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Entrevista a la escritora Rosario Raro

"Me apetecía escribir un estudio sobre la bondad, porque vivimos momentos en los que carecemos de buenos modelos de comportamiento”

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Rosario Raro (Segorbe, Castellón, 1971) es doctora en Filología. Estudió Técnicas de Escritura Creativa en la Universidad Mayor de San Marcos y en la Pontificia Universidad Católica de Perú, país donde vivió durante una década. Curso un Posgrado en Comunicación Empresarial en la Universitat Jaime I de Castellón y otro de Pedagogía en la Universidad de Valencia después de licenciarse allí. En 2009 fue una de las dos únicas españolas finalistas del concurso de escritura literaria Virtuality Caza de Letras de la UNAM de México y Alfaguara. Ha impartido numerosas conferencias y dirige desde su fundación el Aula de Escritura Creativa de la Universitat Jaume I. Es autora, entre otras obras, de ‘Carretera de la Boca do Inferno’, ‘Surmenage’, ‘Perder el juicio’, ‘Los años debidos’, ‘Finlandia’, ‘La llave de Medusa’, ‘Desarmadas e invencibles’ y ‘El alma de las máquinas’. Ha sido traducida al catalán, al japonés y al francés y reconocida con numerosos premios literarios, tanto nacionales como internacionales.

Marzo de 1943. Agazapadas dentro de una habitación secreta, varias personas contienen la respiración mientras aguardan a que el sonido de las botas reforzadas con metal de los soldados alemanes se aleje. En la estación internacional de Canfranc, en el Pirineo, la esvástica ondea sobre la playa de vías. En medio de la oscuridad, Laurent Juste, jefe de la aduana, Jana Belerma, camarera del hotel, y el bandolero Esteve Durandarte arriesgan sus vidas para devolverles la libertad. Así resume el argumento de ‘Volver a Canfranc’, novela editada por Planeta, la contraportada del libro. Sobre él o sobre ella, según se mire, conversé con su autora, Rosario Raro, un sábado por la mañana del mes de mayo, poco antes de que se dispusiera a firmar ejemplares en la caseta de la Organización de la Fira del Llibre de Valencia. Ocho horas de caligrafía intensa, sonrisas y fotografías le aguardaban a esta escritora segorbina. De momento disponíamos de unos minutos para conversar a la sombra, alejados del soleado paseo principal de la Fira.

La escritura ocupa un lugar destacado en la vida de Rosario Raro. Se sentó a escribir temprano, a los siete años, aunque reconoce que sus escritos de entonces tal vez no merezcan el nombre de relatos o de cuentos. “Para mí escribir, además de constituir una tabla de salvación, significa la posibilidad de vivir la realidad de una forma aumentada – dice Rosario –. Me gusta que los personajes, el argumento y le época que recreo cobren vida. Tiene mucho que ver con el mito de Prometeo”. Pasó diez años en Lima y se antoja fundamental conocer si la literatura peruana ha influido en su escritura. “Perú junto con España son los dos países de mayor relevancia en la literatura castellana. No solo son importantes autores como Vargas Llosa o Bryce Echenique, ya que a la sombra de ellos se mueve un montón de escritores, como Alonso Cueto, de una gran calidad. El fenómeno del realismo mágico, visto desde allí, es un realismo transculturado, porque en la vida diaria se producen situaciones surrealistas que a nosotros nos sorprenden, pero que forman parte de la realidad”.

‘VOLVER A CANFRANC’

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‘Volver a Canfranc’ habla de un grupo de personas dispuestas a dar su vida por salvar la de los demás, la de un grupo de judíos que huye del terror nazi. “Esta es una historia de belleza moral. El protagonista principal, el jefe de la aduana, un personaje real, dijo que él solo había actuado de acuerdo con la dignidad que exigían los acontecimientos de entonces. No pretendía nada más y las condecoraciones que le entregaron después no se las puso, las guardaba en un cajón. A esa forma de ser, yo le he añadido la idea de que todos tenemos una sola vida y que con ella podemos salvar otras muchas. Me apetecía hacer un estudio sobre la bondad, porque vivimos momentos en los que carecemos de buenos modelos de comportamiento”. La novela camina por el delicado filo de la realidad y lo verosímil, de lo cierto y de lo ficticio, de lo inventado y de lo ocurrido. “Ésa es la gran cuestión literaria. La verosimilitud es capital, es la piedra de toque de la literatura. La vida no ha de ser verosímil, pero la literatura sí y me interesa mucho ese juego que se establece entre realidad y ficción, porque en el medio crece un interregno, un territorio de nadie, que suscita dudas a los lectores que me preguntan continuamente si lo que cuento es cierto o no”. Pero Rosario Raro no se conforma solo con ese juego verosimilitud-realidad, va un poco más lejos. “Como me he documentado durante mucho tiempo, ahora quiero que el lector recorra el camino inverso, es decir, que lea ‘Volver a Canfranc’ y vaya a las fuentes de las que yo he bebido para hacer sus averiguaciones y obtener sus propias conclusiones”.

Todo lo que rodea a la mítica estación de Canfranc, cerrada al tráfico ferroviario desde el año 1970, resulta enormemente atractivo. Sin duda es un lugar que capta la atención de cualquier escritor. “Fui yo quien encontró la historia. La primera vez que vi la imagen de la estación fue en un libro de lugares abandonados. Pensaba que se encontraba en Viena o en París, lugares en los que no habría destacado tanto. Pero cuando me enteré de que estaba en Huesca, a ocho kilómetros de la frontera, en el Valle de los Arañones, quise saber más cosas sobre ella. El día de su inauguración, en 1928, asistieron Alfonso XIII, Primo de Rivera y el presidente francés Gastón Doumerge y se pronunció la célebre frase de que “los Pirineos han dejado de existir”. Y justo ahora parece que sean más frontera que nunca, es como si las montañas se hubieran rebelado contra esa afirmación. Cuando se construyó, la idea inicial era que la estación sirviera de escaparate de España para los viajeros que llegaban en el tren, un tren que prolongaba su trayecto hasta Lisboa, parando previamente en Zaragoza y Madrid”.

OSKAR SCHINDLER, ÁNGEL SANZ BRIZ Y LAURENT JUSTE
1705157Todos conocemos la película ‘La lista de Schindler’, un personaje que se hizo popular por su labor de rescate de judíos. En España también hubo rescatadores de relieve, como el embajador español en Budapest, Ángel Sanz Briz, que se dedicaron a este tipo de salvamentos. En ‘Volver a Canfranc’, Albert Le Lay, rebautizado en la novela como Laurent Juste, es otro de esos héroes “salvavidas”, de los que en sus países de origen deben sentirse orgullosos por su actitud. Sin embargo, en España sus trayectorias han permanecido bastante ocultas, casi de incógnito. “Ángel Sanz Briz tiene una estatua en el Paseo de la Independencia de Zaragoza y es conocido por ese detalle. Él utilizó la estratagema de expedir salvoconductos a familias judías enteras, aduciendo que eran de origen sefardí. Tampoco podemos olvidar a todos aquellos seres que acompañaban a pie a los refugiados, a través de las montañas a cambio de dinero. Una persona costaba lo mismo que valía entonces un piano de cola. En total hubo más de quince mil rescatados. Si vemos documentales o películas sobre este tema, observamos que falta el último eslabón: por dónde escapaban. Ahora estamos llegando a eso, porque lo hacían por los Pirineos aragoneses y catalanes. Recientemente se han colocado carteles conmemorativos de las sendas que se utilizaban para huir”. Con relación a este asunto la postura del gobierno de Franco era clara, aunque cambió a lo largo del tiempo. “Durante los primeros años de la II Guerra Mundial, el gobierno de Franco se dedicó a saldar la deuda contraída con Alemania por su ayuda en la Guerra Civil. Por la frontera desfilaron miles de toneladas de wolframio y blenda camino de Alemania, para reforzar sus divisiones acorazadas, al tiempo que fueron entregados miles de españoles, que perecieron en campos de concentración alemanes. Con el devenir de la contienda y cuando el Eje perdió fuerza, la postura de Franco cambió, en parte debido a la presión ejercida por el embajador inglés en Madrid. No podemos olvidar que tras la Guerra, los antiguos carabineros se integraron en la Guardia Civil, constituyendo una bolsa de policías sin ideología. Las instrucciones eran entregar a los fugitivos que detuvieran a las autoridades alemanas, pero muchos de ellos hicieron la vista gorda y les facilitaron la huida. Es curioso que los descendientes de estos guardias, setenta años después de aquellos hechos, todavía se resisten a hablar de ello, porque sus antepasados por un acto de humanidad incumplieron las órdenes recibidas y temen las represalias”.

DOS CLASES DE AMOR. UNA REIVINDICACIÓN Y UN DESEO

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‘Volver a Canfranc’ es también una novela de amor. Las personas parecen encontrar un hueco, aún en los momentos más complicados y difíciles de sus vidas, para el amor. “Creo que la guerra es una situación que actúa como una lupa, como un lente de aumento, y nos permite ver los mejores y los peores comportamientos de la raza humana. Aquellas personas se aplicaban al carpe diem, al dicho de que cada día puede ser el último y que lo que no haces hoy, tal vez mañana no puedas hacerlo. La guerra coloca a las personas en situaciones que, en el plano emocional, son muy intensas”. Otro tipo de amor es el que se da también en la novela, el amor a los libros, aunque en este caso los libros desempeñaron también otro papel y muy importante. “Sí, ‘Volver a Canfranc’ es también una gran historia de amor a la literatura. He utilizado tres novelas pertenecientes a los ‘Episodios Nacionales’ de Pérez Galdós, porque me parece una obra monumental que no está suficientemente bien conocida en España. En un plano más material, los libros se utilizaban para transmitir mensajes, vaciando las tapas de cuero para esconderlos allí o marcando claves en el propio texto”.

Hay algo del libro que no se puede obviar. De alguna manera, ‘Volver a Canfranc’ esconde una reivindicación, un anhelo de los aragoneses por conseguir que la estación se reabra y que el tren vuelva a comunicar España con Francia a través de la vía férrea. “En estos momentos, el túnel de Somport, que es el que atraviesa la montaña que une ambos países, permanece cerrado al tráfico. Partí de Segorbe con la idea de llegar en tren a Canfranc y comprobé que, desde Zaragoza, el trayecto hasta la estación pirenaica dura cuatro horas, es decir, el mismo tiempo que costaba en 1928. Actualmente, existe una plataforma que lucha por reabrir la línea Canfranc-Oloron, pero las personas que han estudiado el tema saben que en estos casos hay que formularse siempre la misma pregunta: ¿a quién beneficia que el trayecto más corto entre París y Madrid permanezca cerrado y que las exportaciones no salgan por allí?”. La estación de Canfranc, en cuyo piso superior se ubicó uno de los hoteles más lujosos de Europa, comparable al Ritz o al Palace, escondía un secreto que salió a la luz pública no hace mucho tiempo. “Cuando se rodó el anuncio de la lotería en Canfranc, se limpiaron las instalaciones y se encontraron copias en papel cebolla de los impresos que acreditaban el paso del oro nazi por allí. Eso atrajo la atención de periodistas japoneses y suizos y tuvo mucha repercusión. Ojalá este detalle actúe de revulsivo para que se ponga otra vez en funcionamiento”.

Rosario Raro no tiene claro por dónde derivarán sus nuevos proyectos literarios. “Estoy muy agradecida por la acogida que ha tenido la obra. Vamos ya por la segunda edición y guardo en un cajón otra novela sobre este mismo tema. Que me atreva o no a ofrecérsela a la editorial dependerá de cómo continúen las ventas, sin olvidar que tampoco me gustaría que me catalogasen como la escritora de Canfranc”.

"Me apetecía escribir un estudio sobre la bondad, porque vivimos momentos en los que carecemos de buenos modelos de comportamiento”

Entrevista a la escritora Rosario Raro
Redacción
domingo, 17 de mayo de 2015, 18:58 h (CET)



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Rosario Raro (Segorbe, Castellón, 1971) es doctora en Filología. Estudió Técnicas de Escritura Creativa en la Universidad Mayor de San Marcos y en la Pontificia Universidad Católica de Perú, país donde vivió durante una década. Curso un Posgrado en Comunicación Empresarial en la Universitat Jaime I de Castellón y otro de Pedagogía en la Universidad de Valencia después de licenciarse allí. En 2009 fue una de las dos únicas españolas finalistas del concurso de escritura literaria Virtuality Caza de Letras de la UNAM de México y Alfaguara. Ha impartido numerosas conferencias y dirige desde su fundación el Aula de Escritura Creativa de la Universitat Jaume I. Es autora, entre otras obras, de ‘Carretera de la Boca do Inferno’, ‘Surmenage’, ‘Perder el juicio’, ‘Los años debidos’, ‘Finlandia’, ‘La llave de Medusa’, ‘Desarmadas e invencibles’ y ‘El alma de las máquinas’. Ha sido traducida al catalán, al japonés y al francés y reconocida con numerosos premios literarios, tanto nacionales como internacionales.

Marzo de 1943. Agazapadas dentro de una habitación secreta, varias personas contienen la respiración mientras aguardan a que el sonido de las botas reforzadas con metal de los soldados alemanes se aleje. En la estación internacional de Canfranc, en el Pirineo, la esvástica ondea sobre la playa de vías. En medio de la oscuridad, Laurent Juste, jefe de la aduana, Jana Belerma, camarera del hotel, y el bandolero Esteve Durandarte arriesgan sus vidas para devolverles la libertad. Así resume el argumento de ‘Volver a Canfranc’, novela editada por Planeta, la contraportada del libro. Sobre él o sobre ella, según se mire, conversé con su autora, Rosario Raro, un sábado por la mañana del mes de mayo, poco antes de que se dispusiera a firmar ejemplares en la caseta de la Organización de la Fira del Llibre de Valencia. Ocho horas de caligrafía intensa, sonrisas y fotografías le aguardaban a esta escritora segorbina. De momento disponíamos de unos minutos para conversar a la sombra, alejados del soleado paseo principal de la Fira.

La escritura ocupa un lugar destacado en la vida de Rosario Raro. Se sentó a escribir temprano, a los siete años, aunque reconoce que sus escritos de entonces tal vez no merezcan el nombre de relatos o de cuentos. “Para mí escribir, además de constituir una tabla de salvación, significa la posibilidad de vivir la realidad de una forma aumentada – dice Rosario –. Me gusta que los personajes, el argumento y le época que recreo cobren vida. Tiene mucho que ver con el mito de Prometeo”. Pasó diez años en Lima y se antoja fundamental conocer si la literatura peruana ha influido en su escritura. “Perú junto con España son los dos países de mayor relevancia en la literatura castellana. No solo son importantes autores como Vargas Llosa o Bryce Echenique, ya que a la sombra de ellos se mueve un montón de escritores, como Alonso Cueto, de una gran calidad. El fenómeno del realismo mágico, visto desde allí, es un realismo transculturado, porque en la vida diaria se producen situaciones surrealistas que a nosotros nos sorprenden, pero que forman parte de la realidad”.

‘VOLVER A CANFRANC’

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‘Volver a Canfranc’ habla de un grupo de personas dispuestas a dar su vida por salvar la de los demás, la de un grupo de judíos que huye del terror nazi. “Esta es una historia de belleza moral. El protagonista principal, el jefe de la aduana, un personaje real, dijo que él solo había actuado de acuerdo con la dignidad que exigían los acontecimientos de entonces. No pretendía nada más y las condecoraciones que le entregaron después no se las puso, las guardaba en un cajón. A esa forma de ser, yo le he añadido la idea de que todos tenemos una sola vida y que con ella podemos salvar otras muchas. Me apetecía hacer un estudio sobre la bondad, porque vivimos momentos en los que carecemos de buenos modelos de comportamiento”. La novela camina por el delicado filo de la realidad y lo verosímil, de lo cierto y de lo ficticio, de lo inventado y de lo ocurrido. “Ésa es la gran cuestión literaria. La verosimilitud es capital, es la piedra de toque de la literatura. La vida no ha de ser verosímil, pero la literatura sí y me interesa mucho ese juego que se establece entre realidad y ficción, porque en el medio crece un interregno, un territorio de nadie, que suscita dudas a los lectores que me preguntan continuamente si lo que cuento es cierto o no”. Pero Rosario Raro no se conforma solo con ese juego verosimilitud-realidad, va un poco más lejos. “Como me he documentado durante mucho tiempo, ahora quiero que el lector recorra el camino inverso, es decir, que lea ‘Volver a Canfranc’ y vaya a las fuentes de las que yo he bebido para hacer sus averiguaciones y obtener sus propias conclusiones”.

Todo lo que rodea a la mítica estación de Canfranc, cerrada al tráfico ferroviario desde el año 1970, resulta enormemente atractivo. Sin duda es un lugar que capta la atención de cualquier escritor. “Fui yo quien encontró la historia. La primera vez que vi la imagen de la estación fue en un libro de lugares abandonados. Pensaba que se encontraba en Viena o en París, lugares en los que no habría destacado tanto. Pero cuando me enteré de que estaba en Huesca, a ocho kilómetros de la frontera, en el Valle de los Arañones, quise saber más cosas sobre ella. El día de su inauguración, en 1928, asistieron Alfonso XIII, Primo de Rivera y el presidente francés Gastón Doumerge y se pronunció la célebre frase de que “los Pirineos han dejado de existir”. Y justo ahora parece que sean más frontera que nunca, es como si las montañas se hubieran rebelado contra esa afirmación. Cuando se construyó, la idea inicial era que la estación sirviera de escaparate de España para los viajeros que llegaban en el tren, un tren que prolongaba su trayecto hasta Lisboa, parando previamente en Zaragoza y Madrid”.

OSKAR SCHINDLER, ÁNGEL SANZ BRIZ Y LAURENT JUSTE
1705157Todos conocemos la película ‘La lista de Schindler’, un personaje que se hizo popular por su labor de rescate de judíos. En España también hubo rescatadores de relieve, como el embajador español en Budapest, Ángel Sanz Briz, que se dedicaron a este tipo de salvamentos. En ‘Volver a Canfranc’, Albert Le Lay, rebautizado en la novela como Laurent Juste, es otro de esos héroes “salvavidas”, de los que en sus países de origen deben sentirse orgullosos por su actitud. Sin embargo, en España sus trayectorias han permanecido bastante ocultas, casi de incógnito. “Ángel Sanz Briz tiene una estatua en el Paseo de la Independencia de Zaragoza y es conocido por ese detalle. Él utilizó la estratagema de expedir salvoconductos a familias judías enteras, aduciendo que eran de origen sefardí. Tampoco podemos olvidar a todos aquellos seres que acompañaban a pie a los refugiados, a través de las montañas a cambio de dinero. Una persona costaba lo mismo que valía entonces un piano de cola. En total hubo más de quince mil rescatados. Si vemos documentales o películas sobre este tema, observamos que falta el último eslabón: por dónde escapaban. Ahora estamos llegando a eso, porque lo hacían por los Pirineos aragoneses y catalanes. Recientemente se han colocado carteles conmemorativos de las sendas que se utilizaban para huir”. Con relación a este asunto la postura del gobierno de Franco era clara, aunque cambió a lo largo del tiempo. “Durante los primeros años de la II Guerra Mundial, el gobierno de Franco se dedicó a saldar la deuda contraída con Alemania por su ayuda en la Guerra Civil. Por la frontera desfilaron miles de toneladas de wolframio y blenda camino de Alemania, para reforzar sus divisiones acorazadas, al tiempo que fueron entregados miles de españoles, que perecieron en campos de concentración alemanes. Con el devenir de la contienda y cuando el Eje perdió fuerza, la postura de Franco cambió, en parte debido a la presión ejercida por el embajador inglés en Madrid. No podemos olvidar que tras la Guerra, los antiguos carabineros se integraron en la Guardia Civil, constituyendo una bolsa de policías sin ideología. Las instrucciones eran entregar a los fugitivos que detuvieran a las autoridades alemanas, pero muchos de ellos hicieron la vista gorda y les facilitaron la huida. Es curioso que los descendientes de estos guardias, setenta años después de aquellos hechos, todavía se resisten a hablar de ello, porque sus antepasados por un acto de humanidad incumplieron las órdenes recibidas y temen las represalias”.

DOS CLASES DE AMOR. UNA REIVINDICACIÓN Y UN DESEO

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‘Volver a Canfranc’ es también una novela de amor. Las personas parecen encontrar un hueco, aún en los momentos más complicados y difíciles de sus vidas, para el amor. “Creo que la guerra es una situación que actúa como una lupa, como un lente de aumento, y nos permite ver los mejores y los peores comportamientos de la raza humana. Aquellas personas se aplicaban al carpe diem, al dicho de que cada día puede ser el último y que lo que no haces hoy, tal vez mañana no puedas hacerlo. La guerra coloca a las personas en situaciones que, en el plano emocional, son muy intensas”. Otro tipo de amor es el que se da también en la novela, el amor a los libros, aunque en este caso los libros desempeñaron también otro papel y muy importante. “Sí, ‘Volver a Canfranc’ es también una gran historia de amor a la literatura. He utilizado tres novelas pertenecientes a los ‘Episodios Nacionales’ de Pérez Galdós, porque me parece una obra monumental que no está suficientemente bien conocida en España. En un plano más material, los libros se utilizaban para transmitir mensajes, vaciando las tapas de cuero para esconderlos allí o marcando claves en el propio texto”.

Hay algo del libro que no se puede obviar. De alguna manera, ‘Volver a Canfranc’ esconde una reivindicación, un anhelo de los aragoneses por conseguir que la estación se reabra y que el tren vuelva a comunicar España con Francia a través de la vía férrea. “En estos momentos, el túnel de Somport, que es el que atraviesa la montaña que une ambos países, permanece cerrado al tráfico. Partí de Segorbe con la idea de llegar en tren a Canfranc y comprobé que, desde Zaragoza, el trayecto hasta la estación pirenaica dura cuatro horas, es decir, el mismo tiempo que costaba en 1928. Actualmente, existe una plataforma que lucha por reabrir la línea Canfranc-Oloron, pero las personas que han estudiado el tema saben que en estos casos hay que formularse siempre la misma pregunta: ¿a quién beneficia que el trayecto más corto entre París y Madrid permanezca cerrado y que las exportaciones no salgan por allí?”. La estación de Canfranc, en cuyo piso superior se ubicó uno de los hoteles más lujosos de Europa, comparable al Ritz o al Palace, escondía un secreto que salió a la luz pública no hace mucho tiempo. “Cuando se rodó el anuncio de la lotería en Canfranc, se limpiaron las instalaciones y se encontraron copias en papel cebolla de los impresos que acreditaban el paso del oro nazi por allí. Eso atrajo la atención de periodistas japoneses y suizos y tuvo mucha repercusión. Ojalá este detalle actúe de revulsivo para que se ponga otra vez en funcionamiento”.

Rosario Raro no tiene claro por dónde derivarán sus nuevos proyectos literarios. “Estoy muy agradecida por la acogida que ha tenido la obra. Vamos ya por la segunda edición y guardo en un cajón otra novela sobre este mismo tema. Que me atreva o no a ofrecérsela a la editorial dependerá de cómo continúen las ventas, sin olvidar que tampoco me gustaría que me catalogasen como la escritora de Canfranc”.

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Elsy es abogada, doctora en jurisprudencia, narradora, dramaturga y poeta ecuatoriana. Comienza su carrera literaria con la publicación del libro de cuentos De mariposas, espejos y sueños. La mayor parte de su obra cuentística está reunida en el libro Los miedos juntos (El Ángel Editor, 2009).

 
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