Dos investigaciones han visto la luz esta semana pasada con un punto en común, pese a que una se ha desarrollado en Egipto y la otra en Burgos. Gracias, sobre todo, al descubrimiento de un premolar en el yacimiento de Atapuerca y al encaje de una muela en la dentadura de una momia en El Cairo.
Así las cosas, lo más nimio, lo más inútil, lo más sencillo o lo menos esperado, puede ser determinante en cualquier investigación científica. Si un premolar y una muela han aclarado, hasta ahora –es decir, de momento, como en todo lo relacionado con la historia-, un par de enigmas que rondaban por los despachos de los especialistas, qué menos que mostrar la satisfacción correspondiente expresada en el pequeño Indiana Jones que todos llevamos dentro.
En la Cueva de la Sima del Elefante en Atapuerca, en Burgos, se han descubierto unos restos que confirman la presencia humana por esos lares desde hace un millón de años –por cierto, ¿no será la realidad histórica más antigua de España la zona que dista a 15 kilómetros de la capital burgalesa?- y, por lo tanto, los restos humanos más antiguos de la Europa occidental. Los especialistas de los yacimientos, es decir el equipo de los Arsuaga, Carbonell y Bermúdez de Castro, consideran que lo encontrado en la Sima del Elefante es anterior al homo antecessor, habitante de Atapuerca hace la friolera –pero cercana datación en prehistoria- de 800.000 años.
El premolar encontrado se ha convertido, de la noche a la mañana, en el fósil humano más antiguo de esta parte de Europa, y ha confirmado una de las teorías que defienden los científicos de Atapuerca. Que en esa zona burgalesa habitaban homos hace más de un millón de años.
Pocos días antes de este maravilloso hallazgo nos levantamos con otro descubrimiento no menos importante y, seguro, más divulgativo. En Egipto han encontrado la momia de Hatshepsut, de la dinastía XVIII. En realidad no la acaban de encontrar, sino que, ¡por fin!, la han descifrado ya que la momia en cuestión llevaba años esperando, en el sótano del Museo Egipcio de El Cairo, unos resultados científicos que aclarasen quién era o quién fue históricamente.
Ha tenido que ser -¡quién si no!- Zahi Hawass, y su equipo, el que, gracias a una muela, asegure que la momia hasta ahora conocida como KV60 y hallada en 1903 por otro eminente egiptólogo, Howard Carter, es la de la primera reina faraón.
El caso es que los arqueólogos, dirigidos siempre bajo la batuta del doctor Hawass, se han valido de un molar encontrado en un vaso funerario que llevaba el nombre de la reina Hatshepsut, y que se encontró en el templo de Deir el-Bahari. La muela encaja a la perfección con la dentadura de la momia, a la que le falta precisamente ese molar. Encaje perfecto y descubrimiento redondo.
Dos pequeños elementos, útiles en su momento para una sola persona, han servido para descifrar y saber un poco más, a muchas personas, de cómo se vivía y qué se comía en el Egipto antiguo o en la prehistoria del homo antecesor. ¿Se imaginan que una de sus muelas, dentro de miles de años, sirve para descifrar un enigma de la humanidad? Guarden todos sus dientes, no se los den al ratoncito Pérez.
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