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Gonzalo G. Velasco

'Mr. Brooks': Psicópatas a go-go

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De entre todas las series que han surgido a lo largo de la llamada (y efímera), segunda edad dorada de la televisión, destaca por méritos propios Dexter, emitida en Estados Unidos por el canal Showtime y ahora, en España, por Fox. La serie narra las correrías de Dexter Morgan, un forense especializado en patrones de sangre de la policía de Miami que, en realidad, es un psicópata adicto al mata-mata. Las claves del éxito de la propuesta, además de un guión inteligente, plagado de buenos diálogos, estupendos personajes y muchas sorpresas, se encuentra en el carisma de su protagonista, un tipo que nos cae genial a pesar de sus aficiones, y del cual conocemos su peculiar visión del mundo gracias a una muy trabajada voz en off. Es decir, Dexter nos sitúa en la mente del asesino para que nos identifiquemos con él. Y lo consigue de una forma tan contundente que, buena parte de sus capítulos, juegan con la temible posibilidad de que el criminal, nuestro héroe, pueda llegar a ser descubierto.

Pues bien, no es una coincidencia que Mr.Brooks llegue justo ahora a las pantallas de nuestros cines. Ni tampoco que, al igual que Dexter, el prota de la función sea otro psicópata simpático y socialmente bien visto al que no queremos que descubran porque se nos presenta como un superhéroe estilo Batman, con su bat-cueva, su Robin y su fortuna. La diferencia radica en que mientras el forense de Miami se expresa a través de la voz en off antes mencionada, Mr. Brooks sustituye esa voz en off por una proyección de su lado oscuro, encarnada por William Hurt, que le aconseja en su carrera criminal. Ambos planteamientos, con sus similitudes y diferencias, resultan muy apetecibles para el cinéfilo aficionado al thriller de asesinos en serie. Claro que los planteamientos pueden desarrollarse bien o pueden desarrollarse mal, y en tanto que la serie de Showtime juega sus cartas de una manera orgánica y natural, configurando una historia de lo más coherente, Mr.Brooks opta por acumular líneas dramáticas hasta crear un relato confuso, disperso y con meandros innecesarios que termina induciendo a la modorra debido a su larga duración. Sobra Demi Moore. Sobra la trama de su separación y sobra también el personaje del maleante que trata de vengarse de ella por haberle metido en la cárcel.

Al mismo tiempo, excede los límites de una película convencional (y la credibilidad del espectador), el hecho de que Mr.Brooks, no sólo tenga que lidiar con un aprendiz oportunista de asesino que lo chantajea después de sorprenderlo durante un asesinato a cambio de clases prácticas gratuitas, sino también con una hija que parece haber heredado su gusto por la sangre. Demasiados mimbres para tan poco cesto. Sobre todo cuando el mimbre que mejor funciona: la chispeante química entre Kevin Costner y William Hurt, está poco explotado en favor de otros menos sólidos. Y es que el director, Bruce A. Evans (guionista de la estupenda Cuenta Conmigo), pierde en el tramo final del film el pulso firme con el que abre la función. Hasta el punto de que, a lo largo del tercer acto, oscila entre un tono narrativo de película de acción estilo Matrix (los enfrentamientos entre Demi Moore y el ex presidiario), una atmósfera gótica más propia de cine de terror (la secuencia del cementerio), y las convenciones características del thriller barato de psicópatas (esas continúas y oportunas coincidencias que propician los twists finales).

Con todo, si uno no se planta en el cine con un espíritu demasiado exigente, el film contiene diversión de sobra como para entretener al menos durante la primera de sus dos horas. La segunda, ya es otro cantar, pues Mr.Brooks pierde gas de una manera alarmante a partir de su ecuador hasta que, en un golpe de efecto final, ocurre algo que nos vuelve a meter en la historia con los ojos abiertos como platos. Una pena que los guionistas se retracten en el último momento y conviertan lo que hubiera podido ser un desenlace memorable en una oda absurda al conservadurismo más cobarde. Moraleja: si le gustan las historias de psicópatas, vean Dexter. Saldrán ganando.

'Mr. Brooks': Psicópatas a go-go

Gonzalo G. Velasco
Gonzalo G. Velasco
jueves, 24 de enero de 2008, 07:43 h (CET)
De entre todas las series que han surgido a lo largo de la llamada (y efímera), segunda edad dorada de la televisión, destaca por méritos propios Dexter, emitida en Estados Unidos por el canal Showtime y ahora, en España, por Fox. La serie narra las correrías de Dexter Morgan, un forense especializado en patrones de sangre de la policía de Miami que, en realidad, es un psicópata adicto al mata-mata. Las claves del éxito de la propuesta, además de un guión inteligente, plagado de buenos diálogos, estupendos personajes y muchas sorpresas, se encuentra en el carisma de su protagonista, un tipo que nos cae genial a pesar de sus aficiones, y del cual conocemos su peculiar visión del mundo gracias a una muy trabajada voz en off. Es decir, Dexter nos sitúa en la mente del asesino para que nos identifiquemos con él. Y lo consigue de una forma tan contundente que, buena parte de sus capítulos, juegan con la temible posibilidad de que el criminal, nuestro héroe, pueda llegar a ser descubierto.

Pues bien, no es una coincidencia que Mr.Brooks llegue justo ahora a las pantallas de nuestros cines. Ni tampoco que, al igual que Dexter, el prota de la función sea otro psicópata simpático y socialmente bien visto al que no queremos que descubran porque se nos presenta como un superhéroe estilo Batman, con su bat-cueva, su Robin y su fortuna. La diferencia radica en que mientras el forense de Miami se expresa a través de la voz en off antes mencionada, Mr. Brooks sustituye esa voz en off por una proyección de su lado oscuro, encarnada por William Hurt, que le aconseja en su carrera criminal. Ambos planteamientos, con sus similitudes y diferencias, resultan muy apetecibles para el cinéfilo aficionado al thriller de asesinos en serie. Claro que los planteamientos pueden desarrollarse bien o pueden desarrollarse mal, y en tanto que la serie de Showtime juega sus cartas de una manera orgánica y natural, configurando una historia de lo más coherente, Mr.Brooks opta por acumular líneas dramáticas hasta crear un relato confuso, disperso y con meandros innecesarios que termina induciendo a la modorra debido a su larga duración. Sobra Demi Moore. Sobra la trama de su separación y sobra también el personaje del maleante que trata de vengarse de ella por haberle metido en la cárcel.

Al mismo tiempo, excede los límites de una película convencional (y la credibilidad del espectador), el hecho de que Mr.Brooks, no sólo tenga que lidiar con un aprendiz oportunista de asesino que lo chantajea después de sorprenderlo durante un asesinato a cambio de clases prácticas gratuitas, sino también con una hija que parece haber heredado su gusto por la sangre. Demasiados mimbres para tan poco cesto. Sobre todo cuando el mimbre que mejor funciona: la chispeante química entre Kevin Costner y William Hurt, está poco explotado en favor de otros menos sólidos. Y es que el director, Bruce A. Evans (guionista de la estupenda Cuenta Conmigo), pierde en el tramo final del film el pulso firme con el que abre la función. Hasta el punto de que, a lo largo del tercer acto, oscila entre un tono narrativo de película de acción estilo Matrix (los enfrentamientos entre Demi Moore y el ex presidiario), una atmósfera gótica más propia de cine de terror (la secuencia del cementerio), y las convenciones características del thriller barato de psicópatas (esas continúas y oportunas coincidencias que propician los twists finales).

Con todo, si uno no se planta en el cine con un espíritu demasiado exigente, el film contiene diversión de sobra como para entretener al menos durante la primera de sus dos horas. La segunda, ya es otro cantar, pues Mr.Brooks pierde gas de una manera alarmante a partir de su ecuador hasta que, en un golpe de efecto final, ocurre algo que nos vuelve a meter en la historia con los ojos abiertos como platos. Una pena que los guionistas se retracten en el último momento y conviertan lo que hubiera podido ser un desenlace memorable en una oda absurda al conservadurismo más cobarde. Moraleja: si le gustan las historias de psicópatas, vean Dexter. Saldrán ganando.

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