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Un poema de Esther Videgain

El salón de nuestra casa en la vida del yo interior

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El salón de la vida,
de aquél que terminó los estudios de ese mundo desconocido,
el que reposa su agotado karma y esa capacidad de ese estrés medio amigo.

El salón de la vida,
de aquél que tanto recuerda su viejo y tan amado ayer,
se sienta en aquella compañía del visitante bien conocido... ayer vino el enemigo, el del egoísmo caro y de la astucia del progreso en negro.

El salón de la vida,
hoy los niños corren...
los viejos genios de la experiencia del ser sobreviviente observan la dulce felicidad de esas risas de la nueva era.

El salón de la vida,
el del sosiego tan necesitado después del compás del alto ruido,
hoy se ha perdido para siempre su ritmo, se ajetreó por ese fallo humano que todos odiamos.

El salón de la vida,
llegó la calma, el sitio más vacío en compañía de mi morada y yo interior,
ha moderado muy suavemente su luz...

Llegó la calma otra vez al caer la noche,
todos dormimos ya...
suena el teléfono de las emergencias con el susto de lo nuevo y de ese desamparo de aquel imprevisto de sucias noticias, sólo las estrellas nos observan.

El salón de nuestra casa en la vida del yo interior

Un poema de Esther Videgain
Esther Videgain
jueves, 3 de septiembre de 2015, 06:27 h (CET)
El salón de la vida,
de aquél que terminó los estudios de ese mundo desconocido,
el que reposa su agotado karma y esa capacidad de ese estrés medio amigo.

El salón de la vida,
de aquél que tanto recuerda su viejo y tan amado ayer,
se sienta en aquella compañía del visitante bien conocido... ayer vino el enemigo, el del egoísmo caro y de la astucia del progreso en negro.

El salón de la vida,
hoy los niños corren...
los viejos genios de la experiencia del ser sobreviviente observan la dulce felicidad de esas risas de la nueva era.

El salón de la vida,
el del sosiego tan necesitado después del compás del alto ruido,
hoy se ha perdido para siempre su ritmo, se ajetreó por ese fallo humano que todos odiamos.

El salón de la vida,
llegó la calma, el sitio más vacío en compañía de mi morada y yo interior,
ha moderado muy suavemente su luz...

Llegó la calma otra vez al caer la noche,
todos dormimos ya...
suena el teléfono de las emergencias con el susto de lo nuevo y de ese desamparo de aquel imprevisto de sucias noticias, sólo las estrellas nos observan.

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