Últimamente se dan cita muchos delincuentes en las salas de cine, y no hablo del patio de butacas sino de la propia pantalla. Hace unos días nos avasallaba una numerosa banda liderada por Danny Ocean, y, esta semana lo hace, de manera más rudimentaria pero igualmente con oficio, un ladronzuelo que sueña con alcanzar la reinserción social en un entorno que se lo pone demasiado difícil. Mientras el ogro verde camina con pies de plomo hacia el reino de las taquillas, esta historia se presenta como la alternativa ideal para aquellos que no os dejéis llevar por los cuentos de masas. Eso sí, vaya por delante que el premio conseguido en Málaga por esta cinta no creo que esté justificado, porque da la sensación de querer ser tanto al mismo tiempo que no consigue ser nada. Se queda a medio camino entre un thriller y un drama romántico, sin definir apenas ninguno de los dos géneros debido, sobre todo, a un continuado proceder errático y a un pastiche de momentos puede que con sentido puestos en otro sitio. Es una mezcla tan diluida que apenas tiene presencia propia. De hecho, si no recuerdo mal, la música seleccionada para su promoción ha sido la misma que la utilizada en su día para hacer lo propio con El camino de los ingleses de Antonio Banderas, y es que, ciertamente, ambos títulos guardan algún que otro parecido más en lo que a luminosidad, colores y textura de imagen se refiere.
Al igual que en la historia del malagueño, aquí también son dos jóvenes los protagonistas, aunque en el caso de él más que en el de ella. El es un joven delincuente recién salido del reformatorio en busca de un lugar en la sociedad y, al mismo tiempo, de su madre que le abandonó de pequeño cuando ingresó en prisión. Ella es una niña de clase acomodada con una vida aparentemente feliz pero que necesita ciertas dosis de adrenalina para sentirse ella misma. Ambos van a coincidir en un punto de no retorno para los dos: él porque todo le empuja a delinquir de nuevo y ella porque cree que esa salida es la vía de escape a su arrebatador letargo. El “maestro” -que lleva todo el peso del metraje- es Juan José Ballesta, la “aprendiz” María Valverde. El que ambos tengan un Goya en su poder, él por El bola y ella por La flaqueza del bolchevique, y sean de la misma generación no ha garantizado, a tenor del resultado, ninguna química desbordante. Casi todo lo contrario. Ambos parecen calibrar mejor sus registros cuando no se tienen frente a frente o, cuando sí lo están, si no comparten encuadres, y, preferentemente, en los primeros planos individuales. El sigue a su “bola”, aunque parece que algo más maduro -también el plano físico se explota-, y ella sigue ejerciendo de niña inocente con intenciones secretas como en su papel de Lucrecia Borgia. No obstante, a mi me ha parecido que quien mejor está dentro del reparto es la tentación del protagonista, un anticuario con “otros negocios” interpretado por Patrick Bauchu. Habrá que seguirle la pista.
Como es lógico, el apartado profesional también acaba despertando entre la joven pareja, fruto de las hormonas en ebullición, la comprensible pasión amorosa, objeto de excesivo metraje para lo que aporta y culminada en una escena que no consigue transmitir ninguna sensación y que es, a buen seguro, una de las más frías que habréis visto. Supone un gran lastre, igualmente, la manía reciente de ralentizar las secuencias. En este caso, en muchos momentos, esa situación se lleva al exceso, fundamentalmente al principio, cuando se nos explica el momento de la infancia que marca al protagonista. En ese mismo sentido, el epílogo final pseudo-onírico está de más, y transporta la cinta a un nivel demasiado alejado del ras de calle en el que pretende situarnos, por ejemplo, con el alojamiento del personaje central.
No todo está perdido en este artificial producto conseguido sólo en apariencia. También hay retazos que salvar de un desastre. La presentación de los personajes, uno primero y la otra después de cierta duración a través del seguimiento del primero me parece uno de los grandes aciertos. Algunos de los encuadres son brillantes, incluso me parece que hay personajes que están ahí, como el de la madre de la protagonista, a quien no conocemos en ningún momento. La música, sin más y ya es bastante, resulta apropiada, incluso el final se acompaña con un repique de campañas enfático que sirve para intensificar la moraleja aleccionadora de cúspide trágica: lo que mal empieza, mal acaba. En la película se insiste, a través del anticuario y de los “asestantes”, que los bajos fondos tienen sus propias normas, y el cine también. Recordar, por tanto y una vez más, que lo de las etiquetas festivaleras no supone ningún certificado de calidad garantizada, así que sirva de precedente este código de barras: timar al incauto es aún mayor delito.
FICHA TÉCNICA
- Calificación: 1
- Director: Jaime Marqués.
- Reparto: Juan José Ballesta, María Valverde, Patrick Bauchu y María Ballesteros.