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Cuando duele la enseñanza

Pedro de Hoyos
Pedro de Hoyos
jueves, 29 de noviembre de 2007, 04:55 h (CET)
Algo pasa en la enseñanza cuando una mayoría de profesionales creen que empeora, que la nuestra es peor o mucho peor que la del resto de Europa; algo grave pasa cuando casi un noventa por cien de ellos no se siente respaldado por la sociedad ni por las autoridades educativas. La enseñanza es la base de lo que seremos, en ella descansa nuestro futuro, sin ella la sociedad acabará en el abrevadero del porvenir. Algo muy grave puede pasar con nosotros si la enseñanza está deteriorada hasta esos extremos. Sólo si se entiende que el ejercicio de la enseñanza, como otras profesiones, debe ser esencialmente vocacional, puramente vocacional, se entiende la importancia que tiene la opinión de sus profesionales.

Hablo, escribo, a partir de un estudio que ha realizado el Instituto de Evaluación Idea, patrocinado por la fundación del Hogar del Empleado, en el que se difunden todos estos y otros datos. Como han sido publicados en prensa me permito copiar a continuación alguno de ellos.

El 94% de los profesionales piensa que la familia delega cada vez más en la escuela sus responsabilidades educativas. El 68% piensa que las familias no prestan suficiente atención a los estudios de sus hijos. La preparación de los profesores, el orden y la disciplina son para los profesionales los factores que más inciden en los resultados.

Cualquiera añadiría fácilmente más críticas a los profesores de las que ellos mismos se hacen al admitir que su propia preparación es de los factores que más influyen en los resultados (que son los que son) de los alumnos. Muchas veces las mismas carencias que tienen o han tenido anteriormente las familias se perciben en la limitada calidad humana de algunos profesionales…, algo que ni las mejores escuelas de Magisterio podrán nunca resolver.

¿Pero qué puede hacer en todo esto la sociedad? ¿Qué tienen que hacer en esto las autoridades educativas? ¿Hay algo que resolver? Permítanme que empiece por señalar algo, a mi parecer, más fácil de solucionar que todo lo demás: Empecemos por mejorar la preparación de los maestros y profesores, tanto en sus conocimientos de la materia que va a impartir como, y muy fundamentalmente, de la preparación pedagógica y psicológica. Grandes conocedores de una materia pueden fácilmente ser docentes fracasados al carecer de la más elemental preparación en psicología infantil y juvenil, psicología de grupos y pedagogía y psicología evolutiva, sólo por señalar algunas posibilidades teóricas. No se nos olvide que algunos docentes no han hollado un aula escolar desde que dejaron atrás la preadolescencia.

Pero además de mejorar la preparación de los docentes, la sociedad, los que la dirigen, los que deben preocuparse de la educación y de la juventud, necesitan interesarse por recuperar hábitos y actitudes que nunca debieron perderse. El respeto en los colegios, entre los alumnos, pero fundamentalmente a los profesores, el estímulo por las cosas bien hechas, el premio al esfuerzo, la disciplina individual y colectiva y la obediencia deben volver a primar en el sistema educativo español. Son todos ellos valores positivos cuya carencia lastra el funcionamiento de las masas de juventud que ocupan, a veces sin más razón ni motivo, las aulas de los centros de enseñanza.

Cuando un sistema educativo no distingue claramente entre los que trabajan y acumulan méritos y los que simplemente vegetan en las aulas está fallando por la base. El estímulo de los méritos siempre ha sido una vía de ascenso y de mejora del trabajo. ¿No ocurre lo mismo en nuestras ocupaciones profesionales?

Un sistema educativo que obliga/permite que alumnos rémora interfieran en las labores docentes y discentes sin proporcionarles ninguna salida honrosa, digna y válida para su integración social está llevando al fracaso colectivo a todos sus alumnos, incluidos aquellos que acudieron al sistema educativo con la vana pretensión de aprender, mejorar y llegar a ser ciudadanos de provecho.

Y si además la sociedad, es decir fundamentalmente los padres, y las autoridades educativas respaldan a los profesores habremos empezado a mejorar algo que ahora va aparentemente tan mal.

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