múltiples deficiencias y bajas calidades en diversos contenidos programáticos. Por ejemplo, no todos le dan la misma importancia a la defensa de los derechos humanos -sí, sí, de los que este año celebraremos el 60 aniversario- aunque se les llene la boca para exigir nuevos derechos o propongan más Alianza de Civilizaciones, ideología de género y multiculturalismo. Como si la persona, la naturaleza humana, cambiase según nuestras opiniones particulares. Por favor, señores políticos, sean ustedes sensatos. Que el hombre no sea un lobo para el hombre. Presenten, con naturalidad, criterios propios, principios y hojas de ruta para solucionar los temas que de verdad preocupan a los ciudadanos. Y ustedes ya saben cuáles son, no se inventen otros para marear la perdiz o confundir a la opinión pública, que bastante tenemos con intentar formarnos un criterio propio.

Nos conviene a todos entender la sociedad como un juego de suma positiva. Es lícito intentar ganar unas elecciones pero nunca a costa de propuestas de relumbrón, inaplicables o contraproducentes para el buen desarrollo de la justicia y la convivencia. Todos tenemos claro que una sociedad moderna es un sistema de cooperación. Pero vemos, que algunos hablan más de excluir absolutamente los planteamientos del contrario, que de su propio programa político. El odio o desprecio a quien plantee soluciones diferentes a las de uno, no son de este siglo ni ayudan al progreso.

La condición humana pide cooperación y ella será un medio imprescindible para solucionar los problemas y afrontar los retos que tenemos en este siglo XXI. Participemos todos con nobleza, transparencia, energía para liderar, pero nunca con la exclusión -violenta o con manipulaciones soterradas- de quien piensa diferente. Además, el éxito inmoral es prematuro y a corto plazo, no sale a cuenta.

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