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El grito de los pobres

Remedios Falaguera
Remedios Falaguera
sábado, 20 de octubre de 2007, 09:30 h (CET)
Coincidiendo con la Jornada Mundial de la Alimentación y la Jornada Internacional de la Erradicación de la Pobreza celebrado el pasado 16 y 17 de Octubre, me parece un deber de justicia volver a recordar las palabras que nos dirigió Benedicto XVI hace tan solo un año:” Invito a las autoridades civiles y a los líderes a escuchar el grito de los pobres y a intensificar sus acciones en la lucha contra la miseria”.

Es bueno pensar en ellas, especialmente por que es un grito que nos devuelve a una realidad difícil de asumir: “Cada cinco segundos un niño menor de cinco años muere de hambre o de enfermedades vinculadas a la malnutrición”. Es más, el número de personas que sufre hambre en todo el mundo se calcula en 840 millones, de las cuales, cada día mueren de hambre 24,000 personas y otras 100,000 fallecen por causas relacionadas con la desnutrición, según Jean Zieglera, Relator Especial de las Naciones Unidas para el Derecho a la Alimentación.

¡Que vergüenza! Saber que países privilegiados como los nuestros no intensifican sus esfuerzos en resolver el hambre, la miseria y el sufrimiento de miles de personas, escuchar sus gritos mientras los máximos responsables políticos, económicos y sociales se dedican a elaborar debates largos y aburridos sobre las responsabilidades y los compromisos de los gobiernos, las instituciones económicas y tecnológicas y las labores solidarias de las organizaciones no gubernamentales me escandaliza. Sobretodo, si tenemos en cuenta que “en el mundo se produce comida para 12,000 millones de personas, es decir, el doble de la población mundial”.

Por esta razón, hoy más que nunca, es necesario despertar nuestras conciencias con “el grito de los pobres” y procurar poner todos los medios a nuestro alcance para trabajar en serio en erradicar el hambre, la miseria y el sufrimiento no es filantropía, sino un deber de justicia personal y social con los más necesitados. Y por tanto, requiere una respuesta responsable, un esfuerzo solidario para devolverles la dignidad humana violada por las desigualdades económicas y sociales.

Más aun si somos conscientes de que “las raíces del hambre del siglo XXI hay que buscarlas en la exclusión y en la marginación de pueblos enteros , la injusta distribución de los recursos, las políticas agrarias y comerciales internacionales que anteponen los intereses de los grandes mercados a la satisfacción de las necesidades más básicas del ser humano y en la no realización del derecho a la alimentación como derecho humano fundamental, proclamado en la Declaración Universal de Derechos Humanos”, como nos recordaba recientemente Manos Unidas, Organización No Gubernamental para el Desarrollo (ONGD).

La solidaridad y la justicia es cosa de todos. En nuestras manos está , somos responsables de ello, exigir a los organismos económicos, políticos y sociales formas de cooperación adecuadas para crear un mundo más humano en el que la subsistencia y el progreso de los pueblos menos favorecidos no se vea comprometida por los abusos de unos pocos y la indiferencia de muchos.

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