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José Antonio Jato

Al mal tiempo buena cara

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El presidente de la Oficina Federal alemana del Medio Ambiente, Andreas Troge ha presentado un plan de combate contra el calentamiento global del planeta obviando los agüeros, y acentuando no sin cierta alegría nichos de mercado, y oportunidades únicas para la regeneración de la industria de su país. En unas declaraciones al rotativo Bild Zeitung, Troge ha señalado que los países industrializados deberán reducir hasta el año 2050 en un 80% las emisiones de los gases que provocan el efecto invernadero.

Se podría pensar que Troge cuantifica fríamente una hecatombe que afectará presumiblemente a corto plazo a todo el planeta, y para la cual nadie encuentra soluciones, pero no. Troge ve, -siguiendo sus premisas- de hecho una fuente revolucionaria de ingresos futura para la República Federal, y una vía de regeneración económica para desofuscar el dilema en el que las agostas “Teorías a lo Don Óptimo o a lo Don Pésimo” nos tienen amedrentados.

Alemania es partidaria de que es posible hacerle frente a las inclemencias climáticas, y de paso sacar una opípara tajada. El camino según Troge es tortuoso pero no insensato y radica en combatir el calentamiento del planeta fomentando nuevas tecnologías al servicio de la conservación del medio ambiente, como las eólicas o la de las células fotovoltaicas, una industria hoy por hoy prometedora. La única traba es que el aumento de la demanda en materia de energías renovables o aislamiento requería sólo en Alemania unas inversiones que rondarían en torno a los 4.000 millones de euros anuales. Pero todo tiene su valor y su precio.
De no realizar ese esfuerzo inversor los costes ocasionados por el cambio climático ascenderían en Alemania a unos 100.000 millones de euros anuales. Por lo tanto para Andreas Troge, los números mandan, y aconsejan invertir en el sector ecológico al alza, sobre todo si para los alemanes solo representaría un desembolso extra de 10 euros al mes por hogar. Más barato imposible. Además en 15 años, el sector medioambiental, generaría más empleo en Alemania que la industria automotriz hoy. Para qué pedir más.

Entrever en el sector ecológico nuevos nichos de mercado suena casi a utopía revolucionaria, a un cambio drástico de filosofía económica. Pero en una economía global, el compromiso unilateral de un país es sólo hacer para deshacer. Si deseamos evitar que el nivel del mar se eleve, que los huracanes sean cada vez más fuertes y frecuentes, que parte del planeta se vea amenazado por inundaciones y epidemias vale la pena invertir. Vale la pena poner todos juntos nuestro granito de arena, o ante ideas ingeniosas como las de Troge, o ante el mal tiempo que nos avecina, seguir poniendo buena cara.

Al mal tiempo buena cara

José Antonio Jato
José Antonio Jato
miércoles, 11 de abril de 2007, 10:24 h (CET)
El presidente de la Oficina Federal alemana del Medio Ambiente, Andreas Troge ha presentado un plan de combate contra el calentamiento global del planeta obviando los agüeros, y acentuando no sin cierta alegría nichos de mercado, y oportunidades únicas para la regeneración de la industria de su país. En unas declaraciones al rotativo Bild Zeitung, Troge ha señalado que los países industrializados deberán reducir hasta el año 2050 en un 80% las emisiones de los gases que provocan el efecto invernadero.

Se podría pensar que Troge cuantifica fríamente una hecatombe que afectará presumiblemente a corto plazo a todo el planeta, y para la cual nadie encuentra soluciones, pero no. Troge ve, -siguiendo sus premisas- de hecho una fuente revolucionaria de ingresos futura para la República Federal, y una vía de regeneración económica para desofuscar el dilema en el que las agostas “Teorías a lo Don Óptimo o a lo Don Pésimo” nos tienen amedrentados.

Alemania es partidaria de que es posible hacerle frente a las inclemencias climáticas, y de paso sacar una opípara tajada. El camino según Troge es tortuoso pero no insensato y radica en combatir el calentamiento del planeta fomentando nuevas tecnologías al servicio de la conservación del medio ambiente, como las eólicas o la de las células fotovoltaicas, una industria hoy por hoy prometedora. La única traba es que el aumento de la demanda en materia de energías renovables o aislamiento requería sólo en Alemania unas inversiones que rondarían en torno a los 4.000 millones de euros anuales. Pero todo tiene su valor y su precio.
De no realizar ese esfuerzo inversor los costes ocasionados por el cambio climático ascenderían en Alemania a unos 100.000 millones de euros anuales. Por lo tanto para Andreas Troge, los números mandan, y aconsejan invertir en el sector ecológico al alza, sobre todo si para los alemanes solo representaría un desembolso extra de 10 euros al mes por hogar. Más barato imposible. Además en 15 años, el sector medioambiental, generaría más empleo en Alemania que la industria automotriz hoy. Para qué pedir más.

Entrever en el sector ecológico nuevos nichos de mercado suena casi a utopía revolucionaria, a un cambio drástico de filosofía económica. Pero en una economía global, el compromiso unilateral de un país es sólo hacer para deshacer. Si deseamos evitar que el nivel del mar se eleve, que los huracanes sean cada vez más fuertes y frecuentes, que parte del planeta se vea amenazado por inundaciones y epidemias vale la pena invertir. Vale la pena poner todos juntos nuestro granito de arena, o ante ideas ingeniosas como las de Troge, o ante el mal tiempo que nos avecina, seguir poniendo buena cara.

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