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José Antonio Jato

Retorno a un futuro de ensueño

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El sábado en un histórico acto de reunificación ideológica y política los delegados del poscomunista Partido del Socialismo Democrático, entroncado en la parte oriental alemana, y las fuerzas disidentes de la socialdemocracia de la parte occidental alumbraron el nacimiento de una nueva fuerza que se alzará matemáticamente como la tercera del país.

El nombre elegido para este nuevo partido adscrito al socialismo democrático no podría ser más lacónico, “Die Linke”, sin más, que significa “La Izquierda” en español. Para que darle más vueltas, ¿verdad?.

"Die Linke" aspira a lamer las mieles del poder en un principio arrebatando a los socialdemócratas del SPD una parte de su desconcertada clientela. Para ello no dudan en evocar el legado del carismático ex-canciller alemán Willy Brandt, y los años dorados en los que temas como el Estado de bienestar o la justicia social hicieron mella y sentaron los cimientos sobre los que se desarrolló la potente economía germana.

Para los socialdemócratas el asunto de que les salga tal competidor no es baladí. Si el SPD trata de reorientar su estrategia a fin de recuperar temas de patente propia, correrá el riesgo de espantar al votante de centro más propenso a gozar de su cuenta corriente que de nostálgicas utopías. Por otro lado si la estrategia se centra en esperar y ver, su clientela tradicional, cansada de tanto esperar y ver, irá abandonando el barco en un incesante goteo. El dilema pues está servido.

Los verdes y los liberales lo tienen todavía más crudo. Ambos partidos se han acomodado desde hace tiempo en un placentero papel de bisagra cuya decadencia de hecho ya chirría. A la larga apostar por conseguir ser el invitado de piedra de una fiesta tripartita engrosa indefectiblemente un club de abonados al desencanto.

Entretanto el partido cristianodemócrata de Angela Merkel se frota las manos ante la bicoca de ver a una oposición tan dividida como prometedoramente vencida en un horizonte de color rosa.

La sociedad alemana está seguramente a favor de apuntalar los pilares de un Estado social que durante años le ha dado la clave del éxito. Una actitud similar puede apreciarse en los países nórdicos. La nueva izquierda lo sabe, y sus estrellas Gregor Gysi y Oskar Lafontaine dan carnaza a esta sensibilidad con proclamas denunciando que la libertad sin socialismo es una basura. Tienen quizás razón, pero a menudo las inquietudes del ciudadano no están en consonancia con la misma materia de la que están hechos los sueños.

Retorno a un futuro de ensueño

José Antonio Jato
José Antonio Jato
martes, 19 de junio de 2007, 22:27 h (CET)
El sábado en un histórico acto de reunificación ideológica y política los delegados del poscomunista Partido del Socialismo Democrático, entroncado en la parte oriental alemana, y las fuerzas disidentes de la socialdemocracia de la parte occidental alumbraron el nacimiento de una nueva fuerza que se alzará matemáticamente como la tercera del país.

El nombre elegido para este nuevo partido adscrito al socialismo democrático no podría ser más lacónico, “Die Linke”, sin más, que significa “La Izquierda” en español. Para que darle más vueltas, ¿verdad?.

"Die Linke" aspira a lamer las mieles del poder en un principio arrebatando a los socialdemócratas del SPD una parte de su desconcertada clientela. Para ello no dudan en evocar el legado del carismático ex-canciller alemán Willy Brandt, y los años dorados en los que temas como el Estado de bienestar o la justicia social hicieron mella y sentaron los cimientos sobre los que se desarrolló la potente economía germana.

Para los socialdemócratas el asunto de que les salga tal competidor no es baladí. Si el SPD trata de reorientar su estrategia a fin de recuperar temas de patente propia, correrá el riesgo de espantar al votante de centro más propenso a gozar de su cuenta corriente que de nostálgicas utopías. Por otro lado si la estrategia se centra en esperar y ver, su clientela tradicional, cansada de tanto esperar y ver, irá abandonando el barco en un incesante goteo. El dilema pues está servido.

Los verdes y los liberales lo tienen todavía más crudo. Ambos partidos se han acomodado desde hace tiempo en un placentero papel de bisagra cuya decadencia de hecho ya chirría. A la larga apostar por conseguir ser el invitado de piedra de una fiesta tripartita engrosa indefectiblemente un club de abonados al desencanto.

Entretanto el partido cristianodemócrata de Angela Merkel se frota las manos ante la bicoca de ver a una oposición tan dividida como prometedoramente vencida en un horizonte de color rosa.

La sociedad alemana está seguramente a favor de apuntalar los pilares de un Estado social que durante años le ha dado la clave del éxito. Una actitud similar puede apreciarse en los países nórdicos. La nueva izquierda lo sabe, y sus estrellas Gregor Gysi y Oskar Lafontaine dan carnaza a esta sensibilidad con proclamas denunciando que la libertad sin socialismo es una basura. Tienen quizás razón, pero a menudo las inquietudes del ciudadano no están en consonancia con la misma materia de la que están hechos los sueños.

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