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Etiquetas | AC/DC Vs Copa del Rey
Buscamos el mayor número de sensaciones por segundo con una batalla entre dos gigantes de la emoción

ROCK Vs FÚTBOL - En directo Barcelona 2015

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Roberto Carrera / Barcelona

La música y el deporte son dos de las invenciones humanas que más placer generan. Accesibles y adaptables según los recursos, han conseguido formar parte de la vida diaria de prácticamente cualquier persona. Los hay quese desmelenan en la ducha bajo la creencia de que el agua los aisla del mundo exterior, o aquellos que realizan con esmero su flexión matutina post-cama. Y en el piso de abajo, sin ir más lejos, quizá se encuentre el que duerme sobre un colchón de vinilos o ha dejado en pañales los récords de Forrest Gump.

Pero hoy no hablamos de cualquier música, ni de cualquier deporte. Queremos saber quién es el mayor fabricante de emociones del planeta Tierra. Y lo queremos sentir en directo. Rock y fútbol son un tornado de sensaciones, una mina gigantesca sembrada de gritos, sudor, alegría y libertad. Pero, ¿quién está por delante cuando nos los encontramos cara a cara? Con el fin de resolver el enigma nos fuimos a Barcelona, donde las estrellas se alinearon en una conjunción irrepetible a finales de mayo para ofrecernos durante dos noches consecutivas la llave hacia las respuestas. Dos púgiles de lujo frente a frente, en la misma ciudad, con ganas de plantar batalla. Ojo, esto no es el Pacquiao – Mayweather. Aquí, como en las recreativas de los noventa, sobra el espectáculo.


PLAYER 1: ROCK

Representando el poder de la música llega una de las bandas más reconocidas internacionalmente. Los australianos AC/DC llevan 42 años encendiendo el alma de millones de seguidores, con un repertorio sagrado de poderes curativos que les permite seguir al máximo nivel a pesar de las arrugas físicas. Dentro de su gira ‘Rock or Bust’, la primera sin Malcolm Young, la banda llega a la capital catalana con un despliegue de potencia con sabor a clásico inigualable.


PLAYER 2: FÚTBOL

La final de la Copa del Rey es el partido más especial de los que se juegan anualmente en España. Un torneo abierto a decenas de equipos, con un sabor a fiesta auténtica del balompié. Este año se juntaron los dos clubes con más títulos de la historia. Si encima uno de ellos oposita a triplete con un genio argentino entre su plantilla, la batalla se presenta exquisita.


CINCO RONDAS

ACCESIBILIDADAMBIENTEESPECTÁCULOADRENALINA - RETENCIÓN

¡NO HAY EMPATE! 3, 2, 1... FIGHT!




ROCK:

Conseguir una entrada para un gran concierto de rock puede convertirse en una odisea para cualquier persona. Los boletos se despachan en una horas y es imposible asegurar que serás uno de los afortunados. AC/DC puso tres fechas en España, lo cual alivió el caos, pero ni con esas la aventura es sencilla. El abultado precio de 75€ no echa atrás ni a los que residen más lejos. La última gira del grupo fue hace cinco años, por lo que la posibilidad de que para la próxima ya no estés/estén para saltos provoca más ansiedad a la hora de hacerse con un pase. Las entradas de pista sirven tanto para primera fila... como para cien metros más allá, enormes estructuras metálicas entre medias incluidas.


FÚTBOL:

Para una final lo peor no es lo caro de la entrada (de 40€ a 190€ este año), sino el hecho de que para la mayoría es una compra imposible. Debes ser socio del club finalista o amigo de la Federación para conseguir acceso. Las reventas funcionan para los dos, pero en fútbol pueden alcanzar precios todavía más inaceptables. Como gran ventaja, puedes disfrutar de 'conciertos' más pequeños a lo largo del año, todos los años, en el campeonato nacional de Liga, siendo más sencillo poder ver a tus músicos favoritos.


FÚTBOL WINS!


Partiendo de la base de que económicamente ambos eventos exigen un dinero desproporcionado, la posibilidad de disfrutar el fútbol por medios audiovisuales sin perder emoción, y el hecho de poder ver a tu equipo cerca de casa a lo largo del año, le dan un triunfo ajustado al deporte en esta primera ronda.




ROCK:

Fue imposible no juntar a las bestias con tan poca distancia entre eventos, y muchos decidieron hacer el 2x1. Tras sortear la zona de reunión para aficionados del Athletic en Plaça Espanya, una marea de camisetas negras con las cuatro siglas y cuernos rojos luminosos se dirigieron hacia el Olímpico de Montjuïc. Casi 60.000 personas dejaban pequeño el estadio. Los aledaños plagados de aficionados con sed de rock en un hermanamiento musical completo.


FÚTBOL:

El Camp Nou es un santuario del deporte donde pueden habitar casi cien mil almas. Impresionante el desembarco de la afición bilbaína, que llegó en masa para animar a los suyos, dejando en clara minoría a la grada local. Dos mosaicos espectaculares y cánticos constantes animaron la previa. Lástima haber politizado la fiesta con los silbidos al himno español. Un feo gesto de intolerancia impensable en un concierto. Si acaso a Ramoncín, pero no es lo mismo…


ROCK WINS!


El ambiente de liberación espiritual y comunión de felicidad que ofrece un concierto de rock no se puede conseguir en un campo de fútbol, incluso sin actos como los acontecidos en Barcelona. El espectáculo en las gradas del Camp Nou fue brutal (no se espera menos en esta batalla), y la posibilidad de sanos enfrentamientos entre aficiones es una experiencia única. Pero demasiados aficionados parecen más interesados en segregar bilis a raudales que en disfrutar de la fiesta. Y eso no es lo que buscamos.




ROCK:

La única razón por la que el rock se llama rock y no espectáculo debe ser por ahorrar letras. AC/DC se trajo un escenario impresionante, un despliegue de potencia que llegó hasta la última fila, pantallas gigantes para que nadie se perdiera detalle y una borrachera de recursos y pirotecnia que abrió los ojos hasta el límite a todos los presentes. Repertorio de veinte canciones donde solo tres eran del disco que daba nombre a la gira. Saben lo que el público quiere, y están encantados de ofrecérselo. Cuando no puedes dejar de gritar durante los quince minutos de solo ininterrumpido de Angus Young, sabes que has descubierto el límite del espectáculo humano.


FÚTBOL:

No hay equipo que no de lo mejor de sí mismo en una final. La diferencia de nivel perjudica el espectáculo, pero las ganas de levantar la Copa empujan a ambas escuadras a luchar por cada metro de posesión. El fútbol tiene altibajos, como las canciones que menos gustan, pero luego te ofrece lo impensable. Sobre todo si un mago de Rosario se le ocurre volver al colegio y volar por la banda derecha como si no hubiera nadie enfrente. Cincuenta metros en carrera que hacen que todo merezca la pena. Con veintiuno más como él sobre el césped habría debate.


ROCK WINS!


Solo ver a la enorme Rosie moviendo su voluptuoso cuerpo en la parte trasera del escenario es puro espectáculo. El derroche de energía de Angus Young es un homenaje al ser humano, y el sonido que produce la garganta de Brian Johnson produce un placer demencial desde la primera palabra. Esto está hecho para disfrutar desde el inicio al final, una centrifugadora de sensaciones en la que el público se deja caer hipnotizado. Solo un partido con un marcador de 45-45 podría competir con semejante fuerza de la naturaleza.




ROCK:

La libertad de movimientos, la música llegando a tu cerebro sin pasar por el oído, el escaparate infinito de luces y explosiones o las ganas de saltar hasta que tu cuerpo diga basta son una descarga de adrenalina fantástica. La sensación de felicidad constante y un mayor poder de interacción con tus ídolos son sus grandes estandartes. Por otro lado, es sencillo conocer el repertorio de antemano, incluso el despliegue técnico, por lo que la capacidad de sorpresa es limitada. Además, en conciertos de estadio se cuelan miles de ‘curiosos’ musicales que apenas pueden reconocer dos o tres temas durante todo el evento, lo que puede dejarte desconcertado unos minutos si acabas rodeado sin remedio por uno de estos grupos de seguidores ocasionales.


FÚTBOL:

Quien no entiende la magia del deporte y la competición no le encuentra lógica. ¿Qué atrae tanto de algo tan simple? Por si fuera pequeña la pregunta, los momentos de juego intrascendente a lo largo de los noventa minutos son recurrentes, aumentando la indiferencia del escéptico. Pero en una final no hay tiempo perdido. La capacidad del fútbol para mantener la tensión en niveles máximos es única en cualquier aficionado mínimamente apasionado. Si el rock es felicidad – felicidad – felicidad, el fútbol es tensión – tensión – orgasmo – tensión – bajón- tensión – orgasmo (partitura sujeta a cambios). Lo impredecible del resultado, junto a la intensidad y el deseo de victoria hacen difícil superar la cantidad de adrenalina que puede generar un gol decisivo. La combinación sufrimiento/gloria de manera tan aleatoria hacen del fútbol un amigo fiel a la hora de liberar todo el estrés acumulado.


FÚTBOL WINS!


No hay nada ni nadie que hagan cambiar de colores a un aficionado. Un seguidor de un equipo de fútbol no entiende de razones lógicas más allá de su amor por una camiseta y un club. Su equipo es uno, y no hay más bandas que puedan reclamar ese compromiso. Por eso cuando juega, ellos juegan. Y si pierden, ellos pierden. Y si ganan, ellos ganan. Es una relación pasional tan bella como irracional que difícilmente se da entre músicos y fans, sobre todo cuando desaparece el acicate de la competición. Además, a pesar de que la longevidad de grupos como AC/DC ponen en duda su durabilidad limitada, un club de fútbol es eterno, arrastrando una historia e incluso un legado familiar que aumenta todavía más la sensación interna de compromiso y pasión insuperables.




ROCK:

Ambos eventos ofrecen una experiencia global cercana a las dos horas pero, ¿qué sucede cuando todo termina? ¿Cuál permanece mayor tiempo en nuestras cabezas? El concierto de rock de un grupo legendario suele ser un acontecimiento muy poco habitual. Casi nadie sigue en gira a una gran banda alrededor del mundo. La sensación de exclusividad que lleva adjunta favorece que nuestro cerebro lo acurruque en un cajón más mullido de nuestra memoria. Y esa canción que nos revuelve el alma, pase lo que pase, es siempre ESA canción. Escucharla en directo significa traer en vivo pedazos de tu banda sonora particular. La garantía de que todo el mundo va a disfrutar en un concierto se comprueba fácilmente en las fiestas posteriores que anuncian locales de la zona, donde se ofrecen más horas de música... del mismo grupo que se ha visto. ¿Alguien imagina celebrar un partido volviéndolo a ver? En el rock, el gol por la escuadra lo tienes asegurado.


FÚTBOL:

Una final no es tampoco un evento habitual, y el ambiente que se vive difícilmente va a ser olvidado. Entrar en el estadio, comenzar a animar a los tuyos, la parafernalia de inicio, tan ceremoniosa, celebrar un gol en las gradas a metros de tu ídolo… Son momentos extremadamente bonitos. Pero, afortunadamente, el fútbol tiene a su disposición medios como la televisión que hacen que prácticamente cualquiera pueda vivir ese partido con un nivel de intensidad muy similar, algo que no ocurre con el rock. Hay bares y grupos de amigos que pueden competir contra cualquier tifo. Con cierta lógica, lo que le hizo ganar en accesibilidad, lo pierde en retención. Que un tipo haga delante de tus napias un gol surrealista tampoco está asegurado. La posibilidad de acabar asistiendo a un espectáculo decepcionante es un riesgo añadido. Por último, el aficionado medio acaba por ver miles y miles de partidos diferentes de su equipo a lo largo de la vida, y ello también ayuda a difuminar ligeramente los recuerdos que podamos tener de un encuentro en concreto.


ROCK WINS!


La propia facilidad del fútbol para llevar el estadio a casa es la misma que le hace perder la última ronda. Y es que la ventaja de tenerlo a mano se une con el atracón anual de partidos, siendo habitual la falta de memoria de los aficionados respecto al año anterior. Estar en la grada es siempre especial, divertido, ideal para analizar el juego y totalmente recomendable si es factible, pero a nivel emocional no existe una diferencia insalvable entre sofá/bar y estadio. Un concierto grabado no puede a día de hoy transmitir toda la emoción y magia del momento, por eso ver salir a tus músicos favoritos mientras te van dejando sordo entre acordes y fuegos artificiales se queda grabado con más fuerza en nuestras cabezas.



¿Es un concierto de rock el evento humano más espectacular que se puede vivir en directo? Según este riguroso y recomendable estudio científico así es, y en vista de que todavía no hay investigaciones que lo contrasten nos quedaremos con ello. AC/DC se lleva la victoria gracias a un despliegue audiovisual tremendo, un clima de buen rollo constante e inagotable y una mayor dificultad de encontrarse en el momento adecuado, el día adecuado, para disfrutar de la experiencia en vivo. El fútbol acepta su derrota, pero con la sonrisa maliciosa del que se sabe sin rival. Incluso un partido con espectáculo cero atrae a decenas de miles de aficionados, un poder descomunal que va más allá de la lógica de sensaciones. ¿Recomendación final? Disfrutar libremente de nuestra capacidad de emocionarnos. Si algo comparten estas dos gigantescas fiestas es el simple propósito de celebrar que somos humanos y estamos vivos. ¿Recomendación científica? Bebe cerveza. Algo debe tener, porque estaba en todos lados.


ROCK Vs FÚTBOL - En directo Barcelona 2015

Buscamos el mayor número de sensaciones por segundo con una batalla entre dos gigantes de la emoción
Roberto Carrera Hernández
jueves, 11 de junio de 2015, 14:02 h (CET)


Roberto Carrera / Barcelona

La música y el deporte son dos de las invenciones humanas que más placer generan. Accesibles y adaptables según los recursos, han conseguido formar parte de la vida diaria de prácticamente cualquier persona. Los hay quese desmelenan en la ducha bajo la creencia de que el agua los aisla del mundo exterior, o aquellos que realizan con esmero su flexión matutina post-cama. Y en el piso de abajo, sin ir más lejos, quizá se encuentre el que duerme sobre un colchón de vinilos o ha dejado en pañales los récords de Forrest Gump.

Pero hoy no hablamos de cualquier música, ni de cualquier deporte. Queremos saber quién es el mayor fabricante de emociones del planeta Tierra. Y lo queremos sentir en directo. Rock y fútbol son un tornado de sensaciones, una mina gigantesca sembrada de gritos, sudor, alegría y libertad. Pero, ¿quién está por delante cuando nos los encontramos cara a cara? Con el fin de resolver el enigma nos fuimos a Barcelona, donde las estrellas se alinearon en una conjunción irrepetible a finales de mayo para ofrecernos durante dos noches consecutivas la llave hacia las respuestas. Dos púgiles de lujo frente a frente, en la misma ciudad, con ganas de plantar batalla. Ojo, esto no es el Pacquiao – Mayweather. Aquí, como en las recreativas de los noventa, sobra el espectáculo.


PLAYER 1: ROCK

Representando el poder de la música llega una de las bandas más reconocidas internacionalmente. Los australianos AC/DC llevan 42 años encendiendo el alma de millones de seguidores, con un repertorio sagrado de poderes curativos que les permite seguir al máximo nivel a pesar de las arrugas físicas. Dentro de su gira ‘Rock or Bust’, la primera sin Malcolm Young, la banda llega a la capital catalana con un despliegue de potencia con sabor a clásico inigualable.


PLAYER 2: FÚTBOL

La final de la Copa del Rey es el partido más especial de los que se juegan anualmente en España. Un torneo abierto a decenas de equipos, con un sabor a fiesta auténtica del balompié. Este año se juntaron los dos clubes con más títulos de la historia. Si encima uno de ellos oposita a triplete con un genio argentino entre su plantilla, la batalla se presenta exquisita.


CINCO RONDAS

ACCESIBILIDADAMBIENTEESPECTÁCULOADRENALINA - RETENCIÓN

¡NO HAY EMPATE! 3, 2, 1... FIGHT!




ROCK:

Conseguir una entrada para un gran concierto de rock puede convertirse en una odisea para cualquier persona. Los boletos se despachan en una horas y es imposible asegurar que serás uno de los afortunados. AC/DC puso tres fechas en España, lo cual alivió el caos, pero ni con esas la aventura es sencilla. El abultado precio de 75€ no echa atrás ni a los que residen más lejos. La última gira del grupo fue hace cinco años, por lo que la posibilidad de que para la próxima ya no estés/estén para saltos provoca más ansiedad a la hora de hacerse con un pase. Las entradas de pista sirven tanto para primera fila... como para cien metros más allá, enormes estructuras metálicas entre medias incluidas.


FÚTBOL:

Para una final lo peor no es lo caro de la entrada (de 40€ a 190€ este año), sino el hecho de que para la mayoría es una compra imposible. Debes ser socio del club finalista o amigo de la Federación para conseguir acceso. Las reventas funcionan para los dos, pero en fútbol pueden alcanzar precios todavía más inaceptables. Como gran ventaja, puedes disfrutar de 'conciertos' más pequeños a lo largo del año, todos los años, en el campeonato nacional de Liga, siendo más sencillo poder ver a tus músicos favoritos.


FÚTBOL WINS!


Partiendo de la base de que económicamente ambos eventos exigen un dinero desproporcionado, la posibilidad de disfrutar el fútbol por medios audiovisuales sin perder emoción, y el hecho de poder ver a tu equipo cerca de casa a lo largo del año, le dan un triunfo ajustado al deporte en esta primera ronda.




ROCK:

Fue imposible no juntar a las bestias con tan poca distancia entre eventos, y muchos decidieron hacer el 2x1. Tras sortear la zona de reunión para aficionados del Athletic en Plaça Espanya, una marea de camisetas negras con las cuatro siglas y cuernos rojos luminosos se dirigieron hacia el Olímpico de Montjuïc. Casi 60.000 personas dejaban pequeño el estadio. Los aledaños plagados de aficionados con sed de rock en un hermanamiento musical completo.


FÚTBOL:

El Camp Nou es un santuario del deporte donde pueden habitar casi cien mil almas. Impresionante el desembarco de la afición bilbaína, que llegó en masa para animar a los suyos, dejando en clara minoría a la grada local. Dos mosaicos espectaculares y cánticos constantes animaron la previa. Lástima haber politizado la fiesta con los silbidos al himno español. Un feo gesto de intolerancia impensable en un concierto. Si acaso a Ramoncín, pero no es lo mismo…


ROCK WINS!


El ambiente de liberación espiritual y comunión de felicidad que ofrece un concierto de rock no se puede conseguir en un campo de fútbol, incluso sin actos como los acontecidos en Barcelona. El espectáculo en las gradas del Camp Nou fue brutal (no se espera menos en esta batalla), y la posibilidad de sanos enfrentamientos entre aficiones es una experiencia única. Pero demasiados aficionados parecen más interesados en segregar bilis a raudales que en disfrutar de la fiesta. Y eso no es lo que buscamos.




ROCK:

La única razón por la que el rock se llama rock y no espectáculo debe ser por ahorrar letras. AC/DC se trajo un escenario impresionante, un despliegue de potencia que llegó hasta la última fila, pantallas gigantes para que nadie se perdiera detalle y una borrachera de recursos y pirotecnia que abrió los ojos hasta el límite a todos los presentes. Repertorio de veinte canciones donde solo tres eran del disco que daba nombre a la gira. Saben lo que el público quiere, y están encantados de ofrecérselo. Cuando no puedes dejar de gritar durante los quince minutos de solo ininterrumpido de Angus Young, sabes que has descubierto el límite del espectáculo humano.


FÚTBOL:

No hay equipo que no de lo mejor de sí mismo en una final. La diferencia de nivel perjudica el espectáculo, pero las ganas de levantar la Copa empujan a ambas escuadras a luchar por cada metro de posesión. El fútbol tiene altibajos, como las canciones que menos gustan, pero luego te ofrece lo impensable. Sobre todo si un mago de Rosario se le ocurre volver al colegio y volar por la banda derecha como si no hubiera nadie enfrente. Cincuenta metros en carrera que hacen que todo merezca la pena. Con veintiuno más como él sobre el césped habría debate.


ROCK WINS!


Solo ver a la enorme Rosie moviendo su voluptuoso cuerpo en la parte trasera del escenario es puro espectáculo. El derroche de energía de Angus Young es un homenaje al ser humano, y el sonido que produce la garganta de Brian Johnson produce un placer demencial desde la primera palabra. Esto está hecho para disfrutar desde el inicio al final, una centrifugadora de sensaciones en la que el público se deja caer hipnotizado. Solo un partido con un marcador de 45-45 podría competir con semejante fuerza de la naturaleza.




ROCK:

La libertad de movimientos, la música llegando a tu cerebro sin pasar por el oído, el escaparate infinito de luces y explosiones o las ganas de saltar hasta que tu cuerpo diga basta son una descarga de adrenalina fantástica. La sensación de felicidad constante y un mayor poder de interacción con tus ídolos son sus grandes estandartes. Por otro lado, es sencillo conocer el repertorio de antemano, incluso el despliegue técnico, por lo que la capacidad de sorpresa es limitada. Además, en conciertos de estadio se cuelan miles de ‘curiosos’ musicales que apenas pueden reconocer dos o tres temas durante todo el evento, lo que puede dejarte desconcertado unos minutos si acabas rodeado sin remedio por uno de estos grupos de seguidores ocasionales.


FÚTBOL:

Quien no entiende la magia del deporte y la competición no le encuentra lógica. ¿Qué atrae tanto de algo tan simple? Por si fuera pequeña la pregunta, los momentos de juego intrascendente a lo largo de los noventa minutos son recurrentes, aumentando la indiferencia del escéptico. Pero en una final no hay tiempo perdido. La capacidad del fútbol para mantener la tensión en niveles máximos es única en cualquier aficionado mínimamente apasionado. Si el rock es felicidad – felicidad – felicidad, el fútbol es tensión – tensión – orgasmo – tensión – bajón- tensión – orgasmo (partitura sujeta a cambios). Lo impredecible del resultado, junto a la intensidad y el deseo de victoria hacen difícil superar la cantidad de adrenalina que puede generar un gol decisivo. La combinación sufrimiento/gloria de manera tan aleatoria hacen del fútbol un amigo fiel a la hora de liberar todo el estrés acumulado.


FÚTBOL WINS!


No hay nada ni nadie que hagan cambiar de colores a un aficionado. Un seguidor de un equipo de fútbol no entiende de razones lógicas más allá de su amor por una camiseta y un club. Su equipo es uno, y no hay más bandas que puedan reclamar ese compromiso. Por eso cuando juega, ellos juegan. Y si pierden, ellos pierden. Y si ganan, ellos ganan. Es una relación pasional tan bella como irracional que difícilmente se da entre músicos y fans, sobre todo cuando desaparece el acicate de la competición. Además, a pesar de que la longevidad de grupos como AC/DC ponen en duda su durabilidad limitada, un club de fútbol es eterno, arrastrando una historia e incluso un legado familiar que aumenta todavía más la sensación interna de compromiso y pasión insuperables.




ROCK:

Ambos eventos ofrecen una experiencia global cercana a las dos horas pero, ¿qué sucede cuando todo termina? ¿Cuál permanece mayor tiempo en nuestras cabezas? El concierto de rock de un grupo legendario suele ser un acontecimiento muy poco habitual. Casi nadie sigue en gira a una gran banda alrededor del mundo. La sensación de exclusividad que lleva adjunta favorece que nuestro cerebro lo acurruque en un cajón más mullido de nuestra memoria. Y esa canción que nos revuelve el alma, pase lo que pase, es siempre ESA canción. Escucharla en directo significa traer en vivo pedazos de tu banda sonora particular. La garantía de que todo el mundo va a disfrutar en un concierto se comprueba fácilmente en las fiestas posteriores que anuncian locales de la zona, donde se ofrecen más horas de música... del mismo grupo que se ha visto. ¿Alguien imagina celebrar un partido volviéndolo a ver? En el rock, el gol por la escuadra lo tienes asegurado.


FÚTBOL:

Una final no es tampoco un evento habitual, y el ambiente que se vive difícilmente va a ser olvidado. Entrar en el estadio, comenzar a animar a los tuyos, la parafernalia de inicio, tan ceremoniosa, celebrar un gol en las gradas a metros de tu ídolo… Son momentos extremadamente bonitos. Pero, afortunadamente, el fútbol tiene a su disposición medios como la televisión que hacen que prácticamente cualquiera pueda vivir ese partido con un nivel de intensidad muy similar, algo que no ocurre con el rock. Hay bares y grupos de amigos que pueden competir contra cualquier tifo. Con cierta lógica, lo que le hizo ganar en accesibilidad, lo pierde en retención. Que un tipo haga delante de tus napias un gol surrealista tampoco está asegurado. La posibilidad de acabar asistiendo a un espectáculo decepcionante es un riesgo añadido. Por último, el aficionado medio acaba por ver miles y miles de partidos diferentes de su equipo a lo largo de la vida, y ello también ayuda a difuminar ligeramente los recuerdos que podamos tener de un encuentro en concreto.


ROCK WINS!


La propia facilidad del fútbol para llevar el estadio a casa es la misma que le hace perder la última ronda. Y es que la ventaja de tenerlo a mano se une con el atracón anual de partidos, siendo habitual la falta de memoria de los aficionados respecto al año anterior. Estar en la grada es siempre especial, divertido, ideal para analizar el juego y totalmente recomendable si es factible, pero a nivel emocional no existe una diferencia insalvable entre sofá/bar y estadio. Un concierto grabado no puede a día de hoy transmitir toda la emoción y magia del momento, por eso ver salir a tus músicos favoritos mientras te van dejando sordo entre acordes y fuegos artificiales se queda grabado con más fuerza en nuestras cabezas.



¿Es un concierto de rock el evento humano más espectacular que se puede vivir en directo? Según este riguroso y recomendable estudio científico así es, y en vista de que todavía no hay investigaciones que lo contrasten nos quedaremos con ello. AC/DC se lleva la victoria gracias a un despliegue audiovisual tremendo, un clima de buen rollo constante e inagotable y una mayor dificultad de encontrarse en el momento adecuado, el día adecuado, para disfrutar de la experiencia en vivo. El fútbol acepta su derrota, pero con la sonrisa maliciosa del que se sabe sin rival. Incluso un partido con espectáculo cero atrae a decenas de miles de aficionados, un poder descomunal que va más allá de la lógica de sensaciones. ¿Recomendación final? Disfrutar libremente de nuestra capacidad de emocionarnos. Si algo comparten estas dos gigantescas fiestas es el simple propósito de celebrar que somos humanos y estamos vivos. ¿Recomendación científica? Bebe cerveza. Algo debe tener, porque estaba en todos lados.


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