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Óscar Arce Ruiz

El Candomblé y las religiones afro-brasileñas (VI)

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ANEXO

Las Aguas de Oxalá.


Dice el mito que Oxalá echaba mucho de menos a su hijo Xangô, y decidió visitarlo. Para saber si el largo viaje le sería propicio, fue a consultar a Orunmilá el dios adivino, amigo de Obatalá. Este jugó al juego de los ikins y le dijo que el viaje no se encontraba bajo buenos auspicios. Y que, si deseara que todo fuera bien, debería vestirse por entero de blanco y no ensuciar sus ropas hasta llegar al palacio, debiendo también mantener silencio absoluto hasta el momento en que encontrara su hijo. Y así hizo Oxalá.

Pero Exú, que adoraba atormentar a Oxalá, se disfrazó de mendigo y apareció en su camino, pidiendo la ayuda de este para levantar un pesado saco de carbón que se encontraba en el suelo. Sin poder responder nada y siendo piadoso, Oxalá levantó el saco de carbón para Exú, pero estando este saco con el fondo rasgado, se abrió y cayó sobre Oxalá ensuciando su ropa blanca. Exú rió locamente y se fue... Previsor, como siempre, Oxalá había llevado una muda de ropa blanca de más. Tomó baño en un río y vistió ropas blancas nuevamente. Y siguió su camino.

Nuevamente Exú se disfrazó y pidió ayuda al viajante, de esa vez para entornar un barril de aceite de dendê en un tacho. Sin poder responder para explicar su situación y tiendo la buena voluntad de ayudar, Oxalá levantó el barril de aceite dendê y Exu lo derramó sobre sus ropas, que esta vez no podían ser cambiadas, pues eran las últimas ropas limpias que Oxalá traía.

Sucio y cansado, Oxalá siguió su camino hasta que vio el ejército de su hijo, Xangô, aproximarse a él, señal de que estaba cerca de su destino. Pero el ejército arrestó a Oxalá, confundiéndolo con un buscado ladrón de la periferia. Como no podía hablar, Oxalá no dijo nada y permaneció encerrado en una prisión durante 7 años. En este tiempo, el reino de Xangô entró en decadencia: sus tierras no producían alimentos, los animales morían, el pueblo enfermaba...

Desesperado, Xangô llamó a un babalaô que, al jugar el ikin, le dijo que todo el mal del reino venía del hecho de haberse producido una injusticia en la tierra del señor de la justicia. Xangô fue entonces a visitar personalmente todos los presos de su reino y descubrió a su padre en la prisión. Desolado, colocó al padre sobre sus propias espaldas y lo cargó hasta el palacio, donde se encargó de bañarlo y lo vistió con su albas ropas, realizando después una gran fiesta. La ceremonia del candomblé llamada "Aguas de Oxalá" rememora este episodio, con la procesión representando el viaje de Oxalá.

El Candomblé y las religiones afro-brasileñas (VI)

Óscar Arce Ruiz
Óscar Arce
martes, 8 de abril de 2008, 13:39 h (CET)
ANEXO

Las Aguas de Oxalá.


Dice el mito que Oxalá echaba mucho de menos a su hijo Xangô, y decidió visitarlo. Para saber si el largo viaje le sería propicio, fue a consultar a Orunmilá el dios adivino, amigo de Obatalá. Este jugó al juego de los ikins y le dijo que el viaje no se encontraba bajo buenos auspicios. Y que, si deseara que todo fuera bien, debería vestirse por entero de blanco y no ensuciar sus ropas hasta llegar al palacio, debiendo también mantener silencio absoluto hasta el momento en que encontrara su hijo. Y así hizo Oxalá.

Pero Exú, que adoraba atormentar a Oxalá, se disfrazó de mendigo y apareció en su camino, pidiendo la ayuda de este para levantar un pesado saco de carbón que se encontraba en el suelo. Sin poder responder nada y siendo piadoso, Oxalá levantó el saco de carbón para Exú, pero estando este saco con el fondo rasgado, se abrió y cayó sobre Oxalá ensuciando su ropa blanca. Exú rió locamente y se fue... Previsor, como siempre, Oxalá había llevado una muda de ropa blanca de más. Tomó baño en un río y vistió ropas blancas nuevamente. Y siguió su camino.

Nuevamente Exú se disfrazó y pidió ayuda al viajante, de esa vez para entornar un barril de aceite de dendê en un tacho. Sin poder responder para explicar su situación y tiendo la buena voluntad de ayudar, Oxalá levantó el barril de aceite dendê y Exu lo derramó sobre sus ropas, que esta vez no podían ser cambiadas, pues eran las últimas ropas limpias que Oxalá traía.

Sucio y cansado, Oxalá siguió su camino hasta que vio el ejército de su hijo, Xangô, aproximarse a él, señal de que estaba cerca de su destino. Pero el ejército arrestó a Oxalá, confundiéndolo con un buscado ladrón de la periferia. Como no podía hablar, Oxalá no dijo nada y permaneció encerrado en una prisión durante 7 años. En este tiempo, el reino de Xangô entró en decadencia: sus tierras no producían alimentos, los animales morían, el pueblo enfermaba...

Desesperado, Xangô llamó a un babalaô que, al jugar el ikin, le dijo que todo el mal del reino venía del hecho de haberse producido una injusticia en la tierra del señor de la justicia. Xangô fue entonces a visitar personalmente todos los presos de su reino y descubrió a su padre en la prisión. Desolado, colocó al padre sobre sus propias espaldas y lo cargó hasta el palacio, donde se encargó de bañarlo y lo vistió con su albas ropas, realizando después una gran fiesta. La ceremonia del candomblé llamada "Aguas de Oxalá" rememora este episodio, con la procesión representando el viaje de Oxalá.

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