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Etiquetas | A un toque
Luciano Sabatini

Defensa de unas ideas

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En estas fechas futbolísticas en las que está tan de moda y es un rato fácil dejarse llevar por los resultados, no quiero perder el punto de vista de aquellas premisas que deben cumplirse para desplegar un buen fútbol.

Como el juego empieza desde la pelota, yo prefiero los jugadores que sepan asociarse alrededor de ella. Aquellos con criterio, con ideas, con capacidad para jugar y hacer jugar a sus compañeros, y además justamente esos que suelen acabar enamorando en un toque sutil, un pase mirando al tendido o un gol de fantasía; para simplificar, diré que me quedo con esos jugadores que tocan la pelota con naturalidad y saben qué hacer con ella y porqué.

Así, me quedo con Iniesta y no con Edmilson, con Gago, con Guti, nunca con Emerson o Diarra, con Borja Oubiña por encima de Pablo García, con Poulsen o Maresca, con Aimar, con D´Alessandro, con Silva, con De la Peña. Pero no solo los grandes tienen jugadores que sepan cuidar la pelota, en el Recreativo, Cazorla es una bendición, Viqueira también, en la Real Sociedad, Aramburu, o en el Athletic, Orbaiz y Yeste están a años luz de los Murillo, Expósito o Gabilondo.

Creo que es una cuestión de principios y de lógica. Principios porque si el juego parte de la pelota, el toque o pase, es el instrumento para moverla con inteligencia. En un juego de toque, como el que intenta el Barcelona, el Arsenal, el Milan en su mejor versión, Boca Juniors, o las grandes selecciones como Brasil, Francia, Argentina u Holanda, se necesitan jugadores con esa capacidad para dar criterio al balón. Yo sufro cuando veo sufrir a la pelota, con pases trompicados, encerrándola en una banda jugando a un correcalles sin cambiar el juego a la otra, o cuando falta ese mismo criterio y nos liamos a pelotazos largos. De lógica también, porque suele pasar que cuando ponemos a esos jugadores capacitados se juega mejor y por ende lo más normal es acabar ganando.

Pero hay muchas formas de jugar al fútbol, y no siempre pasa que jugando bien se gane, ni mal se pierda. Por ejemplo, Albelda es un jugador que hace equipo pero sin criterio en el manejo desde el medio centro, y sin embargo su efectividad es notable. También Maniche, Costinha, Makelele, Gilberto Silva, Gattuso, Fletcher, Van Bommel, serían buenos ejemplos de jugadores que se valen de su capacidad física o buena colocación sobre el campo para suplir su falta de creatividad.

Por ello, y tal y como se ha puesto la Liga tras la victoria del Real Madrid sobre el Sevilla, cabe aclarar un par de cosas:
- Uno, los de Capello pueden ganar la Liga, pero no deberían. No deberían porque el juego desplegado esta temporada es un insulto al buen gusto futbolístico, y serviría de excusa para defender ese juego rácano y austero. Algo así como pasó con Grecia cuando sorprendentemente ganó la Eurocopa de 2004. Cada vez que un equipo así gana un campeonato, se retrocede una década en la evolución del juego, y en las siguientes temporadas los equipos juegan menos vistoso, lo contrario que cuando Barcelona y Arsenal, por ejemplo, copan la final de la Liga de Campeones con un juego preciosista; se crea escuela.
- Dos, el Madrid no juega bien. Emerson y Diarra tampoco. Ganan, sí, pero el caso es cómo. Jugadores con calidad no le faltan, y tanto va el cántaro a la fuente, que a veces aciertan, pero no tienen un juego sólido de conjunto. Así al Madrid le han bailado equipos como el Getafe, el Recreativo o el Celta, en el Bernabéu, o el Atlético, el Sevilla, el Deportivo a domicilio. Emerson no juega bien, porque se esconde en la salida de la pelota, porque no participa, y no sabe qué hacer con el balón, y si es aplaudido, es porque al menos ya no se le ve arrastrándose; es como el que celebra que un bebé ya camina. Diarrá es como un moscón, que toca muchos balones, participa de todo, y a ninguno le da criterio.

Más allá de los resultados, incluso de poder hacerse con la Liga, el club blanco está poniendo en juego algo infinitamente más valioso que una Liga, y es el prestigio y la identidad. Algo que si se pierde, ganando y jugando de cualquier manera, se tarda mucho más de un año en recuperar.

Defensa de unas ideas

Luciano Sabatini
Luciano Sabatini
miércoles, 9 de mayo de 2007, 06:54 h (CET)
En estas fechas futbolísticas en las que está tan de moda y es un rato fácil dejarse llevar por los resultados, no quiero perder el punto de vista de aquellas premisas que deben cumplirse para desplegar un buen fútbol.

Como el juego empieza desde la pelota, yo prefiero los jugadores que sepan asociarse alrededor de ella. Aquellos con criterio, con ideas, con capacidad para jugar y hacer jugar a sus compañeros, y además justamente esos que suelen acabar enamorando en un toque sutil, un pase mirando al tendido o un gol de fantasía; para simplificar, diré que me quedo con esos jugadores que tocan la pelota con naturalidad y saben qué hacer con ella y porqué.

Así, me quedo con Iniesta y no con Edmilson, con Gago, con Guti, nunca con Emerson o Diarra, con Borja Oubiña por encima de Pablo García, con Poulsen o Maresca, con Aimar, con D´Alessandro, con Silva, con De la Peña. Pero no solo los grandes tienen jugadores que sepan cuidar la pelota, en el Recreativo, Cazorla es una bendición, Viqueira también, en la Real Sociedad, Aramburu, o en el Athletic, Orbaiz y Yeste están a años luz de los Murillo, Expósito o Gabilondo.

Creo que es una cuestión de principios y de lógica. Principios porque si el juego parte de la pelota, el toque o pase, es el instrumento para moverla con inteligencia. En un juego de toque, como el que intenta el Barcelona, el Arsenal, el Milan en su mejor versión, Boca Juniors, o las grandes selecciones como Brasil, Francia, Argentina u Holanda, se necesitan jugadores con esa capacidad para dar criterio al balón. Yo sufro cuando veo sufrir a la pelota, con pases trompicados, encerrándola en una banda jugando a un correcalles sin cambiar el juego a la otra, o cuando falta ese mismo criterio y nos liamos a pelotazos largos. De lógica también, porque suele pasar que cuando ponemos a esos jugadores capacitados se juega mejor y por ende lo más normal es acabar ganando.

Pero hay muchas formas de jugar al fútbol, y no siempre pasa que jugando bien se gane, ni mal se pierda. Por ejemplo, Albelda es un jugador que hace equipo pero sin criterio en el manejo desde el medio centro, y sin embargo su efectividad es notable. También Maniche, Costinha, Makelele, Gilberto Silva, Gattuso, Fletcher, Van Bommel, serían buenos ejemplos de jugadores que se valen de su capacidad física o buena colocación sobre el campo para suplir su falta de creatividad.

Por ello, y tal y como se ha puesto la Liga tras la victoria del Real Madrid sobre el Sevilla, cabe aclarar un par de cosas:
- Uno, los de Capello pueden ganar la Liga, pero no deberían. No deberían porque el juego desplegado esta temporada es un insulto al buen gusto futbolístico, y serviría de excusa para defender ese juego rácano y austero. Algo así como pasó con Grecia cuando sorprendentemente ganó la Eurocopa de 2004. Cada vez que un equipo así gana un campeonato, se retrocede una década en la evolución del juego, y en las siguientes temporadas los equipos juegan menos vistoso, lo contrario que cuando Barcelona y Arsenal, por ejemplo, copan la final de la Liga de Campeones con un juego preciosista; se crea escuela.
- Dos, el Madrid no juega bien. Emerson y Diarra tampoco. Ganan, sí, pero el caso es cómo. Jugadores con calidad no le faltan, y tanto va el cántaro a la fuente, que a veces aciertan, pero no tienen un juego sólido de conjunto. Así al Madrid le han bailado equipos como el Getafe, el Recreativo o el Celta, en el Bernabéu, o el Atlético, el Sevilla, el Deportivo a domicilio. Emerson no juega bien, porque se esconde en la salida de la pelota, porque no participa, y no sabe qué hacer con el balón, y si es aplaudido, es porque al menos ya no se le ve arrastrándose; es como el que celebra que un bebé ya camina. Diarrá es como un moscón, que toca muchos balones, participa de todo, y a ninguno le da criterio.

Más allá de los resultados, incluso de poder hacerse con la Liga, el club blanco está poniendo en juego algo infinitamente más valioso que una Liga, y es el prestigio y la identidad. Algo que si se pierde, ganando y jugando de cualquier manera, se tarda mucho más de un año en recuperar.

 
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